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Su sueño es competir en unos Juegos Paralímpicos, pero para eso aún debe esperar. El golf quedó descartado en la carrera por regresar al programa en París, así que Juan Postigo (Santander, 1996) se guarda una última bala. A ver si en Los Ángeles 2028 ... hay más suerte. Aunque la fortuna nunca le ha hecho falta. Tampoco la cultura de la excusa. Juan nació con una malformación congénita en la pierna derecha, que es más corta, y con el pie pegado al muñón. Se ha pasado media vida entrando y saliendo de hospitales y se ha operado más veces de las que permiten contar los dedos de una mano. Pero eso no le ha impedido ser una figura en el golf adaptado.
Cinco campeonatos de España, tres ellos consecutivos y el último el pasado fin de semana en Alicante; un tercer puesto en el Mundial y tres victorias seguidas en el Europeo. Tiene madera de campeón. Igual que su referente. Otro cántabro, Severiano Ballesteros. El espejo en el que se mira, porque el de Pedreña empezó desde abajo, con muy pocos o sin apenas medios. Seve ya no está, pero Juan tiene ahora cerca a su hijo, Javier Ballesteros, que ejerce como su mánager.
Lejos quedan los tiempos en que a Juanele, como le llaman sus amigos, se le podía encontrar en la tienda Decathlon, donde trabajaba. Ahora únicamente se dedica al golf. Fue el primer golfista amputado, sin prótesis, que llegó al profesionalismo. Y es que Juan juega atándose solo uno de los zapatos. En una de las operaciones a las que se sometió le dejaron un nervio tocado y no puede acoplar ningún tipo de prótesis a la pierna. Es fácil reconocer su silueta recortada en el verde de los hoyos del Golf de Pedreña cuando se pone a pegar bolas. Y fuera de un campo de golf también. Todavía recuerda aquella vez que iba paseando por El Sardinero y una furgoneta de la Policía Nacional paró justo delante suyo. Era para pedirle una foto.
A los nueve años no se imaginaba los derroteros que iba a tomar su vida. Fue entonces cuando tuvo su primer contacto con los greenes a través de su abuelo, que se acababa de jubilar y rescató una vieja bolsa de palos. Los hierros con los que enseñó a su nieto, porque decidió llevárselo a los campos de Mataleñas (Santander) y al Abra del Pas (Mogro) y forjar algunos de los mejores recuerdos de la infancia del chaval, que hasta entonces practicaba vela y también fútbol. El poder del golf ganó la partida y Juan no tardó en despuntar con una madera entre las manos. Para entonces aún llevaba prótesis.
Luego llegó la operación, esa que no salió nada bien, y los fortísimos dolores hicieron entrar en la ecuación a las medicaciones y los opiáceos que le hicieron apartarse de los campos. Hasta que tomó una decisión. Empezar de cero. Dejar de tomar las pastillas. El golf regresó a su vida.
Entre bola y bola tuvo tiempo de hacer grandes amistades, como la que forjó con Celia Barquín, la deportista cántabra trágicamente asesinada en Estados Unidos hace cinco años. Cuando Juan empezó a jugar, ella ya era una gran golfista; una pequeña estrella, pero pronto además de compañeros se convirtieron en amigos. De hecho, