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A sus 16 años y con una muy buena planta de ciclista, propia de estos tiempos –alto y fino a más no poder–, Marcos esboza una sonrisa pícara. «Sí hombre, ya le he dejado atrás. Muchas veces», señala entre risas. «Subiendo puertos se queda de rueda». Pero en un sprint... «Todavía no». El chaval, en categoría juvenil y que también levanta los brazos en las metas tras exhibir punta de velocidad, habla así de su padre, que en la tija del sillín de su bici tiene los colores que en el ciclismo se denominan arcoíris. Ahí se sienta un campeón del mundo. A esa banda de colores le acompaña un número. '3'. Tricampeón. Y eso son palabras mayores. De sus 46 años, Óscar Freire lleva ya una década retirado, pero esa clase costará mucho perderla. Aún da para ganar a Marcos en un sprint improvisado.
Pero la propuesta de El Diario para ambos velocistas lo complica todo. Tras los preparativos en Bárcena de Pie de Concha, junto al campo de fútbol del Torina, arranca al poco la subida al Pico Jano, el final de la sexta etapa de la Vuelta a España. Mañana, jueves. La primera llegada en alto de la ronda española y una cima inédita. Unos respetables 12,6 kilómetros de subida, al 6,5% de pendiente media y con rampas máximas del 12%. El tricampeón mundial torrelaveguense no tiene dudas sobre el estreno del Pico Jano en la Vuelta. «Ahí se verá sobre todo quién no puede ganar la Vuelta. No decidirá el ganador, pero sí el que no la gana».
Una temperatura de lo más agradable y un cielo nubladete acogen en Bárcena –este pasado lunes– los preparativos. Mateo Freire, hermano e hijo, asiste divertido a la escena. «Yo le doy al rugby», señala a sus 13 años. El reto es importante para el Freire ya retirado y para el Freire juvenil, al que en sus carreras aún no le colocan 'puertacos' de semejante calibre. Ambos inician un pedaleo de lo más ágil para salir de Bárcena camino de la carretera que se empina. Al levantar la vista al cielo, las sensaciones no son buenas. «Va a haber niebla», augura Óscar. Padre e hijo conocen la subida, aunque no se han prodigado en exceso en ella. Marcos es «la segunda vez» que la encara. «La he subido entrenando», reconoce, para progresar en la faceta de escalador. «Ahora creo que paso bien las montañas», añade alguien con todo el futuro por delante. «Ojalá pueda llegar a ser como mi padre. Por lo menos llegar a ser ciclista. Y divertirme con lo que haga». Salvo alguna pequeña regañina –«pero solo para que aprenda»–, papá Freire «no da mucho la brasa» como gran maestro ciclista. «Me ayuda y me enseña. Pero siempre a favor».
El primer kilómetro del Pico Jano es más o menos asequible. Por debajo del 5% de pendiente media. Pero luego, la cosa se complica. Al 8,4%, al 9,2 –el máximo–, al 9,1... Casi tanto como el tiempo. Las nubes que se veían a lo alto desde Bárcena ya se ven tan cerca que ambos ciclistas se meten en una lluvia fina. Aunque la temperatura es buena. El campeón de casi todo empieza a analizar el puerto. «Es una subida muy constante. Hemos hecho una primera parte de unos dos kilómetros y medio. Hay un pequeño descanso que prácticamente no se nota. Y luego llega a una pendiente de entre el 9 y el 10% hasta la presa. Antes de ella hay un rellano, el único descanso de toda la subida. Y luego ya se afronta la última parte, que es la que han asfaltado. Es en la que se va a pegar. Sobre todo, de cara a la general. Los favoritos van a esperar a esos últimos dos o tres kilómetros de subida».
Las vistas de toda la zona quedan para otro día. Porque la nube que envuelve todo el Pico Jano es cada vez más densa. Algún coche que viene en sentido contrario obliga a ponerse en guardia y a interrumpir la sesión de foto y vídeo de Óscar y Marcos, que en alguna ocasión le pide a su hermano Mateo que le haga un vídeo con el móvil. Por suerte, el piso no está mal, aunque algún paso canadiense que cruza la carretera, que con la lluvia resbala más que una pista de hielo, hace pinar las orejas durante unos segundos. «Es una subida un poco parecida a la que podemos encontrar en el Tour de Francia, pero con una carretera mejor asfaltada», añade Óscar Freire.
