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BORJA CAVIA
Vioño
Lunes, 14 de noviembre 2022, 01:00
Vioño hervía de fútbol una hora antes del pitido inicial. El club que aglutina a la mayor parte del fútbol base de Piélagos congregó a los chavales de las categorías inferiores para, ataviados de camisetas, bufandas y banderas, dar color a las gradas supletorias ubicadas ... en La Vidriera. Antes habían recibido a sus héroes cual partido grande. Que es lo que era el de este domingo. A las 10.00 horas de la mañana en las puertas del Complejo Deportivo solo cabían los colores blanco y verde de los cientos de niños allí congregados y de muchos aficionados que llenaron el aire de humo.
Con ambiente mediterráneo en un día de fútbol norteño, por el estadio aparecieron camisetas que evocaban fases de ascenso, partidos históricos y otros hitos de la entidad. Todo era poco para buscar un hito que nadie veía imposible. Y es que el '¡Sí se puede!' fue el grito de guerra de un graderío volcado con los suyos desde el calentamiento. El público llegado de Miranda, en aproximadamente medio centenar, se tomó el compromiso de manera más relajada. Casi como una excusa futbolera para conocer mundo.
Antes de empezar el duelo la tensión se palpaba en la grada. Llegaban las autoridades, el público se ubicaba y las gargantas se tomaban un respiro antes del comienzo de la batalla. Cuando el colegiado Galech Apezteguía daba la orden de saltar al campo la grada se ponía en pie. Llegaba la hora. Los primeros minutos fueron de expectación, de incertidumbre. Hasta que el Mirandés asustó, Palazuelos marcó en fuera de juego y el Frente Los Boinas tomó el mando para alentar a sus jugadores. A esa hora el campo ya estaba lleno con casi 2.000 espectadores e incluso el templete de la música situado al lado de la bolera del complejo estaba lleno.
Los goles visitantes enfriaron el ambiente, que no la ilusión. Porque incluso en el descanso, con el pase de ronda cuesta arriba, la grada creía. El paso de los minutos en la segunda parte silenció incluso a los Boinas, que necesitaban un estímulo para volver a la acción. Llegó con un disparo que se fue al córner, pero que alentó el tramo final del choque. Botes, bufandeo y gritos para reclamar que, aunque el partido no iba bien, la fiesta no la estropeaba nadie.
Llegó la ola, se unieron los seguidores del Mirandés y solo el pitido final acabó con un sueño que hizo vibrar el pueblo durante varias horas y que se transformó en una traca final con cánticos, fotos, aplausos y reconocimientos. Sobre todo reconocimientos para un grupo de jugadores que han puesto a Vioño en el panorama futbolístico.
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