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Iñaki Izquierdo
Sábado, 26 de agosto 2023
La Vuelta salió desde el aire, unos palmos por encima de la arena de la playa del Somorrostro y del agua del mar. De una plataforma transparente sobre seis patines catalanes, sencillos botes que por no tener no tenían ni timón, se gobernaban con el ... movimiento del cuerpo del patrón y se usaban para ir a bañarse mar adentro, lejos de las aguas contaminadas de la orilla. La primera etapa de la Vuelta no fue precisamente una travesía de placer por el Mediterráneo.
Hacía meses que no llovía en Barcelona, pero las nubes descargaron un océano sobre las calles de la Ciudad Condal. No solo eso, apagaron la luz. Todo estaba preparado para un final maravilloso con el brillo anaranjado de la puesta del sol, pero la etapa acabó de noche, con los últimos equipos guiándose por las luces de los coches y las motos. Desde la victoria de Raúl Alcalá bajo una tormenta que daba miedo en la Clásica de San Sebastián de 1992 -el año de los Juegos Olímpicos de Barcelona, precisamente-, no se recordaban unas imágenes así de ciclistas engullidos por la oscuridad. Mediada la etapa se hizo de noche, lo que favoreció a los primeros en salir y deparó una sorpresa del tamaño de la montaña de Montjuïc con la victoria del DSM, que colocó de líder al italiano Lorenzo Milesi. Las centésimas dejaron sin victoria al Movistar, en el mismo segundo que los ganadores. Un triunfo de los telefónicos no habría sido una sorpresa de menor calibre que la victoria del DSM.
Los ciclistas no se mojaron los pies con el agua del Mediterráneo pero se empaparon con la lluvia que acompañó a la etapa. Las manos tuvieron casi tanta importancia como las piernas en la pista de patinaje de Barcelona. Navegó mejor que nadie sobre las aguas el DSM, que se vio muy favorecido por el mal tiempo, pero también anduvo mucho. El primer líder es Lorenzo Milesi, que parece poca cosa con los nombres que hay en carrera pero no es uno que pasaba por ahí. El ciclista lombardo, de 21 años, llega a la Vuelta tras proclamarse campeón del mundo contrarreloj en categoría sub-23. El chaval es rápido.
Junto a un mar Mediterráneo que arde, la Vuelta comenzó bajo la lluvia. Los operarios se afanaban con una mopa para secar la plataforma de salida, brillante como un espejo, como los lujosos relojes suizos que patrocinan el cronometraje. Espaldas dobladas y mopas para secar el suelo al paso de las figuras, toda una metáfora, un augurio de lo que iba a pasar.
El ciclismo es un deporte de alpargata, calzado poco propicio para los días de lluvia. El asfalto mojado siempre es un riesgo, y más si no es una carretera sino el alquitrán de calles con todas sus líneas, señales, paradas de autobús y pasos de cebra, con la suciedad acumulada de meses sin llover. Salían los equipos y seguían pasando la mopa. Primó la prudencia. En algunos más que en otros.
Donde más, en la cabeza de los corredores del Jumbo, el equipo que más tenía que perder al contar con dos líderes. Roglic y Vingegaard rodaban sobre todo a cola de su formación, fiándose de la rueda de sus compañeros, que trataban de imaginar el camino entre las luces. Al final, los neerlandeses se dejaron 32 segundos y fueron el peor equipo de los que aspiran a la general.
Cedieron 26 segundos ante Remco Evenepoel (Soudal), que llegó a la meta soltando espuma por la boca: «No soy el mono del circo», quejándose de que no se puede correr de noche. Y tiene razón. Lo que pasa es que un 26 de agosto no estaba oscuro a las nueve en Barcelona desde hace décadas.
Barcelona, ciudad de literatura, quiso hacer un guiño a su pasado colocando la plataforma justamente en la playa del Somorrostro. Campamento de chabolas y de emigrantes del sur que llegaban a Cataluña con su idioma, su pobreza arrasadora y su identidad tan lejanos, «era un asentamiento gradual y de eterna provisionalidad al que se accedía superando montañas de latas y olor de albañales», de desagües, escribe Lilian Neuman. Duró cien años, hasta que en 1957 desapareció de un día para otro por una visita de Franco. Allí nació Carmen Amaya, en la comunidad gitana que vivía en aquellas arenas inhabitables sin luz, agua ni ninguna otra cosa. Desapareció el barrio, pero no su memoria, que despreció Josep Pla pero cantó Juan Marsé en 'La oscura historia de la prima Montse'. Allí se dirimían también algunos de los amores interclasistas de 'Últimas tardes con Teresa'.
La contrarreloj por equipos es una modalidad de ricos, con sus bicis carísimas, sus buzos de miles de euros, sus tubulares de seda y su tecnología de vanguardia. La lluvia impidió que el pelotón World Tour, con tantos recursos, pudiera expresarse en toda su arrogancia. No pasa nada, pese a la furia de Evenepoel. A partir de hoy, el ciclismo volverá a ser el deporte de pobres de siempre.
Vingegaard y Roglic -quién sera Pijoaparte y quién Teresa dentro de tres semanas- rodaron juntos y el conflicto interno, si lo hay, comenzará a perfilarse cuando llegue la dureza, a partir del lunes, en Andorra, donde medio pelotón correrá en casa, tal es el número de profesionales residentes en el Principado por las ventajas de todo tipo que ofrece, incluyendo las deportivas.
La Vuelta se atrevió a adentrase en el Somorrostro y la etapa salió de barrio, de listos, de pillos, de valientes, de hambre y viveza. No de relojes caros y ropa buena. De supervivencia. La historia del ciclismo. La vida misma.
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