Quien conoce las montañas cántabras, sea como ciclista o senderista, tuerce el morro al ver algo así. Al llegar a la zona del Portillo de Jumedre, cerca de la mitad del puerto, la niebla se torna casi en un muro de color blanco. No se ve nada. Junto a otro paso canadiense, con una barrera cercana, se intuyen rampas de hasta el 12%. Pero se impone la prudencia. Cerca de la mitad del puerto, lo más sensato es regresar.
Cantabria ya suma otro puerto más a la nómina de llegadas posibles para la Vuelta. Y la relación ya va siendo de lo más interesante. Al 'bombón' de esa Peña Cabarga de la que no se quiere abusar como final –rampas durísimas y al lado de Santander–, o a la dureza de Los Machucos, por citar alguno de los finales más reconocidos de los últimos tiempos, se suma desde mañana el Pico Jano. Sin las rampas imposibles de Cabarga, la dificultad vendrá sobre todo por la longitud. En esos 12,6 kilómetros de ascensión, con rampas máximas del 12%, hay terreno de sobra para expresarse como escalador. El primer kilómetro, al 4,7%, sirve como aperitivo para los cuatro siguientes, los más duros, con el tercero como el más exigente –9,2% de pendiente media–. El asunto suaviza hasta llegar al embalse de Alsa, el descanso que hay antes de comenzar el tramo nuevo asfaltado y que llevará a los ciclistas durante otros cuatro kilómetros –el máximo, al 7,6% de desnivel medio– hasta el embalse del Mediajo, donde estará la meta.
«Hemos intentado llegar a la cima y no ha podido ser. Prácticamente no se veía ni a diez metros. Según nos acercábamos a la presa, no se veía. Hemos decidido bajar. Como vivimos en Cantabria, te puede tocar un día bueno o un día como el de hoy –por el lunes–. Y ahí el problema también va a ser el puerto anterior. Al final Pico Jano es sólo de subida, pero toda la bajada de Brenes es muy complicada, tiene un par de curvas peligrosas. Y la aproximación al Pico Jano es una carretera estrecha, con alguna subida. Me imagino que siendo la primera etapa de montaña, va a ser muy nerviosa».
Como si fuese un sprint en los que Óscar Freire –y ahora también Marcos– encontraba caminos imposibles, el tres veces arcoíris incide en ese comienzo del Pico Jano. «Ya en la aproximación, se enfila el grupo y va a llegar a los primeros 500 metros muy estirado, se va a romper. Y el que va mal colocado pierde muchas opciones». El torrelaveguense augura diferencias en el estreno del Pico Jano en la Vuelta. «Es un puerto que probablemente no es de los más duros de la Vuelta, pero puede ser de los que más diferencias marquen. Es muy regular, en el que si te sacan un poco de punto pierdes mucho tiempo. No es el típico puerto al 16%, que si te quedas no pierdes ni 30 segundos. Aquí cuando te quedas, puedes perder mucho tiempo. Aquí se decidirá quién no puede ganar la Vuelta. Yo seguro que no, ¿eh ? Me ha costado como nunca subir esto», afirma entre más risas.
De vuelta en Bárcena, el tricampeón mundial comprueba que aún está muy presente en el recuerdo. Una aficionada habla con él desde un coche que se detiene. «Yo subía menos por aquí. Tiraba más para Reinosa», apunta con una gran sonrisa Freire. El espectáculo de la Vuelta en el Pico Jano abrirá una vía de lo más interesante en toda la zona. «Para los cicloturistas va a ser algo bonito, porque se pueden comparar en este tipo de puertos con los profesionales. Que haya llegadas así hace que venga mucho más turismo, que durante el año se acerquen cicloturistas para ver qué tiempo hacen», concluye.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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