Si las teorías de la conspiración son capaces de crecer hasta en los peores pedregales, háganse una idea de lo que ocurre cuando encuentran una tierra fértil como es enfrentarse al equipo anfitrión de un gran torneo
JON AGIRIANO
Enviado especial. Moscú
Domingo, 1 de julio 2018, 00:03
Si las teorías de la conspiración son capaces de crecer hasta en los peores pedregales, háganse una idea de lo que ocurre cuando encuentran una tierra fértil como es enfrentarse al equipo anfitrión de un gran torneo. Se disparan una barbaridad. Pues bien, imagínense lo que puede ocurrir cuando, además, ese anfitrión es una gran potencia como Rusia y tiene de presidente a alguien como Vladimir Putin, un hombre que quizá sea más bueno que el osito Misha, no seré yo el que lo niegue y menos desde Moscú, pero da la impresión de no respirar oxígeno sino el aire viciado de una conspiración permanente. De cara al partido de esta noche en el estadio Luzhniki, a Putin ya le han situado incluso al frente del VAR. Será él, dicen, quien avisará directamente por el pinganillo a Bjorn Kuipers. No es verdad. Pura propaganda occidental contra Rusia. No crean en esas cosas. Al menos antes del partido.
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