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«¡Bastante teníamos nosotros con jugar contra el Barça!», exclama Tuto Sañudo al recordar aquella noche del 30 de octubre de 1982 en los viejos Campos de Sport. Pero no, no era suficiente. A los Quini, 'Lobo' Carrasco, Schuster o el cántabro Marcos Alonso, una tropa ya temible, la lideraba el 10. Diego Armando Maradona, quien vio, llegó, marcó y venció a orillas de la Segunda playa de El Sardinero el mismo día de su 22 cumpleaños. Su única, pero brillante, huella en tierras cántabras.
El estadio estaba lleno para ver al equipo culé y al astro argentino. ¿Espectadores? A saber. En aquella época no había ni tornos ni sistemas similares. Los que quepan. Algo así. Hasta una gallina encontró acomodo en el recinto. Algo tradicional en las incursiones barcelonistas en Santander. «¿Qué relación existirá entre el Barça y las aves de corral? Cada año, cuando nos visita el cuadro catalán, salta a la cancha una gallina ¿Será que sus cacareos estimulan a los jugadores blaugranas?», se cuestionó el cronista de El Diario Montañés, Juan Antonio Sandoval.
Pero el gallo era Maradona. El imán de todas las miradas y los focos. Y el 'Pelusa' no defraudó a la parroquia racinguista, que presenció la goleada recibida por su equipo (0-4), pero puede presumir de haber visto en directo jugar al diez.
El argentino llevó el partido a su terreno cuando el reloj alcanzaba la media hora de juego. Maradona avanzó como una bala por el centro y soltó un duro disparo. El meta hondureño Arzú sólo jugó diez partidos con el Racing, pero podrá decir que lo hizo contra semejante máquina. El arquero rechazó el golpeo y Quini, atento, hizo el 0-1. A la segunda, el 'Diego' no iba a perdonar. Siete minutos después, su tiro, casi calcado, se fue al poste antes de besar las redes.
¿Cómo parar semejante recital? «Ese día le cubrimos todos un poco», rememora Sañudo. Rodeado y, a la vez, imposible de frenar. Lo que después copió Oliver Atom en los dibujos japoneses. Los intentos tácticos del míster racinguista fueron en vano. En el minuto 24, Maradona la volvió a liar. «En sus quiebros quebró (la redundancia es válida) a defensas, a Arzú y yo creo que hasta el público ubicado en la tribuna norte, nunca mejor llamada tribuna de gol. De golazo, diría yo, porque Marcos, tras la genialidad maradoniana no tuvo más que empujar el balón». Carrasco hizo el cuarto casi con el pitido final. Ya poco importaba.
El público cántabro premió a los suyos con aplausos de consuelo, por el ingrato esfuerzo ante semejante despliegue y despidió al cuadro visitante con palmas de admiración. Un grupo de críos saltó al terreno de juego. Todos ellos en la misma dirección. Hacia el '10'. Unos podrán decir que le vieron. Otros, que incluso llegaron a tocarle.
En aquel partido, un chavaluco de veinte años vivía su cuarta presencia como verdiblanco. En la caseta, Francisco Mora, el entrenador, se le acercó y le dijo: «Vicky, tú le sigues donde vaya. Le marcas al hombre. Donde vaya». Y hay quien dice que «en el descanso hubo que cogerle de la camiseta para que viniera al vestuario del Racing, porque casi se mete en el del Barcelona», recuerda Ángel Blanco Pastor, 'Gelucho', con la flema cómica que siempre le acompaña. «Ya en el túnel de vestuarios nos intimidaba», añade el defensa.
Y así fue. El bisoño Vicky persiguió al astro argentino por todo el campo sin ningún éxito. «Fue imposible. Era otra historia», señala. «Fue un sábado. Partido televisado. Llovía y el campo estaba embarrado, pero dio igual. Era imposible cogerle. Tenía un cambio de ritmo espectacular. Jamás vi algo igual», rememora el centrocampista al que le encomendaron «bailar con la más fea». La pequeña estatura del 'Pelusa' quedaba en mera anécdota «cuando le mirabas las piernas. Las tenía robustas. Era pura potencia cuando arracaba».
Aquella noche en los viejos Campos de Sport nadie quería perderse a su Racing jugando contra el Barcelona del '10'. Lo del barro era ya casi una costumbre. «Nosotros, siempre que hacía así, jugábamos con los tacos de aluminio más grandes que había y cuando le vi saltar al campo con tacos de goma dije: 'Este se va a resbalar, fijo'», explica Vicky, al tiempo que suelta un suspiro. ¡Qué equivocado estaba el canterano! El genio de Buenos Aires «pisaba firme y no se fue al suelo por más que le agarrábamos. Si es que pegaba a la pelota de una manera que sonaba diferente». Más tarde fue Jorge Valdano el que se llevó los honores por la frase, pero el racinguista que mas cerca estuvo aquel día –«bueno cerca, cerca...»– ya lo adelantó al acabar el partido. «Llegué a la caseta y lo comentábamos todos... Si es que parecía de dibujos animados. Conducía la pelota y la llevaba pegada al pie».
Por la otra banda, la izquierda del Racing, jugó los últimos minutos del partido Gelucho. Salió sustituyendo a Villita, que cayó lesionado. «Entonces se daban patadas de verdad, no como ahora, y me impresionó. No le podíamos parar. Es que ni nos acercábamos», explica el siempre divertido y carismático zaguero. Aquel día, Maradona prometió atender a los medios de comunicación que acudieron al estadio. Tardó en salir porque estuvo poniéndose hielo para paliar un golpe –de entre tantos– que recibió en el césped. Restó importancia y dijo que «fue un lance más». «El chico lo hizo sin maldad». Recordó que no estaba al 100%, porque se recuperaba de una lesión en el aductor. En el partido de vuelta, en el Camp Nou, en 1983, ganó el Racing 0 a 2, pero no jugó el astro. Se recuperaba de otro golpe, esa vez de Andoni Goikoetxea, que le rompió el tobillo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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