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Marco G. Vidart
Santander
Miércoles, 15 de mayo 2024, 20:17
Su historia podría ser una más. Una de las decenas de miles desde que en 2007, un paisano suyo, Brandán Márquez, entrase en primera posición ... en esa carrera que sonaba a locura. Los 10.000 del Soplao. Pero la de Iván López Permuy (Narón, La Coruña, 1980) no es una historia más. Es la de alguien que se ha enamorado de la prueba, de Cabezón de la Sal y de sus gentes para siempre. Hasta el punto de que no duda en afirmar que «Cabezón es mi segunda casa». El viernes, en la carpa en la que se reparten los dorsales, habrá un gallego dispuesto a hacer lo que sea. Lo que le manden. Un voluntario que se ha cruzado medio norte de España para echar una mano. El espíritu del Soplao en estado puro.
Iván, que trabaja en un centro logístico de Inditex, sabe lo que es el Infierno Cántabro. Siempre «en bici de montaña», participó en las ediciones de 2010, 2011 y «en el infierno de 2019. Había gente que se retiraba en la salida». El mal tiempo hizo que la organización quitase 21 kilómetros del recorrido, y aunque oficialmente terminó, siempre ha tenido «esa espinita de hacerlo completo».
Luego llegó la pandemia y, lo que es peor, «una enfermedad renal», a la que luego se añadió una prostatitis. «Eso te separa ya de la bici», señala. Con tres años de espera para una operación, echaba de menos a su 'burra', «porque para los que hacemos bici, es la mejor medicina». Lejos de olvidarse de la prueba de Cabezón, López se ponía a ver vídeos de la prueba. «Veía a gente hacer lo que a mí me gustaba hacer».
Ese amor por la prueba le hizo plantearse el año pasado estar vinculado a ella de otra forma. «Si no podía atacar al enemigo, me podía unir a él», dice entre risas. Así, escribió un correo a la organización contándoles su historia y ofreciéndose como voluntario. Desde el Soplao le pidieron un teléfono de contacto. «Y me llamó Chuchi Maestegui. Yo solo le había visto en vídeo». destaca Iván. «Me dijo que era un privilegio para ellos que alguien de fuera de Cantabria se ofreciese como voluntario». Con su autocaravana, se plantó en Cabezón, junto a su esposa, Natalia, y su hijo Lucas. «Y allí encontré una familia, un entorno...», añade con con un punto de emoción. «Era la estrella. El 'chico gallego'». Preparar la carpa, entregar dorsales y servir muchas cervezas a la llegada de los participantes fue el cometido de un gallego que no podía estar más feliz.
Más feliz... Y sin dolores. «Porque el dolor de próstata es muy persistente, y en esos dos días en Cabezón casi no tuve dolor. Es una gente tan maravillosa que fueron el mejor medicamento». La despedida de toda la familia de Los 10.000 del Soplao no pudo ser más emotiva. «Me despedí con lágrimas. Camino a Narón fueron cuatro horas de pura emoción. Venía triste. Me quería quedar en Cabezón. Al llegar, les envié un correo agradeciéndoles lo que habían hecho por mi salud».
Tanto le gustó la experiencia del año pasado que Iván, de nuevo junto a Natalia y Lucas, que ya tiene ocho años, estará el viernes en el parque Conde San Diego. Su función será más o menos la misma que la de la edición anterior. «El viernes, en la carpa repartiendo dorsales. Y el sábado, también en la carpa, con las comidas para dar luego a los participantes». Pero Iván estará «a lo que me manden.
La mala noticia, para Iván y toda la familia de Los 10.000 del Soplao, es la previsión del tiempo para el sábado. Agua, tormentas... El 'prao' augura una edición de lo más complicada. Será un buen día para la solidaridad. Para ofrecer una rueda que seguir, una zancada con la que acompañar, un rato de charleta para que las cuestas, la lluvia o el frío sean menos duras. En ese 2019, Iván López, junto a su amigo David Corral, escribieron una de las múltiples páginas que han ayudado a cimentar ese llamado espíritu del Soplao. «Subíamos el Negreo. Yo iba un poco por delante de David. Y encuentro a alguien llorando. Era un participante de la combinada, Agustín. Tenía la bici averiada, con el desviador roto», relata el gallego. «Veníamos los últimos, detrás nuestro ya venía el coche escoba. Y a mí me daba igual acabar en doce horas que en diecisiete. Así que le dije que lo importante era entrar en la meta con la bici». Así que entre Iván y David, fueron empujando a Agustín hasta llegar a la meta de Cabezón. Lágrimas, abrazos... «El deporte es eso».
La salud de Iván va cada vez mejor. «Voy a poder volver a montar en bici», señala de lo más contento. Confía en que en el mes de julio, los médicos ya le dejen subir a la bici. Y tiene muy claro dónde reaparecerá a lomos de su compañeras de fatigas. A pesar de que ha participado en otras pruebas, cuando se vuelva a poner un dorsal será en la Avenida de Cantabria. Esperando a que el 'Thunderstruck' de AC/DC, el himno oficial de la prueba, suene a las ocho de la mañana. Aunque para esa edición de 2025, tendrá una pequeña duda. ¿Participante o voluntario? «Es que ya he probado la miel de los dos botes», dice entre más risas. Pero esa espinita de hacer «un Soplao completo» y, sobre todo, volver a disfrutar de su deporte, lo más seguro es que le conviertan en uno de los participantes del Infierno Cántabro en esa edición. Ese dorsal dirá que Iván López Permuy es uno más. Uno de los miles de inscritos en la prueba de referencia del mayor evento deportivo de Cantabria. Pero él nunca será uno más. Su amor por la carrera, por Cabezón, por toda la familia de Los 10.000 del Soplao y por el espíritu que representa le convierten en uno de los nombres imprescindibles de esta historia de éxito por los montes de Cantabria.
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Ana del Castillo
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