«El público nos insulta por ser árbitras, no por el hecho de ser hombre o mujer»

-¿Estamos cambiando el 'chip'?

-La mentalidad ha cambiado. En el publico, en los órganos directivos... Poco a poco la gente se ha concienciado sobre la igualdad en todos los ámbitos del deporte. En la directiva de los comités y las federaciones había mucha gente en hace unos años que sencillamente pensaba que la mujer no tenía espacio en este mundo.

-Hábleme de eso.

-En Cantabria, sin ir más lejos, el presidente del Comité Arbitral no quería que estuviera ahí. Ahora somos aceptadas como una más. En poco tiempo, todo ha cambiado mucho. Vamos a mejor.

-¿Pero qué razones le daban?

-No había. Era que no. Y ya está.

-¿Esa es la tónica habitual?

-No siempre. Con los compañeros nunca hubo ningún problema, pero hay comités que actuaban así, aunque no todos. Estuve dos años arbitrando en Canarias y durante ese tiempo me sentía maravillada. Ahí sí que era una mas. No existía ese machismo.

-¿Y el público? ¿Ha recibido muchos insultos por ser mujer?

-Nos insultan por ser árbitros, no por el hecho de ser hombre o mujer. Mucha gente va a los campos a desahogarse. A uno le llaman calvo, al de al lado lo otro... Su idea es hacer daño.

-En la mesa redonda lamentaron «la falta de visibilidad» que aún sufre el fútbol femenino.

-No podemos pasar de cero a cien en un año. En cuatro años ha sido una brutalidad los pasos que se han dado, con partidos televisados todos los fines de semana. -Y la gente los ve.

-Si me dicen hace cinco años que habría 68.000 personas en el Wanda Metropolitano viendo un partido no me lo hubiera creído ni en mil vidas. Antes, incluso en los encuentros de la selección, no llegábamos a mil espectadores con entrada gratuita. Ahora, en cambio, abren un campo de primera para nosotras y la gente va.

-«Es que no interesa», se llegaba a decir algunas veces.

-Lo del interés era una excusa. Desde que sale en la tele, se han triplicado las fichas, tanto de futbolistas como de árbitras.

-Hay que hacer encaje de bolillos. El fútbol femenino será profesional, pero las árbitras no. Tenemos nuestro trabajo. El arbitraje es una ficción y con lo que ganamos, no podemos pagar una casa. Para conciliarlo tenemos que contar con la buena voluntad de jefes, empresas o en mi caso, el director del centro.

-¿Cómo funciona eso?

-Tiene su trámite. En mi caso, del director pasa al inspector y luego a la Consejería, que concede el permiso. El calendario no ofrece mucha antelación. A veces te vas a arbitrar y todavía no han contestado. «Como digan que no», temes, «me pueden echar». Por no hablar de los partidos entre semana. Es muy difícil.

-Sí lo parece.

-Muchas veces me he planteado dejarlo por la angustia. La Consejería exige la solicitud de estos permisos con 15 días de antelación, pero yo nunca tengo ese tiempo porque me avisan con ocho o nueve. A eso hay que sumar que el Gobierno regional no quiere cambiar la ley para que los árbitros seamos reconocidos como deportistas. Cuando hablas con los políticos todo son buenas palabras, pero no te facilitan ese papelito que el 90% de las comunidades tienen para que podamos compatibilizar las dos cosas.

-¿Diría que caen en el paternalismo? ¿Ofrecen soluciones?

-Eso es. «Qué orgullo, mira dónde has llegado...», dicen, pero parece que es muy difícil cambiar un párrafo de un decreto. Luego para otras cosas las cambian de la noche a la mañana. Llevo 10 años luchando para esto y no lo he conseguido con ninguno, da igual quién gobierne.