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La segunda etapa de la Vuelta salía de Hertogenbosch, la ciudad donde nació El Bosco, el pintor de 'El jardín de la delicias'. Cuadro magnético, lleno de misterio en un tumulto de personajes. También un sprint es un remolino de ciclistas y circunstancias. La colocación, ... la velocidad, el riesgo, la tensión, la suerte... Sin un equipo dominador y tras un zigzag de curvas que deshilachó todas las estrategias, el danés Pedersen quiso imponer su potencia desde lejos. Rezagado aún, San Bennett venía a vueltas con sus dudas. Lleva tiempo sin pegada. Su compañero Van Poppel le gritó. Ven. Le sacó de su ensimismamiento y le colocó delante, frente a la pancarta final en Utrecht. «Estaba nervioso. No iba pendiente de los demás, sino de si yo tendría otra vez punta de velocidad», contó Bennett. La tenía. Y ganó por delante de Pedersen, Merlier y Mike Teunissen, el nuevo líder.
Sam Bennett, que ha vencido en Roma en el Giro y en París en el Tour, quiere ganar en Madrid. A eso ha venido a la Vuelta. Y a recuperar el nivel perdido tras su traumática salida del equipo Quick Step, de donde se fue al Bora entre descalificaciones de su entonces mánager, Patrick Lefevere. Bennett, irlandés nacido en Bélgica porque allí se ganaba la vida su padre como ciclista, renació en Utrecht. En el podio se cruzó con Teunissen, vestido de rojo. El neerlandés disfrutaba del regalo de los otros ciclistas del Jumbo. «No estaba en el plan, pero esta mañana me han dicho que me metiera en el sprint para intentar ser líder por los puestos», confesó. Obedeció y así sustituye a su compañero y compatriota Gesink. El Jumbo de Roglic hace, de momento, lo que quiere en la Vuelta. Dos días en Países Bajos y dos ciclistas locales al frente de la clasificación general. Teunissen ya fue maillot amarillo en el Tour. El rojo será «especial». Lo paseará en casa, en la tercera y última etapa holandesa ante de volar a Vitoria. «Uffff. Va a ser un gran día», anticipó.
Eso mismo dijo Pau Miquel antes de partir desde Hertogenbosch. Estudia Psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona. Defiende que la mente da tantos pedales como las piernas. Es de esos jóvenes que ni pestañean ante un objetivo. Es su primera Vuelta y el debut también de su equipo, el Kern Pharma. Cumplía además 22 años. Por eso, ante de salir anunció que iban «a pasar grandes cosas». Determinado, saltó a por la fuga inicial de esta edición, la que componían dos ciclistas de la tierra, Julius Van den Berg y Jetse Bol, junto al guipuzcoano Xabier Mikel Azparren y el francés Thibault Guernalec. Miquel, ganador del Memorial Valenciaga y de la Copa de España sub'23, iba para jugador de baloncesto. Su padre, un loco del ciclismo, subió al chaval en una bicicleta. Ahí sigue. Tiene otro padre, el deportivo. Es navarro: Manolo Azkona. Al inicio de los años noventa montó un club ciclista y le puso por nombre 'Galibier', el puerto del Tour del que estaba enamorado. Azkona había sido un apañado ciclista amateur. Hasta el equipo KAS se fijó en él. Pero una vértebra abierta en la espalda le apartó de ese destino. Aunque no del todo. Por su 'Galibier' han pasado varias generaciones de ciclistas, incluidos Carapaz, Soler y Amador. Siempre soñó en alto con tener el mejor equipo del mundo. Sueño a largo plazo. Tres décadas después, el proyecto de Azkona se llama Kern Pharma y se estrena en esta Vuelta con ciclistas tan atrevidos como Miquel.
Si al catalán le viene la vocación ciclista por vía paterna, Azparren rebobina un eslabón más, hasta su abuelo Javier, que no pudo ser corredor porque en casa daba más dinero su trabajo como repartidor. Dejó la bicicleta por la furgoneta. Como Azkona, que pasó años al volante de un camión. De ese pasado vienen Miquel y Azparren. Pero ya se sabe que cada corredor tiene su historia y que ya en carrera no hay clemencia.
El pelotón nunca concedió a la escapada más de un par de minutos. Sobre carreteras llenas de carriles-bici, la fuga se consoló con puntuar en el primer puerto de la Vuelta, la cota de Amerongse. Van den Berg se llevó ese premio. Poco después, el equipo Alpecin se cargó la fuga de los cinco en medio de un paisaje plano y ante un público masivo que estrechaba la calzada. El Alpecin, patrocinado por un champú que cuida el cabello, les quitó a los fugados los problemas de alopecia. Les cortó la cabeza. Protegía a su velocista, a Tim Merlier. Otra historia.
En 2019, Merlier era un ciclista sin equipo. Tenía que correr con un maillot negro. Le hicieron hueco en el Corendon, antecesor del Alpecin, y ganó el Campeonato de Bélgica en 2019. Sus compañeros, sobre todo De Tier, se vaciaron para atrapar la fuga de Miquel y Azparren, y luego la de Luis Ángel Maté, el corredor marbellí del Euskaltel al que tanto le duelen los incendios de su paisaje preferido, la Sierra Bermeja. Prometió que plantará un árbol por cada kilómetro escapado. Camino de Utrecht inició la reforestación con 20 kilómetros. No alcanzó la meta, pero sí dejó en el aire su mensaje antes de que Valverde se cayera sin consecuencias y antes de que la victoria se jugara en la suerte del sprint, donde levantó los brazos el que menos creía en sí mismo, Bennett. De nuevo en su jardín.
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