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El Escobedo y el Málaga se encontrarán hoy en la Copa. Y el jueves lo harán Laredo y Huesca. Dos mundos completamente opuestos. Sólo hay dos categorías de diferencia entre ambos bloques, aunque es un abismo a nivel de fichas, presupuestos, ingresos, vidas de sus ... profesionales, repercusión mediática... Los futbolistas del equipo camargués y del pejino no pueden vivir de su pasión. Los sueldos no dan para ello, y eso les obliga a ponerse el mono de trabajo durante todo el día. Antes de calzarse las botas.
Los futbolistas del Escobedo saben que el balompié es más afición que profesión. No les da de comer, ni ahora ni muy probablemente en el futuro. Tan solo un jugador del equipo blanquinegro, cedido por el Valladolid, Dalissón, vive exclusivamente de la nómina que le paga el club pucelano. El resto de los futbolistas ninguno se tiene que buscar la vida. Nada que ver con sus rivales de hoy. Además de estudiar unos, otros son contables, ingeniero de telecomunicaciones, trabajadores de banco... Varias son las profesiones que se pueden encontrar en la plantilla del Escobedo. De ahí que se ejerciten cada día de 19.30 a 21.00, una hora que resultaría muy extraña para un equipo de Segunda División.
Los jugadores se visten de corto tras salir de sus puestos de trabajo, después de la jornada laboral. Pero nadie se queja. Se ejercitan con la misma seriedad y profesionalidad que los jugadores de élite. En esfuerzo, sacrificio, pasión e ilusión no hay diferencias. Incluso, aquí igual ganan los modestos. Más que una lucha entre el desvalido frente al poderoso, es una fiesta del fútbol humilde, que tiene su epicentro hoy en Camargo. Todo sin perder la parte de competición, porque esto sigue siendo una eliminatoria. «Sabemos que si hacemos las cosas bien, podemos ponerle las cosas difíciles», comenta Pepín, uno de los jugadores del equipo que, posiblemente, tenga el oficio más duro del equipo. Antes de pegarle patadas al balón, trabaja en su ganadería de Queveda. Un oficio físicamente sacrificado, pero que nunca le ha impedido rendir al máximo.
«El martes es de los días que menos cansancio vamos a tener, seguro», dice el centrocampista blanquinegro, que puede compaginar su trabajo con la ayuda de su padre. «Por la mañana estoy solo. Él viene por las tardes, sobre todo cuando tengo entrenamiento. Además duermo poco, ya que me acuesto tarde y me levanto temprano, por el trabajo con las vacas», dice. Por su parte, el capitán del equipo, Mario, que trabaja en la Imprenta Marcador, en el Río de la Pila, asegura que «este es un partido para disfrutar. Es el premio al trabajo del año pasado» y matiza: «Sabemos que lo tenemos muy difícil para pasar la ronda, porque nos tiene que salir todo y a ellos nada».
El hecho de que el técnico del Escobedo, Pablo Casar, también sea pluriempleado, permite que algunos futbolistas, de forma puntual, puedan adaptar su horario de entrenamiento al de la jornada laboral. Y con esta fórmula, el conjunto que preside Luis Merino se proclamó campeón de Liga la pasada temporada. Ahora se encuentra octavo en la tabla a tan solo un punto de los puestos de promoción de ascenso y hoy se enfrenta al Málaga con todo un pueblo volcado para la cita. Un equipo de currantes dentro y fuera del césped. Quizá, éste es el secreto de este equipo.
Además, el Escobedo, cuenta con un trabajador en unos grandes almacenes, Germán; un banquero, Liaño; en una fabrica electrodomésticos realiza su labor Dani; Héctor Tirado es contable y; un ingeniero de telecomunicaciones, Somavilla, son entre otros, los oficios de los jugadores del equipo. Para la afición, «el partido ya se ha ganado», como cuenta Alejo Somavilla, socio del equipo. «Escobedo está revolucionado», cuenta. «Es imposible ver a un equipo de Segunda aquí sino es de esta manera, aunque el Málaga ya estuvo aquí pero desapareció».
