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Hace año y medio, cuando el mundo prestaba atención a un único problema, la pandemia por covid-19, Hamadou Bamba Wade (Saint Louis, 1996) y 50 chavales más del noroeste de Senegal se subieron a una patera dispuestos a pasar por una larga penitencia sin apenas garantías de éxito. La ruta canaria fue aquel año la más letal. Por cada 26 personas que consiguieron desembarcar en el archipiélago en 2020, una murió en el intento. Pero arriesgar su vida por mejorar la de su familia entraba dentro de los planes de Bamba, que después de seis días y seis noches logró pisar tierra firme en Gran Canaria. «No tuve miedo, viajé tranquilo e ilusionado. Estaba contento, solo quería llegar aquí y poder cambiar de vida. Mejorarla. Allí dejé a mis tres hermanos y a mis padres», explica con claridad, a pesar del poco castellano que le ha dado tiempo a aprender. De las Islas Canarias lo trasladaron con Cruz Roja a Asturias y de la comunidad vecina a Cantabria, donde ingresó en el Centro de Migraciones de Torrelavega.
En aquel cayuco que partió del puerto de Guet Ndar lleno de caras conocidas y en el que no había lugar para equipaje, solo para la comida justa, Hamadou trajo algo imprescindible para él: la pasión por el fútbol.
Lejos de señalar a Messi o a Cristiano Ronaldo, o incluso Maradona, como los mejores jugadores del mundo, Bamba dice que su equipo es el Chelsea porque allí jugó David Luiz, un defensa brasileño al que admira por su «buen carácter y porque es un poco loco en el campo. Además, juega como defensa y mediocentro, como yo». Un estilo que durante sus años en el club de fútbol Espoir, donde Bamba jugaba en Saint Louis, siempre intentó poner en práctica.
Al poco de llegar a Torrelavega y con el mono de esa adrenalina que da el fútbol, Hamadou y sus compañeros del centro decidieron organizar pachangas en el barrio de La Inmobiliaria. Con tan buena suerte que alguien vio ese juego sólido y bueno ténicamente que Bamba aprendió de David Luiz y que llegó a oídos del presidente del Club Olimpia (Alfoz de Lloredo), Emilio González.
«Jugaba en el campo con mis amigos y me preguntaron si tenía equipo aquí, en Cantabria. Dije que no y me pasaron el contacto de mi 'padre', que me preguntó si quería jugar con ellos. Le dije que sí porque aunque estoy aquí para trabajar, también quiero disfrutar del fútbol. Y a Emilio gracias porque él es todo...». Bamba quiere emplear adjetivos, muchos, para describir el profundo agradecimiento que siente por Emilio desde que llegó, pero aún no conoce demasiadas palabras, así que lo mira fijamente y le sonríe: «Es mi padre español». Ya está todo dicho.
«Empezó a entrenar con nosotros dos días a la semana y cuando consiguió los trámites de residencia le hicimos la ficha para que pudiera jugar federado. Comenzamos siendo compañeros en el Olimpia y ahora somos buenos amigos. He podido conocer más detalles de su vida en Senegal y de su anterior club de fútbol, el Espoir», explica Emilio González, que además de dirigir el equipo de Alfoz de Lloredo, también es responsable de nutrición deportiva en Decathlon. «Conocí a su anterior director deportivo, Gora, que me explicó la situación en la que entrena su club. Así que se me ocurrió hacer una campaña solidaria para donar material deportivo con la ayuda de la empresa en la que trabajo, jugadores del Comillas, de la Gimnástica y también del Ayuntamiento de Alfoz de Lloredo, que se encargó de los gastos de envío», cuenta González.
Dicho y hecho. El 28 de enero llegaron a Saint Luis los paquetes desde Cantabria con 25 pares de botas, petos, una escalera de entrenamiento, balones, tres silbatos, cronómetros e incluso bufandas del Olimpia como gesto de hermanamiento.
Bamba ya tiene el NIE (Número de identificación de extranjero) y ahora su próximo objetivo es conseguir lo que se conoce como 'tarjeta roja', que nada tiene que ver con una falta grave en el campo, sino con el derecho a tener una cuenta bancaria en España, recibir una tarjeta sanitaria o la asignación de un médico de cabecera. Después de seis meses, si la resolución juega a su favor, podrá trabajar. Y no le hará falta buscar un puesto porque Emilio ya le ha conseguido dos ofertas. «Durante este tiempo en el centro de Torrelavega he hecho un curso de construcción y ya tengo el nivel A2 y B1 de español», dice Hamadou sacando pecho.
El futbolista africano está ya completamente integrado a la vida en Torrelavega, por donde se mueve en bicicleta; en el equipo de fútbol de Alfoz de Lloredo, al que acude con un compañero que le pasa a recoger en coche; y ya está totalmente acostumbrado a la gastronomía española -«la primera vez que la probé no me gustó nada porque los sabores son muy distintos a los nuestros, pero ahora el dulce me encanta», señala Bamba-. Sin embargo, hay algo que le sigue llamando poderosamente la atención: «La gente aquí no tiene tiempo».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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