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J. Gómez Peña
Burgos
Martes, 10 de septiembre 2019, 19:46
«En muchas aldeas desaparecieron los gorriones. Estaban tirados por todas partes. Los recogían con rastrillos». Svetlana Alexiévich, premio Nobel de Literatura, puso letra en el libro 'Voces de Chernóbil' a los testimonios de las víctimas indefensas atropelladas por el desastre de aquella central nuclear ... en 1986. «Al cabo de dos años aparecieron los gorriones. Nos alegramos y nos gritábamos el uno al otro: 'Ayer vi un gorrión... Han regresado». Como si estos pájaros fueran el símbolo del renacimiento tras la catástrofe. El retorno de la alegría. A Ángel Madrazo, el ciclista cántabro que pelea por el reinado de la montaña en esta Vuelta, se le conoce como el 'Gorrión de Cazoña'. Heredó el mote de su padre, Cipri, que es el 'Águila de Cazoña', el barrio santanderino donde creció el corredor del Burgos BH. Madrazo es como el pájaro, pura alegría. «Soy de los que se despiertan con una sonrisa», dice.
Lucas, su hijo mayor, tiene solo cuatro años, pero es edad de sobra para insistir en una pregunta: «Papá, ¿cuándo vas a ganar una carrera?». Los niños, como los ancianos, no se callan nada. Madrazo tenía un par de victorias como profesional, la Clásica de Ordizia en 2015 y una etapa de al Estrella de Besseges en 2016. Lucas era demasiado pequeño. No las disfrutó. Y por eso, erre que erre, seguía con la pregunta. Su padre, Ángel, el 'Gorrión', pudo responderle al fin en la quinta etapa de esta Vuelta a vencer tras un final pleno de emoción en la cima de Javalambre. El gran día. Pensar en Lucas, en su hijo viéndole por la televisión, le dio a Madrazo ese plus para ir más allá en la frontera del sufrimiento. Lleva 'Lucas' tatuado en un brazo. Ganó por él. «Para que me viera ganar», comenta.
En la meta, vacío, el corredor cántabro se tiró al suelo. Rompió a llorar. «Lucas no entendía nada. ¿Por qué lloraba si había ganado? Luego se lo explicaron». Su familia, sus padres (Cipri y Ana), su esposa (María) y sus dos hijos –uno recién nacido– son el motor del 'Gorrión'. El combustible para su alegría. «Ven que cada día lucho, que lo doy todo. Puede que no me vean logrando triunfos, pero desde luego no me verán nunca rendirme. Yo nunca dejaré de luchar», jura. Por eso peleará hasta el final con el francés Bouchard –líder actual– la clasificación de la montaña. Les separan apenas seis puntos y restan aún dos grandes etapas repletas de puertos. «Ufff. Subir con el maillot de lunares al podio de Madrid sería..., perdón por la palabra, sería la hostia».
El foco mediático se ha fijado en él cuando ya tiene 31 años. La rueda de prensa posterior a su victoria en Javalambre le concedió un premio extra: el cariño del público. Pocas veces se escucha a un deportista tan cercano, abierto y entrañable. Emocionó a los espectadores con su manera de ganar y más aún con sus declaraciones. Su humor. Es de esos tipos que contagian la felicidad, la mejor de las plagas. «Es que soy un poco como Bielsa –exentrenador del Athletic–, me pongo a hablar y no paro, ja, ja. Desde ese día la gente me quiere mucho. En fin, yo soy así. Lo que se ve», dice. En aquella rueda de prensa reclamó, medio en broma, a su mujer que tras aquel éxito le dejara comprarse la 'playstation4'. Enamoró a los micrófonos y al público. Pase lo que pase esta semana, es ya uno de los personajes de la Vuelta.
Su padre, muy aficionado al ciclismo, le animó a apuntarse en el club ciclista Besaya. Más que pedalear, al crío le gustaban más los helados que daban tras los paseos en bici. Hasta que, ya cadete, ganó la Klasika Primavera de Amorebieta. Eso, el sabor del triunfo, sí le enganchó. A 50 metros de su casa vivía Fernando Ateca, figura clave del ciclismo cántabro. Federativo, promotor de carreras y equipos, Ateca llevó de la mano a su joven vecino.
«Recuerdo que una vez le dije que el récord de victorias lo tenía un tal Óscar Freire. Y me contestó que lo iba a batir él». Casi. En su segundo año como juvenil se llevó quince carreras. Y como Sub'23 venció en la Vuelta al Goierri y en una etapa en el Circuito Montañés. «El día anterior a su triunfo llegó reventado a la meta de Santo Toribio de Liébana. Tuvimos que apoyarlo en una tapia. Ni se sostenía. Le dije que estuviera tranquilo, que ya nos íbamos al hotel. Me respondió que al día siguiente iba a ganar. Era la etapa 'reina' y lo hizo», recuerda Ateca, que le consiguió un hueco en la plantilla del Caisse d'Epargne en 2009 al lado de Valverde y 'Purito' Rodríguez, dos de sus ídolos junto a «Vinokourov, que era muy combativo». Madrazo le imita. No para. Brinca sobre la mesa del ciclismo internacional en busca de migas de oro. De los lunares del maillot de la montaña.
«Valora más la felicidad que el dinero», le define Ateca. Y la amistad. Cada vez que le recuerdan su victoria en Javalambre, la comparte con sus compañeros. «Es de todos. Ellos dejan de meterse en fugas para protegerme», agradece. Eso sí, con humor: «Aunque bueno, el otro día, cuando hubo esa caída masiva en la parte delantera del pelotón, ya les dije que por ir conmigo rezagados se habían librado del golpe, ja, ja». La alegría del 'Gorrión de la Vuelta'.
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