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Lo de madrugar un domingo en Torrelavega es una tradición. Siempre hay algo que hacer. Quedarse en la cama y que te lo cuenten ... ya no se lleva. Por eso no eran las 10.00 horas de este domingo y en el centro de la capital del Besaya ya se respiraba el ambiente. «Hoy ha habido más gente que nunca», recordaba el tendero de la tienda de ultramarinos que hay muy cerca de la Plaza Roja. Y es que el pan para los bocadillos de luego corría prisa. Y así con todo, del desayuno se pasó al blanco y del alterne a la paella; luego el café y... De repente, un partido de fútbol para enmarcar.
«¿Vas al campo?», se preguntaban una y otra vez los madrugadores que se iban acercando a la carismática Plaza, donde hace poco más de un año no cabía un alfiler. Fue al poco de certificar el ascenso, y Torrelavega se echó a la calle. Este domingo pasó lo mismo, pero pidieron refuerzos. A todos los que en mayo festejaron la proeza de Mallorca se les unió un séquito de invitados desde Santander. Esta vez, la idea era pasarlo bien entre vecinos, aunque los nervios hicieran cosquillas en el estómago, para después, durante noventa minutos olvidarse de todo y animar en una sola dirección. Salió bien.
Había una cita marcada, por si alguno se despistaba: 14.00 horas, Plaza Roja. El Ayuntamiento puso a funcionar su engranaje y desde primera hora unos cuantos cocineros hicieron a fuego lento una paella con cariño. En mitad de la Plaza. Lo rodearon todo de sillas y mesas y para rematar, hinchables de esos en los que los más pequeños entran y no quieren salir. Un éxito.
Los aficionados gimnásticos estaban en casa, así que no tardaron en presentarse. Los del Racing, algunos, los más animosos, quedaron a las 11.30 horas en la estación de ferrocarril de la capital. «Hemos venido juntos. Lo hemos pasado bien y ahora al lío», explicaba Juan Orozco, peñista verdiblanco, que con un tentempié en la mano rememoraba su mañana. Al bajar del tren, directos a la Plaza del Ayuntamiento, donde los aficionados racinguistas hicieron una quedada. Mientras tanto, las aceras de la localidad eran un peregrinar de personas con la bufanda al cuello. A casi veinte grados, bien es cierto que a más de uno le costaba su trabajo llevarla, pero... No era el día de quejarse.
Unos chiquitos, cuatro tapas, una charla... Y la hora de comer. «A ver , ¿quién quiere?». De improvisado camarero apareció el alcalde de Torrelavega, José Manuel Cruz Viadero. Repartió entre los presentes algunas de las raciones, recién hechas, de la paella. Total, que a las 14.30 horas se juntaron los habituales de los domingos en la Plaza Roja con los accidentales aficionados al fútbol. «Está camiseta es del ascenso del cuarenta y tantos...», insistía un abuelete gimnástico a un adolescente del Racing. Alberto y Sergio. El pasado y el presente de un derbi que duró más que el partido. Que empezó muy pronto y que se convirtió en algo para recordar.
Bernardo Colsa, expresidente de las peñas del Racing, Pepe Barros, socio sempiterno racinguista... Y un sinfín de personajes ilustres de la historia reciente y no tanto del club santanderino. No faltó Chema, socio número uno de la decana, la Gimnástica. «No me lo podía perder», admitía. Y también Pedro Telechea, director de cine y fan blanquiazul... No se quedaron sin paella Tomás Bustamante, presidente de la Gimnástica, y Pedro Ortiz, vicepresidente del Racing, que acudieron en representación de sus entidades.
«Esto debería ser todos los años», afirmaba con rotundidad José María Arenal, socio torrelaveguense «de los de siempre». Seguro que lo firmarían todos los que ayer participaron de la fiesta, pero mejor en Segunda División. Por lo menos.
