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El pelotón, enfilado, a su paso por el alto de Candina, con Oriñón al fondo.

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El pelotón, enfilado, a su paso por el alto de Candina, con Oriñón al fondo. Alberto Aja
Ciclismo | Vuelta a España

Cantabria sale a la cuneta con mascarilla

La Vuelta aparca las montañas y muestra Cantabria por toda la orilla

MARCOS MENOCAL

Sábado, 31 de octubre 2020, 07:55

Los ánimos suenan roncos tras una mascarilla. Pero a la pasión basta con amordazarla para que se haga más fuerte. La nueva normalidad se dio la vuelta para seguir reinventándose y Cantabria exprimió el jugo cómo pudo al mejor ciclismo del mundo. De Castro Urdiales a Suances fue por toda la orilla, agasajada por esa nueva sintonía de apoyo afónico que ya es más habitual de lo que se desea. La décima etapa de la Vuelta se la quedó en exclusiva la región y aunque las cunetas se quedaron huérfanas de todo el cariño concentrado que sus gentes le tienen a este deporte, a la ronda no le faltaron guiños en los 185 kilómetros de repechos y tachuelas que superaron los ciclistas. «Cantabria no sólo son montañas», decía Ángel Madrazo. Ni mucho menos. Muestra un botón.

El sol le debía una a Cantabria desde que estrenó Los Machucos, cuando la niebla no permitió exhibirse del todo al coloso. Este viernes la tierra y el mar se la cobró con creces. Primero Oriñón, después Laredo, Noja, Pedreña y Astillero decoraron con su costa el preámbulo antes de atravesar Torrelavega, Cabezón de la Sal y salir de las montañas para regresar a la costa por Comillas y Tagle hasta llegar a Suances. «No es lo mismo, pero la gente lo está disfrutando», aseguraba Rober, junto al Restaurante La Dársena, en el puerto castreño. Las terrazas colgaron el cartel de no hay billetes. «Buenos, tenemos, diez mesas y sólo podemos utilizar cuatro. Es lo que hay», decía el propietario del bar de al lado. 'Menú del día. Catorce euros. Con marmita', se puede leer en una pizarra. En el quiosco «me piden periódicos», señala Óscar, mientras coloca la prensa. Buena noticia. Una cinta separa a los ciclistas de la afición, que a su vez se separan como pueden para guardar esos dos metros de distancia que son ya ley. En la frutería Costra «se ha multiplicado la venta de plátanos», advierte la dueña que ve cómo le han robado la calle.

Encabezan la caravana 42 coches y cuarenta motos. Luego... los ciclistas. Atraviesan la tierra de Severiano Ballesteros (Pedreña), la de Paco Gento (Guarnizo) y la Óscar Freire (Torrelavega). «Si es que Cantabria es muy grande», recuerda Madrazo a la prensa extranjera que se arremolina en la salida. Vaya tres.

A diferencia de la niebla de Los Machucos en 2017, ayer el sol permitió exhibir los paisajes costeros de la región

Aura, Juancho, Aura Angélica y Fer, cuatro hermanos ecuatorianos despliegan la bandera de su país para animar al líder. «Richard, Richard...», gritan tras la mascarilla a la altura de Elechas.

Se oye el ruido de los helicópteros en lo alto volando cerca de los acantilados que dibujan la costa, mientras el pelotón deja a un lado el monasterio de Cóbreces, la Colegiata de Santillana del Mar... La luz del día se tiñe de tarde mientras en las cunetas se espacian los aficionados. El mar en la playa de Los Locos protesta con bravura. Las salidas de la autopista hacia Santillana y Suances están cerradas para evitar atascos. En las ventanas de las casas disfrutan del paso de la Vuelta sin bajar a pie de pista. Los aparcamientos de los restaurantes están más vacíos que otras veces. «Es una pena. Casi no nos damos ni cuenta», lamenta Juanjo, en Viveda. Igual que en Suances, donde en las terrazas solo había sillas. Una lástima que la nueva normalidad obligue a contener la pedalada. Aún así, Cantabria siempre sorprende. Cambio de líder. Otra más.

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