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A Jimena Cabrero de la Llama (2001, Santander) siempre le gustaba acodarse en la valla del campo de fútbol para seguir de cerca los entrenamientos de su hermano. Hacía ballet y estudiaba piano. También jugaba al baloncesto y destacaba lanzando a canasta. A Eva Diez ... Lois ( 2001, Santander), en cambio, lo del balón le llegó por aproximación. La gran mayoría de su pandilla eran niños y todos futboleros, así que un día llegó a casa y le dijo a su madre: «Mamá, quiero apuntarme a un equipo de fútbol». Al poco tiempo ya corrían detrás de una pelota en el colegio; la primera, con el equipo de Los Agustinos, y la segunda con el de los Escolapios. Lo suyo es un idilio pasional con el balón.
Han pasado ocho años desde que se empeñaron en ponerse unas botas. Les duró poco lo de ser rivales. Pronto acabaron en el Monte, en la selección sub 12, desde entonces como un par de siamesas. Tanto es así, que en agosto se marchan juntas a Estados Unidos becadas por la Universidad Georgia State, donde continuarán con sus estudios y con la práctica del fútbol. «Al principio me llevé las manos a la cabeza. No me lo podía creer, no quería... Pero ahora estoy tremendamente ilusionada», asegura Jimena. La agencia de representación AGM (Zaragoza) se puso en contacto con su padre y le ofreció la posibilidad de conseguir una beca, en la que se incluía el 100% del desembolso que supone el traslado -manutención, estudios universitarios, residencia, gastos personales...-. «Pasé dos exámenes, el SAT y el TOEFL, a través de los cuáles miden tus conocimientos en matemáticas y en inglés y entregamos unos vídeos en los que enseñábamos nuestras aptitudes deportivas», explica. A partir de entonces, varias universidades entablaron contacto con Jimena. A medida que las candidatas van pasando la selección, las instituciones, a su vez, van ofreciéndoles servicios y comodidades para poder contar con ellas. El mismo proceso, de forma paralela, completó Eva, a quien también fue su padre la que le metió 'en canción'. «Alberto (W Agencia) se puso en contacto con mi padre y me lo dijeron. A mí me gustó la idea mucho». Y como el destino es caprichoso cuando quiere, de repente: «¿Conoces a Jimena Cabrero?» La Universidad de Georgia, en Atlanta, incluyó a ambas en el proceso de selección y surgió la posibilidad de que las dos cruzaran el charco de la mano. «Sabíamos que las dos estábamos preparando todo para conseguir la beca, pero no que la misma universidad nos quisiese a las dos», recuerda Eva con gusto. A Jimena le entraban miedos y a Eva dudas con el lugar al que acudir. «Cuando nos enteramos nos hizo una ilusión y llamamos sin perder el tiempo. Fue una gran noticia», coinciden.
Se marchan el próximo mes de agosto y la beca que han obtenido sufraga alrededor de los 50.000 euros anuales -serán tres años- que acarrean los gastos estudiantiles, la residencia en la que se alojarán, la manutención así como los desembolsos -comida, transporte, material...- que se deriven de su estancia y, por supuesto, de su práctica deportiva. «Está supeditada a jugar al fútbol», señala Eva, como es evidente. Vivirán en el campus universitario, donde estudiarán y entrenaran. Existen algunas subvenciones del mismo tipo que no comprenden el 100% «pero en este caso, las dos vamos con todo pagado», indican. Al margen de la asignación oficial, las dos recibirán alrededor de unos 800 dólares mensuales, «pero -añade Jimena- es un dinero que va destinado al pago de unos seguros que son indispensables allí».
Ahora están más tranquilas y expectantes, pero fueron días de nervios. Viajaron a Barcelona, Oviedo y Bilbao. «Tuvimos que examinarnos. Eran viajes relámpagos. Íbamos en el fin de semana y volvíamos a todo correr. Los estudios, el fútbol, los viajes... No dábamos a basto», explica Eva, que admite que «mis padres se han involucrado mucho. Y también un primo mío que es el que me ha hecho los vídeos para mandarlos a las universidades. Se han sacrificado mucho para llevarme de un sitio a otro».
Lo mismo confiesa Jimena, que reconoce que «mi hermano y mis padres se han encargado de todo. Yo estudio segundo de bachiller y entre los exámenes del instituto, los de la beca, entrenar... Ellos han recopilado las imágenes y han estado en contacto con las universidades».
Ahora cuentan los días para viajar. Mientras tanto apuran sus estudios y la Liga con el Monte, en la segunda categoría nacional, en la que terminaron en el noveno puesto con 32 puntos. No ocultan que no haya un día que no se interesen por el lugar que será su hogar los próximos tres años: «Está cerquita de Florida y hace calor en verano y me han dicho que frío, pero no mucho, en invierno», explica Eva, que agradeció en el alma la elección de Georgia. «Había una universidad que quería contar conmigo, pero era al norte y seguro que en invierno...».
No tenía muchas ganas de jugar con gorro y guantes. Para Eva, lo de salir fuera no era una opción, más bien un deseo. «Yo sabía que en Santander no me iba a quedar. Si quería seguir jugando al fútbol y estudiar iba a tener que salir, pero no pensé que tan lejos», admite. En cambio, para Jimema será toda una experiencia: «Que venga Eva, que podamos estar juntas después de toda la vida siendo compañeras es genial. A mí me ha animado mucho», señala.
Jimena se inclinará por Administración de empresas, mientras a Eva le va algo relacionado con la Biología. Son vasos comunicantes; para mantener la beca hay que triunfar en los estudios y en el deporte, en ambas por igual. No se concibe la una sin la otra. Se han informado, y aseguran con gusto. «Hemos visto los campos de fútbol llenos: el seguimiento del fútbol femenino que se hace en Estados Unidos es mayor. Tenemos ganas de vivir algo así». Jimena destaca que en aquella Liga «las españolas están bien vistas» por la tradición que llevan consigo. «Nos tienen como jugadoras técnicas. Allí se lleva más el físico, así que lo que quieren es que aportemos lo que por España es más normal».
Ellas han vivido el despegue del fútbol. Cuando empezaban, con apenas seis años, era muy frecuente «ver llorar a los niños porque las niñas les ganábamos», asegura Eva. Las dos charlan entre sí y se recuerdan mil anécdotas en sus innumerables tardes de fútbol. «Ya no se escuchan desde la grada barbaridades ni tampoco es noticia ver a una niña jugando en un equipo de niños. Antes se llevaban las manos a la cabeza». Las dos son pioneras. Juntas fundaron el Monte, el primer equipo de chicas que se creó en Cantabria. Ambas acudieron a la selección cántabra cuando se estrenó. Y en pareja se marcharán en verano a la Universidad de Georgia a estudiar y jugar al fútbol becadas. Unas revolucionarias pegadas a una pelota.
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