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Tampoco se quedaron sin su paella los fieles, que coincidiendo con la salida de la Virgen Grande, aprovecharon para mezclarse. «Bueno, es una forma de pasar el domingo alegre». Y tanto. Fiesta, comida ambulante, amenizada con cánticos guerreros y ramos. Muchos ramos. Y es que la Semana Santa arrancó este domingo de la mejor manera.
Banderas en los balcones. Quien no se vio con ganas de bajar y darse un paseo por la ciudad, al menos colgó sus colores de la ventana.
La mezcolanza era tal, que los móviles se quedaron sin batería con tanta foto. Selfis por aquí y por allá. «Venid aquí, vamos a hacernos una todos juntos». El papá se afanaba por echar mano al pequeño. La familia al completo disfrutando del derbi y, cómo no, con foto para comentarla por la noche. «Somos de la Gimnástica, así que hoy sólo queremos que gane nuestro equipos. Otro día...». Ahí lo dejó. Tampoco se le vio muy entusiasmado porque el Racing ganase otro domingo... «Sí, sí, que suba, que suba», admitía. Y es que ayer fue uno de esos días en los que todo el mundo tiene dos sentimientos: nadie quiere que baje la Gimnástica y todos quieren que suba el Racing. «Bueno, casi todos», se apresuraba a afirmar Luis Sancho Ruigómez. Nada que objetar. Así es el fútbol.
Cientos de chavales, canteranos del club torrelaveguense, pequeños con la bandera del Racing... Todos tuvieron su sitio y su hueco en la fiesta del fútbol cántabro. Y una vez que a la paellera se le veía el fondo, la Plaza Roja fue recuperando la estampa de un domingo cualquiera. Los aficionados racinguistas decidieron, muchos de ellos, hacer el camino hasta El Malecón todos juntos. Y así fue. Un espectáculo. Desde el bulevard Demetrio Herrero hasta el campo, subiendo por la calle Julián Ceballos y atravesando Serafín Escalante, al más puro estilo de una manifestación -pancarta en cabeza-, un numeroso grupo de racinguistas se marcaron su particular paseíllo. La policía sólo asistió de compañía. Nada que lamentar. El paso lo siguieron de cerca los vecinos desde las ventanas, asomados.
Y así se llegó al campo. «Hemos abierto a las 12.00 horas y ya había colas», reconocía el taquillero de El Malecón. Y a diez euros la bufanda conmemorativa -Gimnástica-Racing- «nos hemos quedado sin una».
Sin sitio donde aparcar y a «cincuenta entradas para que se acaben» -según el vendedor- apareció el autocar del Racing. 15.17 horas. El más ovacionado, el lesionado Jon Ander: «Guerrero, eres un guerrero». Los ánimos se mezclaban con el himno del Centenario gimnástico. Los hinchas blanquiazules guardaron silencio. «Barral, puxa Sporting», se escuchó de algún atrevido. Cuando llegaron los jugadores de la Gimnástica, la emoción estalló. Fue a pequeñas ráfagas, porque como estaban en casa y se acercaron de uno en uno. Así que cada cierto rato se escuchaban los gritos de sus fieles. Y con prisa fueron llegando los demás; Julio Engonga rodeado de amigos, Francisco Javier Marcano, muletas en mano, acompañando al 'presi', Miguel Ángel Revilla y... Todos los espectadores que hicieron que la de ayer fuera una jornada distinta. De las inolvidables.
Ya dentro de El Malecón, fuera el traje de hincha comedido y a disfrutar. Porque ayer, salvo algún personaje distraído que se equivocó y enfadó a los camareros de algún bar, nada que declarar.
Dentro, las aficiones, frente a frente; cada una en un fondo del estadio. «39.300, 39.300...». Grito guerrero blanquiazul. El código postal de la ciudad que cantan con orgullo sus vecinos. El Malecón se llenó. El fútbol se disfrutó. Hubo lágrimas, como siempre que la cosa importa. Y al final como no podían ganar los dos, no ganó ninguno.
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