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"El problema de la violencia en el fútbol base es que los insultos se han normalizado"

"El problema de la violencia en el fútbol base es que los insultos se han normalizado"

Entrenadores, árbitros y psicólogos de Cantabria reclaman medidas para frenar esta "lacra", que en la región apenas registra casos "puntuales"

Víctor Puente

Viernes, 24 de marzo 2017, 07:27

Saludos al rival y al árbitro antes y después del partido

  • para el año que viene

  • La Federación Cántabra de Fútbol pondrá en marcha la próxima temporada una serie de medidas para erradicar la violencia de sus estadios de fútbol base. Una de las más llamativas será la obligatoriedad de que todos los jugadores tendrán que saludar al rival y al árbitro antes y después de cada partido. Además, el organismo que dirige José Ángel Peláez ya tiene todo listo para poner en marcha una escuela de padres, en la que los progenitores puedan formarse en materia de comportamiento cívico en los estadios. «En Cantabria no se han dado casos graves y los que se han producido han recibido duras sanciones. Tenemos que erradicar entre todos la violencia de los campos de fútbol base porque estamos dando la imagen de que todo en el fútbol se arregla con gritos y peleas. Los valores del deporte deben ser otros», subraya Peláez.

La vergonzosa batalla campal, a puñetazo limpio, que protagonizaron el pasado fin de semana los padres de los futbolistas de un partido de infantiles en Mallorca ha vuelto a reabrir el debate sobre el comportamiento que han de tener los progenitores cuando van a ver a sus hijos a los estadios. Que si «no has metido la pierna», que si «el árbitro no tiene ni idea de pitar», que si «el entrenador no pone a mi hijo»... Cualquier acción o decisión que ocurra en el campo es carne de cañón de las críticas más feroces de los cientos de futbolistas frustrados que habitan las gradas de cualquier campo de fútbol español.

Según el comité cántabro de árbitros, de los 400 partidos de fútbol base que se juegan cada fin de semana en la región, los casos de violencia en las gradas son puntuales. La Federación Cántabra de Fútbol corrobora las explicaciones del colectivo arbitral al reconocer que «hemos tenido algún caso puntual de manera testimonial».

Pero haberlos haylos. Y eso basta para tener que estar en alerta por si en algún momento a algún aficionado, ya sea padre, madre o simple espectador, se le cruzan los cables. «Es cierto que se palpa una tensión contraída en las gradas y al más mínimo gesto la gente salta». Lo afirma Adolfo Vázquez, presidente del Comité Cántabro de Árbitros, a quien le llama «poderosamente la atención ver a adultos llegando a las manos delante de niños pequeños».

Aunque se trata de un problema «crónico», los entrenadores no terminan de acostumbrarse a vivir con la incertidumbre de que en cualquier momento, «no a muy tardar», se vuelva a producir una trifulca en las gradas. ¿Y eso? Árbitros y entrenadores apuntan a la misma razón para intentar entender el comportamiento de algunos espectadores.

Los primeros, en boca de su presidente, notan que «hay una crispación social importante que desemboca en los terrenos de juego, donde los padres sueltan su frustración semanal».

Los entrenadores afinan algo más su crítica hacia la grada al afirmar que el problema de la violencia en el fútbol base es que «se ve como normal que se insulte a un árbitro, a un niño o a un entrenador». De ello da fe por haberlo vivido en primer persona Txema Bahillo, técnico del cadete del Nueva Montaña, quien reconoce que a este problema, que siempre ha existido en el fútbol, ahora «se le da más bombo» por la repercusión que tiene en las redes sociales.

Otro que también se ha visto implicado en una batalla campal sin comerlo ni beberlo es Loren Manchado. Antes de ser entrenador del cadete del Marina Sport, llevaba a un equipo de fútbol base de Salamanca que se vio implicado en una trifulca en la que jugadores y padres acabaron lamiéndose las heridas. «Tan preocupante son los insultos que se escuchan en un campo de fútbol como el hecho de que nadie diga ni haga nada. La violencia verbal que hay en un campo de fútbol es terrible», lamenta.

Pablo Bárcena, entrenador del alevín del Bezana, no echa toda la culpa de esta «lacra» sobre las espaldas de los padres, a los que sí reprocha «el cometer el error de querer que sus hijos sean como Messi o Cristiano Ronaldo». En su opinión, el problema parte de la raíz del balompie español. «Aquí el fútbol base está montado para verlo como una competición y ese es el principal problema. Se hacen clasificaciones, hay ganadores, perdedores, los propios compañeros se pelean por marcar el mayor número de goles... En vez de fomentar los valores y pensar en que el chaval se divierta. Sólo se generan conflictos».

Y para entender todos esos conflictos qué mejor que recurrir a un experto psicológico para entender los motivos que llevan a algunos padres a ofrecer bochornosos espectáculos delante de sus hijos.

Isabel Díaz, psicóloga del deporte y profesora de la Federación Cántabra de Fútbol, esboza ese perfil. Ella los ve como personas que en su vida cotidiana tienen rasgos impulsivos y de no tolerancia a la frustración. Además, influyen los niveles educativos del sujeto y sobre todo las expectativas tan equivocadas que tienen puestas sobre sus hijos. «Les tratan como futbolistas profesionales cuando en realidad son niños. Y les exigen que ganen y compitan como si fuesen adultos», explica Díaz. En su opinión, este tipo de personas pierden la perspectiva de que a esas edades los niños practican fútbol para jugar, no para ganar o perder». Y lo que es peor. «Para un niño estar expuesto a la violencia ejercida por sus padres puede generarle algún tipo de ansiedad e incluso problemas para dormir».

No ver los entrenamientos

¿Y no hay solución para acabar con esta lacra en los campos de fútbol? «Lo ideal es la prevención y tanto los clubes como las federaciones ya están tomando medidas preventivas y sancionadoras», asegura la psicóloga de la Federación Cántabra.

Uno de los que ya hace estos deberes es el Marina Sport. Fermín Collazo, el coordinador de la base, puso en marcha la temporada pasada una medida un tanto controvertida. Prohibió a los padres de sus futbolistas acudir a ver los entrenamientos de sus hijos. «El niño no desarrolla igual todo su potencial cuando tiene al padre encima y además el entrenador se siente un poco coaccionado». Asegura que le va bien.

En otras comunidades autónomas se está barajando la posibilidad de que los padres incívicos no acudan a algún partido, una medida que ven con buenos ojos desde Cantabria. «A lo mejor sirve para que reflexionen y piensen en lo que están haciendo mal», opina Collazo. Dialogar con los padres, insistir con las normas de convivencia en los estadios o dar más potestad a los árbitros, son otras de las ideas que proponen desde el fútbol cántabro.

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