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El 10 de mayo de 2009 el Racing perdió en Málaga. Hasta aquí todo correcto. Cosas que pasan. En la convocatoria estaba un chico que acababa de cumplir los 18 años. No jugó. El Racing viajó con 19 y su entrenador le había hecho viajar para descartarle y dejarle en la grada, soterrado junto a sus ilusiones. Pero no contento con eso su entrenador embarcó al chaval en un avión con destino al aeropuerto de Loiu. De ahí un taxi a Santander para enfrentarse menos de 24 horas después al Cayón con el filial. El chaval se llamaba Sergio Canales. El entrenador, Juan Ramón López Muñiz, que ahora puede ufanarse de haber hecho debutar a aquel zurdo rubio en Primera cuando en realidad fue uno de los mayores obstáculos que encontró en su carrera. Tuvieron que irse el asturiano y el breve Carlos Mandiá para que al fin Miguel Ángel Portugal pusiera cordura e hiciera lo que todo el mundo excepto Francisco Pernía, que se negaba a renovarle si no pasaba antes por el aro, pedía a gritos: que jugara Canales. En aquel Racing de Primera que consiguió una solvente permanencia, el de Cueto jugaba a otra cosa. Se veía en cada entrenamiento; en cada puñado de minutos que tenía. Solo Luis García igualaba su calidad en aquella plantilla, pero uno estaba de ida y el otro de vuelta.
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Después llegaron su salida del Racing, que solo cobró unas migajas y gracias al empeño del jugador y de su padre, Ángel. El precio que pagó el Racing por la tozudez de Pernía por encontrarle hasta representante. Aceptó la oferta del Real Madrid y no la de Sandro Rosell, que entonces solo era candidato a presidente del Barça.
Quién sabe si a aquel muchacho que levantó un fenómeno fan en Santander y parecía haber descubierto el Bosón de Higgs le hubiera quedado mejor el azulgrana que el blanco. Lo que le lastró fue la apuesta de Mourinho por el mejor Özil en su breve etapa madridista y, sobre todo, destrozarse las rodillas. Primero una. Después la otra. Después otra vez la primera. Menisco y ligamento. En Valencia sufrió, en la Real recuperó su fútbol y en Sevilla la alegría. Y fue gracias a Quique Setién. Con él volvió a disfrutar del fútbol, exprimió su mejor demarcación y llegó al fin a la Roja con la década de retraso que le impusieron sus rodillas.
Claro que le volvió a tocar lo mismo. En esa dicotomía entre entranadores que le ayudaron y otros que le dejaron de lado, Luis Enrique era el Portugal; el Quique Setién de turno. Su sustituto, Robert Moreno, ejerció como Muñiz o Mou. Fue coger el relevo en la selección y dejarle fuera. No ha sido hasta el regreso de Lucho cuando Canales recuperó su puesto. Y el miércoles se convirtió en el undécimo cántabro en marcar con la Roja.
«Estoy contento por poder ayudar en esa faceta al equipo. Ha sido un pena el empate porque el equipo tenía la mentalidad y las ganas. Tras mi gol la victoria habría sido ya algo magnífico, pero Países Bajos es un rival muy fuerte. Tuvimos opciones de llevarnos el partido», decía al terminar el choque. Ya se sabe el guion. Once años en la élite es lo que tienen. Era su primer tanto como internacional absoluto y ya es un firme candidato a estar en la Eurocopa; esa que tenía que haberse disputado el verano pasado y que el covid aplazó. En medio de la pandemia, al fin Canales recibió un guiño del fútbol.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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