«Lo que le cuesta al Málaga el viaje en avión y la reserva de hotel para que se echen una siestecita el día del partido es prácticamente el presupuesto del Escobedo para una temporada», asume entre risas Diego, que cree que este equipo es uno de los más avanzados de su categoría. «Paga religiosamente a sus jugadores, algo que otros clubes no hacen». Y es que el conjunto que preside Luis Merino tiene un presupuesto de 80.000 euros -sin contar la base-, que contrastan con los 37 millones que tuvo para la campaña 18-19 la entidad andaluza.
Algo parecido se vivirá el jueves en Laredo. En San Lorenzo. Allí se verán las caras otro equipo de currantes contra otro de profesionales. Ninguno de los futbolistas que componen la plantilla del Charles se dedica en exclusiva a la práctica del fútbol. Aunque su desempeño en los entrenamientos y en los partidos sería equiparable, por esfuerzo, ilusión y dedicación, al de cualquier conjunto de élite, la realidad de su día a día lo complica un poco más y, a la vez, hace muy meritorios sus éxitos deportivos.
Los 200.000 euros de presupuesto de los pejinos -contando las secciones inferiores- son calderilla con los 54 millones que tuvo para la pasada temporada el club aragonés, que aún no ha cerrado sus cuentas para el presente curso. Varios de los jugadores del club de la capital de la Costa Esmeralda trabajan para la propia entidad, entrenando a diferentes equipos de las categorías base, como son los casos del portero Isaac (lleva a los porteros de la base pejina), Simón (dirige a los benjamines) e Iván Argos (se encarga de otro benjamín).
Más exigentes son los oficios que desempeñan otros integrantes de la plantillas, que después de una larga jornada de trabajo tienen que calzarse las botas para entrenar. Por ejemplo, Tocornal, uno de los veteranos del equipo, que trabaja con su padre de carrocero. El delantero del Charles reconoce la ilusión de medirse al Huesca en Copa. «Es un premio para todos, pero no nos distrae del objetivo real, que es estar lo más arriba posible en la Liga», explica. Para el atacante pejino, el Huesca es «uno de los mejores equipos de Segunda» y «venga quien venga, va a ser una gozada. Ojalá podamos dar un susto. Trabajaremos para ello», añade. Tocornal pide a sus compañeros que «disfruten», como la afición y a la villa: «Partidos así son únicos, todos queremos jugar».
Además de los estudiantes, que son mayoría, Manu Ortiz trabaja en Vitrinor; Vinatea, es chofer en la empresa de autobuses de su padre; Ricky es profesor; Roberto Cano, realiza labores de mantenimiento en Valdecilla; Bustillo está en una empresa de telecomunicaciones; Puras en logística e Iván Argos es camarero en el bar de su madre: El Pescador, en Isla. «Nunca había trabajado y entrenado a la vez. Al principio se me hizo un poco duro, pero ahora estoy bien. Si llevas una vida ordenada y tienes el descanso adecuado, se puede compaginar perfectamente», comenta Iván, que a la vez se muestra «muy ilusionado» con el encuentro de hoy. «Es un partido histórico para Laredo y el pueblo está con muchas ganas. Aparte del encuentro, será un fiesta», señala el delantero mientras atiende a la clientela.
Todos ellos afrontan duras sesiones de preparación, acordes con el nivel del equipo, que se ha convertido en uno de los grandes del grupo cántabro de Tercera por derecho propio: ha ganado dos Ligas en los últimos cinco años, en las que también han jugado la promoción de ascenso a la Segunda B en las cinco ocasiones. Además, el listón sigue muy alto, ya que es el líder de la categoría.
El Escobedo recibe hoy al Málaga (20.30 horas, Eusebio Arce). Pablo Casar tiene a todos los futbolistas disponibles para el partido, excepto a los lesionados de larga duración Nando, Héctor Marcos y Adrián. Se trata de un duelo en el que no hace falta motivar a ninguno de los jugadores. Intentará dar minutos a sus pupilos, aunque probablemente el once no difiera demasiado de lo habitual en Liga. «Vamos a tratar que todo el mundo pueda disfrutar de esto. Si preguntas hoy, nadie tiene molestias. Todos quieren jugar», afirma el técnico. Casar confía en sus jugadores y el mensaje es que el público de Escobedo «se sienta muy orgulloso de nosotros. A ver si damos la sorpresa».
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