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P. Ríos
Barcelona
Jueves, 19 de noviembre 2020, 18:42
A las 03:30 horas de la madrugada española del martes al miércoles, Leo Messi era un hombre feliz que acababa de completar un buen partido con Argentina en Lima, donde se impuso por 0-2 a Perú en las eliminatorias sudamericanas de clasificación para ... el Mundial de Catar 2022. A las 19:30 horas de la tarde del mismo miércoles, Messi volvía a ser una persona enfadada que nada más pisar Barcelona soltaba otra indirecta a un club que intentó dejar en septiembre con un burofax, pero en el que se vio obligado a quedarse hasta el 30 de junio de 2021, la fecha en la que acaba un contrato que tras este nuevo incidente nadie espera que renueve. A lo largo de su carrera la paz y la alegría las encontraba vistiendo de azulgrana mientras que irse con la albiceleste se convertía a menudo en un martirio. A sus 33 años, las cosas han cambiado. En su país todavía no ha ganado ese gran título que se le reclama, pero ha aprendido a convivir con ello y disfruta del último intento. En el Barça lo ha conquistado todo, individual y colectivamente, y se ha cansado, quiere decir adiós y ya no lo disimula.
¿Pero qué pasó en esas 16 horas para que su estado de ánimo cambiara tanto? No es que existan demasiadas ilusiones para convencerle de que firme su último contrato con el Barça, pero por lo menos se le ve implicado en el proyecto de Ronald Koeman, con menos brillo y menos puntería, pero dispuesto a ayudar. Con Argentina tampoco marcó ni asistió, pero lideró a la selección de Lionel Scaloni con su fútbol y atendió a los medios de comunicación en el césped tras el 0-2 mostrando su compromiso con la albiceleste. «Vendré siempre que me llamen, estoy contento en la selección», proclamó. En Barcelona, saliendo de la terminal de vuelos privados hacia el coche, sus palabras caminando fueron otras: «La verdad es que estoy un poco cansado de ser siempre el problema de todo en el club».
En medio, 15 horas de vuelo y una propina inesperada tras el aterrizaje: un inspector de Hacienda no le dejó bajar del avión durante una hora investigando y haciendo preguntas. Messi ya salió enfurruñado y se encontró en la nube de periodistas con las clásicas cuestiones buscando polémicas de cualquier tipo que normalmente no contesta: «¿Qué te parecen las frases del entorno de Griezmann?». Y esta vez, caliente como iba, picó. Y con su respuesta salpicó al club, que esta vez poco tenía que ver en el asunto. De hecho, ni Griezmann tiene nada que ver ya con Eric Olhats, quien hace cuatro años que no es su representante y que hace unos días culpó a Messi del fracaso, hasta ahora, del francés en el Barça.
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Fue una reacción gratuita que Messi pudo ahorrarse, pero que en el fondo aporta luz antes del 1 de enero, fecha en la que ya tendrá permiso para negociar con otro club para irse en junio. El 24 de enero serán las elecciones a la presidencia del Barça y los precandidatos, todos, aseguran que intentarán retenerle, pero puede que sea un farol porque saben que económicamente es inviable. Messi ya no quiere rebajarse ahora el sueldo un 30%, como le va a pedir la junta gestora. Y difícilmente renovará a la baja. En la prensa inglesa aseguran que el Manchester City irá a por él pagando en enero, algo un poco raro teniendo en cuenta que en julio le saldrá gratis, pero en cualquier caso la renovación de Pep Guardiola hasta 2023 es un primer paso para seducir a Messi.
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