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Cuánto se anhela la victoria. Sobre todo cuando es esquiva y es único remedio para aplacar la sed de peregrino por el desierto. Aunque digan ... que la mayor victoria está en vencerse a sí mismo, la Gimnástica saltará hoy al campo nuevo de El Malecón con el ansia y la imperiosa necesidad de obtener una victoria sobre el Racing que se presenta tan vital como el agua para la supervivencia de un organismo vivo. Así lo requiere la actual clasificación de los torrelaveguenses, situados al borde del precipicio. Pero las cosas no van a ser sencillas para ellos. Así lo indica no sólo la actual clasificación liguera, que proporciona la visión del potencial de los equipos. También lo señalan las escasas siete victorias que los gimnásticos contabilizaron en los 50 partidos oficiales que han disputado los dos equipos desde 1923, de las cuales cuatro se llevaron a cabo en El Malecón. La última de ellas, quizás demasiado lejos, se produjo hace más de cuarenta años, el 26 de noviembre de 1967, a la orilla del Besaya.
Eran tiempos en los que los dos equipos cántabros competían en Segunda División. Fue, por el momento, la última campaña en la que ambos coincidieron en esa categoría, la temporada 1967-68. Como suele ocurrir en estos casos, los partidos estelares fueron los dos correspondientes al derbi regional. El primero de ellos se disputó en El Malecón en la décima jornada. El campo, como ocurrirá probablemente hoy, registró un lleno total, y en aquel caso, a pesar del mal tiempo. Las crónicas de los periódicos nos recuerdan que los bomberos tuvieron que achicar agua en el entorno de El Malecón debido a la cantidad de lluvia caída, algo que según los entendidos de la época perjudicó al Racing al jugar en un terreno donde no pudieron mostrar su mayor calidad.
Los espectadores no dejaron de animar a sus respectivos equipos, aunque entonces se destacó la deportividad con unos racinguistas que encajaron bien la derrota y unos gimnásticos que celebraron la victoria sin herir a sus oponentes. Eso sí, en el campo hubo sus más y sus menos, como una agresión del gimnástico Mateos al portero racinguista Illumbe que el árbitro no vio y una durísima entrada del racinguista Cachicha a Badiola que acaso mereció más amonestación.
El encuentro no fue espectacular pero los locales fueron más incisivos y arriesgaron más que sus rivales. Aunque no hubo buen fútbol, sobró emoción. El presidente racinguista, Valentín Valle, tuvo que tomar sedantes para ver el partido mientras que el presidente gimnástico, Ramón Obaya, no pudo aguantar los nervios y no quiso ver la segunda parte.
Los gimnásticos alinearon a Lombardía, Rodríguez I, Pepín, Cobo, Gradín, Rodríguez II, Badiola, Diéguez, Mateos, Arce y Benítez. Por su parte, el Racing formó con Illumbe, Cachicha, Roldán, Chisco, Zamanillo, Zoco, Gento II, Gento III, José Jorge, Sampedro y Juan Carlos.
La Gimnástica comenzó el partido con mucha fuerza, como si tuviera prisa en resolverlo, mientras que el Racing mostraba debilidad ante el ímpetu local. La generosidad del esfuerzo gimnástico tuvo premio a los quince minutos, cuando Arce se plantó solo ante Illumbe y ante la salida del guardameta, el gimnástico cruzó la pelota al palo contrario para colarlo en la portería. A partir del gol, la Gimnástica fue cediendo terreno y el Racing comenzó a equilibrar las fuerzas, aunque cuando controlaba la pelota se observaba la dificultad de jugar con un terreno en malas condiciones por la lluvia, de tal manera que muchos de los avances quedaban frenados por el fango. Además, el Racing no encontraba rematadores. Un tiro a distancia de José Jorge y un remate de cabeza de éste que pasó rozando el larguero fueron las llegadas más peligrosas de los de Santander. Por su parte la Gimnástica, con menos técnica, fue más práctica a la hora de encuadrar sus disparos.
No cambió mucho el partido en la segunda parte. Gradín fue el hombre más destacado desde la zona retrasada, acudiendo a todos los balones, despejándolos y deshaciendo el juego racinguista al desplazar a Juan Carlos y Zamanillo del dominio del centro del campo, a lo que se añadieron Diéguez y Mateos que se retrasaron para cubrir el centro del terreno. Los racinguistas presintieron el empate con una llegada de Juan Carlos que Lombardía atajó lanzándose valientemente a sus pies. Los cronistas que vieron el partido anotaron la desilusión por el juego que hizo Juan Carlos, un racinguista que estaba brillando en los anteriores encuentros, igual que Sampedro, que acusó el terreno embarrado. Por su parte se destacó a Julio Gento, el único racinguista que intentó un fútbol vertical.
En aquella temporada, Racing y Gimnástica sufrieron la reestructuración de la Segunda División, que de dos grupos de dieciséis clubes pasaría a convertirse en un único de veinte. Eso suponía que los últimos ocho equipos de cada grupo descenderían a Tercera y los dos cántabros se vieron afectados con el descenso, ya que el Racing quedó el undécimo y la Gimnástica el último.
La victoria de la Gimnástica en 1967 se debió a su afán de lucha, y aunque las leyes de los números, tanto los de la clasificación actual como los históricos de los enfrentamientos, dictaminen una enorme ventaja del Racing, todo el mundo sabe que la necesidad no conoce ni sabe de leyes, que se guía por una fuerza demasiada poderosa para ser retenida por la lógica o la estadística, e incluso por la justicia. Todo un panorama de pugna deportiva para que en el partido de hoy se renueve la sabia frase del filósofo chino Lao Tse: «De dos luchadores, el pensador vence», aunque a veces lo logre el que más necesitado esté de victorias.
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