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Aser Falagán
Santander
Jueves, 7 de diciembre 2023, 19:17
«Cuidado con los de Sarón», bromean un par de paisanos en la calle Rualasal a una cuadrilla de chavales que charla con ellos mientras ... el cielo amenaza lluvia. La bufanda rojiblanca les delata y preguntan por otra parada técnica antes de caminar hacia El Sardinero –van en sentido contrario–. Son casi las cinco de la tarde y para entonces unos cuantos vizcaínos conocen Sarón. Los más de 300 que han ido desfilando por el pueblo en un guiño a todo el Valle de Cayón. Ya que han salido de excursión en el puente, qué menos que visitar el pueblo del partido que debió, pero no pudo ser ahí.
Ya antes de mediodía se dejaban ver bufandas del Athletic en el Buda y otros locales del pueblo. También en el Fernando Astobiza, que recibió la visita de 'athleticzales' para conocer el campo en el que no dejaron jugar al Cayón... o para recordarlo, porque algunos de ellos ya estuvieron el verano pasado en el amistoso que enfrentó a los vascos con el Racing en unas instalaciones con encanto, pero sin iluminación artificial. Podían haber sido muchos más, de no ser por el enroque de la televisión y la Federación. También hubo quien respondió al guiño que llevaba dos semanas lanzando el club y pasó por Sarón, pero en busca de algo más de ambiente enfiló después hacia Santander. Tras pasar, eso sí, por casa de sus verdaderos anfitriones, aunque no tanto tiempo como el que hubieran propiciado otras circunstancias.
Tuvieron incluso la compañía de algunos futbolistas, caso de Hitoshi, que se acercó desde la casa del abuelo del preparador físico, donde vive, para ver el ambiente en un día mágico para todos, pero también para él, un japonés que se armó la maleta para buscarse la vida en el fútbol modesto europeo. A cambio se hizo con una de la bufandas conmemorativas que ha encargado el club para celebrar su emparejamiento con quien fue el Rey de Copas.
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Mientras, y a pesar del día plomizo, Santander se iba poblando de la hinchada del Botxo en un día extraño; de laborable entre festivos y puente y con sabor a fútbol, pero sin el Racing. Un día de visita para el Athletic e histórico para Cayón en el que la capital cántabra ejercía solo como amable anfitriona, entre la curiosidad y el ánimo de unirse a la fiesta.
«Está muy bien, pero esto no es lo mismo. Ha venido gente a comer y todo muy bien, pero este partido lo tenían que haber jugado el miércoles por la mañana en Sarón», reflexionaba un hostelero de Peña Herbosa. Algunos aficionados vascos llegaban bien entrada la tarde; desde Bilbao y también desde Castro y Laredo, pero otros habían desembarcado ya por la mañana en los dos puntos de encuentro: el santanderino y el cayonés. Así hasta llegar a los aproximadamente 4.000, entre los visitantes, que poblarían la grada local. Incluso burgaleses, sobre todo del norte, desplazados, que no han olvidado sus raíces. En esa zona el Athletic también tira mucho y unos cuantos cogieron el coche hacia los Campos de Sport.
Había, eso sí, algo diferente en el ambiente. Mucha hinchada vasca en Cañadío pese a que en pleno jueves el Ventilador y el Canela aún no habían abierto. Pero no tanta como en los partidos de Liga. Mucha más en El Sardinero, donde se sentía más aún el olor que rezuma el fútbol de la grandes tardes de rivalidad del norte, aunque el Cayón fuera un festivo y orgulloso advenedizo. Algo distinto tanto a un día cualquiera como a los fines de semana de fútbol incrustado en ese limbo que deja siempre un 7 de diciembre empotrado entre dos fiestas.
Hacia las cinco de la tarde el puñado de aficionados de los leones que aún rondaba por el Buda pudo ver llegar a los futbolistas del Cayón al Fernando Astobiza. Alguno ya había salido a echar un ojo por la mañana, pero ya les tocaba trabajar. De ahí a la Posada Semilla, en Santa María de Cayón. Parada técnica para coger fuerzas, aislarse para el partido y enfilar en el autobús hacia Santander, a donde llegaron muy poco después de las siete de la tarde.
Para entonces el centro neurálgico ya estaba repartido. Uno en Cañadío, donde la afición vasca se dejaba oír, y mucho, en la cara más bonita y festiva del fútbol. «Id con prudencia, que no sea que luego no os enteréis del partido», sonreía una cajera en el supermercado de al lado a una pequeña cuadrilla que había parado a comprar avituallamiento. La chavalada se despedía devolviendo la sonrisa con un 'agur'. La otra, en los alrededores de los Campos de Sport. Con vascos, –muchos– cayoneses y la marea santanderina que de semivacaciones también había hecho ganas de fútbol. Y sed de Primera División, que al final era lo que traía el Athletic, desde hace muchos años. Una sed que se intensifica cuando se espera que quede poco para saciarla.
Más de 13.000 personas en total, para casi abarrotar las zonas del estadio –no todas– abiertas al público. Un partido, por cierto, declarado de alto riesgo, como se dejaba ver en lo cerrado de las taquillas de los Campos de Sport, solo habilitadas para atender incidencias, y en los coches de policía que patrullaban el centro y El Sardinero en una afortunadamente innecesaria tarea sin ninguna incidencia.
Allí continuó la fiesta mientras se abrían las puertas del estadio para ese partido, sirva la insistencia, que debía haberse jugado en Sarón. Pero por un momento los santanderinos, o casi todos, se transformaron en cayoneses para hacer piña.
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Ana del Castillo
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