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El gol que marcó de cabeza el guardameta Jaan Philip Tear bien podría valerle la permanencia al Rayo Cantabria.
Guantes con olfato de gol
Fútbol

Guantes con olfato de gol

Jaan Philip Tear, portero sueco del Rayo Cantabria, marcó de cabeza el gol que dio en la última jornada el empate a su equipo ante el Albericia

MARTA CEBALLOS

Sábado, 6 de mayo 2017, 08:21

El Rayo Cantabria se encontraba como aquel que se debate entre la vida y la muerte cuando apenas le queda un hilo de esperanza. El descenso acechaba sobre el Juan Hormaechea cuando los rayistas perdían por un gol a cero frente al Atlético Albericia. El árbitro del partido añadió treinta segundos de descuento y los locales mandaron el balón a córner. Ahora o nunca. Eso es lo que pensó Rafael de la Peña, entrenador del Rayo Cantabria, cuando decidió mandar a su portero subir al área rival para rematar el saque de esquina. Jaan Philip Tear (Estocolmo, Suecia, 1998) no sabía, mientras cruzaba el campo, que iba a protagonizar la jugada de la jornada, e incluso de la Liga.

«Oí algo de un rechace. El míster quería que yo saliese del área y volviese a entrar. Eso fue lo que hice. Despisté a mi marca y estaba libre para rematar». Lo que nunca se imaginó es que el balón que le puso su compañero Perri en la cabeza iba a terminar en gol. La hazaña ocurrió y la euforia se desbordó entre los blanquiazules. Todos querían abrazar a Jaan Philip. «Fue increíble. Un poco como un sueño. Sólo recuerdo sentir el balón golpear mi cabeza y después ver que había entrado. ¡Me volví loco!». Tanto que el árbitro le mostró la cartulina amarilla por quitarse la camiseta mientras celebraba con los suyos el tanto que alejaba al Rayo del descenso. Está a cuatro puntos a falta de dos jornadas para que termine la Liga. Y es en eso precisamente en lo único en lo que piensa ahora el guardameta sueco. «Cabeza fría y a pensar en los dos partidos que nos quedan». El Rayo tendrá que intentar dar la sorpresa ante el Racing B y la Gimnástica, y que el Revilla, equipo que ocupa la primera plaza de descenso, no lo haga ante Siete Villas y Laredo.

Se salve o no el equipo, lo que nadie podrá quitar ya a Jaan Philip es el antológico gol que marcó el pasado fin de semana en el campo Juan Hormaechea de Santander. Un gol que recuerda al que Andrés Palop, por entonces guardameta del Sevilla, anotó hace diez años al Shaktar ucraniano y que supuso el pase del conjunto hispalense a los cuartos de final de la antigua UEFA. Una historia, la de la última jornada de Liga en Tercera, más que añadir a la errante vida futbolística de Jaan Philip. Todo comenzó cuando tenía tres años. A esa edad ya tenía muy claro que iba ser portero de fútbol. Sus primeras patadas, o mejor dicho, sus primeras paradas, se las hizo a su hermano Zlatan, que también llegó a militar en el Rayo Cantabria. Le mandaba ponerse a pararle los tiros. «Lo de los goles prefiero dejarselo a él. Por algo se llama Zlatan», comenta entre risas, en clara alusión al delantero del Manchester United, Zlatan Ibrahimovic.

Desde que aquellos primeros tiros, Philip y Zlatan apenas se han separado. El joven portero nació en Suecia pero a las dos semanas se fue con su familia a México. Luego a Suiza, Malasia, Inglaterra, Alemania, Canadá, vuelta a Suecia, y el pasado mes de agosto aterrizaron en Cantabria. Todo un trotamundos del fútbol a sus 19 años. Pero su juventud no es impedimento para tener claros sus objetivos: «Jugar en la Liga Española o en alguna de las mejores del mundo. Incluso poder llegar a la Champions», confiesa.

Su presente está en Cantabria y se lo debe a su hermano. «En Suecia estaba en un equipo que no era para nada malo, pero quería mejorar como jugador. Para poder hacerlo creí que lo mejor era salir de mi país e ir a un lugar donde el fútbol sea superior». Zlatan, su hermano, vio un anuncio para que ambos mejoraran su nivel de castellano, llamó y de paso convenció a Jaan Philip para probar en el Rayo. Ocho meses después de su llegada a Cantabria, más que el idioma, se ha atragantado con las lesiones. «En mitad de la pretemporada sufrí un accidente doméstico y me corté un tendón del pulgar. Después, contra el Racing B, me llevé un golpe que me tocó dos costillas y el riñón y estuve dos meses sin jugar». Casi nada para este trotamundos. Pero el sueco logró superar el bache con la ayuda de sus compañeros, a los que Jaan Philip define como «una gran familia». Motivo más que suficiente para devolver ese cariño en forma de paradas. Y también de goles pero en la portería contraria.

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