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Sucedió como sucede lo inevitable: de repente. Llegó la hora de Pablo Torre. El cántabro, disfrutó el domingo de su primera titularidad con el Barcelona de Hansi Flick y no lo dudó ni un instante. Aprovechó su oportunidad al máximo. El de Soto de la ... Marina, que ejerció en la mediapunta, brilló con el fulgor al que tenía más que acostumbrados a los aficionados del Racing. Asistencia y gol ante el Villarreal. El '14' estaba ahí, en medio del verde, ese lugar donde se termina de conocer la verdad, esperando el instante en que la calidad se impusiera a la duda. Un momento que parece que por fin ha llegado. La Cerámica era un escenario para perderse entre la multitud o brillar ante los focos. Pablo eligió lo segundo.
Ya en la primera parte echó mano de su chistera y a los veinte minutos filtró un pase a Lewandowski con una precisión milimétrica. El polaco no lo desaprovechó. No dudó y abrió el marcador para el Barcelona mientras Pablo esbozaba una media sonrisa. El cántabro sabía que algo bueno se cocinaba. En la segunda parte, con el partido colgando de un hilo, 1-2 en el marcador y el Barça sufriendo, Torre decidió que no era el día de los héroes silenciosos. Con confianza, sacó un trallazo desde la frontal ante el que Bally no pudo hacer nada. Era el 1-3. Un tanto, el que firmaba, que dejaba pocas opciones al Villarreal para pensar en la remontada.
El domingo muchos aficionados al fútbol pudieron disfrutar de pablo Torre en pantalla grande y en Primera División. Maravillarse con el chaval que había decidido este verano quedarse en pretemporada en lugar de buscar una salida por la fuerte competencia que reina en Barcelona en su demarcación, pero a los racinguistas lo del domingo no les pilló por sorpresa. Han visto y disfrutado mil veces a ese chaval crecido en La Albericia, donde el talento cántabro se pule con mimo.
En el Racing fue la perla más brillante y uno de los más queridos por una afición que muy a su pesar tuvo que despedirse de él. El Barcelona puso cinco millones sobre la mesa para llevarse al chico que pintaba para grande. Pero la vida en Can Barça no ha sido fácil para Torre. El primer año apenas tuvo minutos. Convocado, sí, pero casi sin pisar el césped. El Racing aún espera los incentivos de ese fichaje, porque el número de partidos con el primer equipo sigue siendo una deuda pendiente. Y luego, el curso pasado, llegó la cesión al Girona: 26 partidos y solo cuatro titularidades. Una promesa que parecía estancada y ha renacido bajo la batuta de Flick.
Este verano se presentaba como la oportunidad para cambiar el guion. Con Hansi Flick en el banquillo, el Barça ha mutado a un 4-2-3-1, un sistema que da alas a mediapuntas como Torre. En la pretemporada él fue una de las caras más brillantes en los amistosos, pero cuando la Liga comenzó parecía que las oportunidades se esfumaban de nuevo. En los dos primeros partidos no tuvo ni un minuto. No fue hasta la jornada cuatro cuando pudo saltar al verde, siete minutos ante el Valladolid. En Liga de Campeones ante el Mónaco, otros siete. Pero el fútbol es ese lugar donde todo puede cambiar en un instante y el pasado domingo ante el Villarreal Flick por fin depositó en él su confianza. Salió de inicio y en 59 minutos maravilló al mundo.
Con dos años más de contrato y una cláusula de cien millones, el futuro de Pablo Torre está aún por escribirse. El talento se le cae de los bolsillos y lo del domingo no fue más que una pequeña muestra. Porque cuando el balón decide que es tu momento, solo queda disfrutar del viaje.
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