Secciones
Servicios
Destacamos
J. GÓMEZ PEÑA
Viernes, 19 de agosto 2022, 21:33
Primoz Roglic aprendió en los saltos de esquí, su anterior oficio, a ser un muelle. Como uno de esos muñecos a los que si los golpeas vuelven a erguirse sobre un resorte. Se cae en el Tour y se levanta en la Vuelta. Es su ... viaje habitual. Le ves en el suelo, molido a golpes y, de repente, ya está en pie. Parece que los reveses le hacen aún más fuerte. No puede una y otra vez con el Tour y no deja de acumular Vueltas. En Utrecht, en la contrarreloj por escuadras inicial de esta edición, dejó claro que va a por la cuarta. Y dejó, líder agradecido, que su compañero Robert Gesink cruzara el primero la meta ante sus entusiastas y multitudinarios vecinos neerlandeses. El Jumbo, el ejército que conquistó el Tour, ha comenzado a invadir la Vuelta. En París fue con Vingegaard y camino ya de Madrid, con Roglic.
Siempre conviene estar bien acompañado. También en el ciclismo. Si en tu equipo ruedan búfalos como Dennis , Teunissen, Harper y Affini, te sientes dentro de una estampida. En el Jumbo, además, hay una manada de técnicos sacándole punta a cada detalle. Que el azar apenas tenga espacio. Y si, encima, a ese andamiaje se le añade un líder que no duda, tan determinado como Roglic, la ecuación suele cuadrar. Eso sucedió en los 23 kilómetros urbanos, a trozos húmedos, de Utrecht. Dicen que esta ciudad universitaria es el cerebro de Países Bajos. El Jumbo es el ordenador central ahora en el ciclismo.
En poco más de veinte minutos de esfuerto total, Roglic distanció a todos: El Ineos de Carapaz y Carlos Rodríguez se dejó 13 segundos. Catorce perdió Evenepoel (Quick Step). Los demás ya cedieron más de medio minuto: Simon Yates (BikeEchange), a 31. El UAE de Almeida y Ayuso, a 33. El Bora de Hindley, a 41. El Bahrain de Landa, a 42. El Movistar de Mas y Valverde, a 43. El Astana de 'Superman', a 46... Y el EF de Urán y Carthy, a 1 minuto y 19 segundos. Nada se sabía de Roglic tras el accidente en el Tour que le abolló dos vértebras en la espalda. Ya se sabe que viene bien acompañado a su cuarta victoria consecutiva en la Vuelta.
Utrecht, la única ciudad que ha visto salir al Tour, al Giro y a la Vuelta, fue una fiesta. La del Jumbo. La de Roglic y la de Gesink, el largo neerlandés de 36 años antiguo ganador del Circuito Montañés en 2006 y promesa incumplida del ciclismo de Países Bajos. Su historia está escrita, como la de Roglic, con todo en contra. Era bajito. No valía para el deporte. Con 12 años dio el estirón y comprobó que su falta de habilidad se notaba menos sobre una bicicleta, el vehículo más usado en Países Bajos. Ingresó en el Rabobank como gran esperanza y no cumplió. Demasiadas caídas. El tiempo le obligó a reconvertirse en gregario, en imprescindible para líderes como Roglic. El esloveno le pagó en Utrecht al cederle el primer maillot rojo de esta Vuelta. Abona su lealtad.
A la contrarreloj por equipos ya no la quiere nadie. Casi ha desaparecido del calendario. Es compleja en su preparación y bella en su desarrollo. Obliga a equipos, técnicos y corredores a realizar un trabajo conjunto, de precisión. ¿Cómo ordenar a los ciclistas en la hilera? ¿Cuántos segundos tirar cada uno por relevo? ¿Quién afronta mejor las curvas? ¿Cómo evitar que los más fuertes ahoguen a sus compañeros menos dotados? El Tour y el Giro han ido olvidando esta especialidad y la Vuelta no la sacaba del arcón desde Torrevieja en 2019. Pero es una especialidad a reivindicar. Incluso por historia.
Está en la Vuelta desde 1942, desde la cuarta edición. Era una carrera pobre en un país roto tras la guerra civil. Los organizadores pidieron socorro a los equipos de fútbol para que montaran estructuras ciclistas. Así se apuntaron los 'amarillos' del Deportivo de la Coruña' y los azulgrana del Barça. También había formaciones patrocinadas por marcas comerciales, como los 'granates' de Michelín y los 'encarnados' de Cinzano... Nadie en la España de Franco se atrevía a crear un equipo de 'rojos'.
Pero aquella edición, como la anterior, la ganó un represaliado, Julián Berrendero, que tras llevarse la etapa 'reina' del Tour de 1937 y regresar, tras la guerra civil, a España fue detenido y trasladado al campo de concentración de Espinosa de los Monteros. Año y medio encerrado en condiciones miserables. Un sargento lo sacó de allí. «Pensé que me iban a fusilar», contó Berrendero. Y no. El militar, antiguo ciclista, le conocía, le idolatraba. Y le soltó: «Julián, tendrás hambre... ¡Hacerle un par de huevos con patatas!».
Berrendero se ganó la vida desde crío recogiendo pichones en las cacerías. Se hizo ciclista en carreras ilegales. Si las ganaba, cobraba. Superviviente. En la primavera de 1941 le devolvieron la licencia y se impuso en la Vuelta de ese año y también en la siguiente, la que estrenó la contrarreloj por equipos. Aquella etapa se disputó entre La Coruña y Santiago de Compostela, de 63 kilómetros. Venció el Barça, pero ni así impidió el dominio de Berrendero, el 'negro de los ojos azules'.
Así fue la primera contrarreloj por equipos de la Vuelta, En la última, Gesink se ha vestido de líder con el permiso de quien le manda, Roglic, el campeón que siempre se levanta. Sobre todo, en esta carrera.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.