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El Real Madrid recrudeció en Vallecas las malas sensaciones que venía dejando en las últimas semanas. La derrota frente al Rayo, la primera que encajan en lo que va de Liga, prolonga la racha negativa que abrieron los blancos con su patinazo en el ... penúltimo encuentro de la fase de grupos de la Champions ante el Leipzig. A ese traspié siguió un polémico empate contra el Girona, un contundente triunfo en la máxima competición continental frente a un rival propicio como era el Celtic y la señalada debacle contra el cuadro franjirrojo de una escuadra que presenta notables grietas en defensa y a la que el síndrome de Qatar está pasando factura, tras un comienzo de temporada imperial.
«Llegamos justos porque hemos jugado demasiados partidos. No estamos frescos como lo estábamos antes, cuando el rival además como este te presiona. El momento no es tan bueno como el de antes. Seguimos en la lucha para todo. Decepcionados, pero la Liga es muy larga», analizaba Carlo Ancelotti una vez consumada la floja actuación del Real Madrid contra el Rayo.
Como ya hiciera después de las tablas ante el Girona, el técnico rechazó que el descenso en las prestaciones de sus pupilos esté relacionado con la inminente disputa del Mundial, pero la conexión es evidente. Los blancos, que volaron en los dos primeros meses de la campaña con un poderío físico abrumador y una extraordinaria variedad de recursos, se han visto superados en las últimas semanas por adversarios con mucho más empuje porque sus figuras tienen la cabeza puesta en la Copa del Mundo. Existe miedo a que una lesión les aparte de la cita y regulan sus esfuerzos para llegar en las mejores condiciones posibles a un torneo con el que sueña cualquiera.
De ahí que Benzema permanezca entre algodones por una presunta fatiga muscular, pese a que el delantero francés sí arriesgó en el pasado cuando arrastraba problemas físicos. Nadie puede acusarle de falta de compromiso, sobre todo teniendo en cuenta que sigue jugando con un dedo lisiado porque no quiso dejar tirado a su equipo en peores circunstancias, pero de no mediar la irrupción del Mundial en menos de dos semanas, es más que probable que no se hubiese perdido tantos partidos. Y el efecto de sus ausencias es palmario.
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Tres de los cinco resbalones que contabiliza el Real Madrid en lo que va de campaña se han registrado en días en los que Ancelotti no tenía disponible al '9'. De los ocho partidos en los que Benzema ha estado en el dique seco, los blancos han ganado cinco, han empatado uno y han perdido dos. En los doce en los que sí estuvo sobre el césped, su equipo solo cedió tablas ante Osasuna y Shakhtar.
Nada sorprendente, puesto que el actual Balón de Oro es la clave de bóveda del sistema ofensivo del Real Madrid. Nadie puede engrasar el ataque del catorce veces rey de Europa como hace el ex del Olympique de Lyon y el Real Madrid también pierde colmillo y capacidad de intimidación sin uno de los mejores futbolistas de la última década.
Más allá de la tremenda repercusión que tienen las reiteradas ausencias de un delantero sin parangón, el Real Madrid padece una inquietante debilidad defensiva para la que Ancelotti no ha encontrado respuesta. El conjunto de Chamartín ha encajado 19 tantos en 20 partidos, a razón de casi uno por encuentro. Aunque similar a las 18 veces que vio pulverizada su portería en las dos decenas iniciales de choques que afrontó en la temporada anterior, es una cifra muy elevada para un equipo de su jerarquía que parecía haber encontrado en la dupla que conforman Alaba y Militao un seguro a todo riesgo y cuenta con el mejor cancerbero del planeta.
«Este año encajamos demasiados goles tontos, algunos por fallos o por no estar al 100% en el partido. Meter dos goles en un campo tan difícil como este tenía que ser suficiente para ganar y no ha sido así», se lamentaba Courtois tras la derrota del Real Madrid en Vallecas.
Pese a que Militao sigue ofreciendo un rendimiento parecido al de la pasada campaña, Alaba ha perdido contundencia y Mendy permanece bajo sospecha por esas veleidades defensivas que ponen en vilo a su parroquia, mientras su aportación ofensiva es residual. La buena adaptación de Rüdiger invita a mover piezas en busca de una posible solución a esa falta de cemento en la retaguardia, pasando a Alaba al lateral zurdo y situando al berlinés en el eje de la zaga. Pero Ancelotti se resiste por el momento a romper una pareja que fue determinante en el tránsito al doblete Liga-Champions. En cualquier caso, le urge un antídoto.
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