!['Kiko', el guardián de los secretos](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2023/12/05/89692598-ketF--1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Es un tipo tranquilo, de andares y gestos pausados. Trastea de un lado a otro, sin prisa, ordenando, doblando, colocando... Inmerso en una rutina tan interiorizada que es ya casi mecánica después de dieciséis años haciendo lo mismo casi a diario. José Ramón Solórzano (Santander, ... 1960) es el utillero del Cayón desde hace un puñado de años, pero la mayoría de la gente le conoce como Kiko. «Todos me llaman así. Me lo pusieron de mote cuando estuve en el camión», cuenta. Era camionero y tras jubilarse cambió el volante y la cabina por las camisetas, toallas, medias y botas. Y también los calzoncillos, claro.
Hay unos que destacan sobre el resto. Pulcramente doblados en el banco frente a la taquilla 14 pueden verse unos boxer grises y en la goma acierta a leerse 'Athletic Club'. «Alguno es especial y tiene unos gayumbos especiales», dice echando una mirada pícara por encima de las gafas. «Es de Turrado», aclara. Efectivamente. Y además está marcado, porque puede leerse un «T.14» en uno de los laterales escrito en negro con rotulador indeleble. «Ha puesto su número, pero no me hace falta que lo ponga. Sé que es de él. Imagino que se le ponga el jueves. Tiene su técnica», comenta riendo. El calzoncillo se quedó olvidado este verano en los vestuarios del Fernando Astobiza cuando el Athletic disputó allí un amistoso de pretemporada contra el Racing. «Se lo dejó algún jugador y Turrado se lo agenció», revela Kiko, que además de este guarda otros muchos secretos. «Es que cada uno tiene sus cosas, ¿sabes?», dice mientras busca las llaves de las taquillas. «No te asustes de cómo está esto, ¡eh!». advierte.
La que primero encuentra es la de la 14. Es la de Turrado y en la parte interior de la puerta se aprecia una pegatina de Rüdiger, el defensa del Real Madrid. «A veces me pierde alguna cosa y tengo que andar todo el día detrás de él, pero es muy buen chaval. Despistado, pero buen chico», dice con cariño. Muy cerca está de la Chili. «Es de los más veteranos», explica. «Está bonita porque tiene a la cría». Es una foto un bebé. Su hija pequeña con la camiseta del Cayón y el número '8' a la espalda. «Algunos tienen aquí más ropa que en su casa. Igual tienen cuatro o cinco pares de botas. Yo eso no se lo toco, que luego me ponen peguillas», ríe.
Canturrea sosegadamente las tareas de su día a día mientras va señalando cada bolsa, cada cesta, cada caja. No se le pasa nada, ni un detalle. «Recojo todo lo de jugar. Las equipaciones de los equipos que hay aquí. Cadete C, Cadete A, Cadete B, Juvenil A, Juvenil B, Preferente y el primer equipo», enumera. «Pero la ropa de Segunda RFEF va a la oficina», dice señalado en otra dirección. «Lo lavamos, recojo todo otra vez y se lo coloco para el siguiente partido. Pero también hay que ocuparse de la ropa de entrenar, que vienen cuatro día a la semana a las 19.30 horas», explica mientras muestra los uniformes que tiene ya doblados. Algo que contrasta radicalmente con el paisaje que se dibuja sobre los bancos. Medias esparcidas, botas embarradas, camisetas... «Es que ayer (por el domingo ) jugaron en casa», argulle con tono de disculpa.
Jugaron y muy bien, además. El Cayón ganó al Racing Villalbés. Para ir calentando motores y hacer frente al Athletic. «A ver, todo se puede intentar. También no dan nada por nosotros en la Segunda RFEF y hemos ganado 3-0. Para motivar, que nos hacia falta una victoria», exterioriza Kiko. Él, que todo lo ve y todo lo escucha, conoce como nadie qué ambiente reina en el vestuario en la espera del gran día del Cayón. «Muy contentos. Es una oportunidad para disfrutarla porque se lo han ganado peleando en el campo», asegura con convicción. «Están como una piña, como siempre. Claro, eso es lo bueno de los equipos así, que más que mucha categoría de jugadores somos como una familia», confiesa con orgullo. «Y hacemos alguna barbacoa o vamos a una casa rural o comidas o cenas...», explica.
Le da pena que el partido no se haya podido disputar en el Fernando Astobiza. «Te gustaría jugar en tu campo. Pero hay que ser realista. El problema es que el aforo, las luces... tiene que estar todo el mundo sentado y cuando llegases aquí a 5.000 entradas te iban a hacer cerrar la puerta y dejar a la gente en la calle. Eso es más triste todavía», admite. El Sardinero ofrece otras ventajas. «Más entradas y más dinero, que tenemos el presupuesto más bajo de la categoría», se lamenta. Y otra más. «A Luis (Fernández) siempre le ha dado suerte El Sardinero y también se lo merece. Es una grandísima persona», dice soñando con que el Cayón obre un milagro. Y cuando se le pregunta cómo lo celebrarían si ganan responde raudo: «Pues con un fiestón. Se puede caer el pueblo».
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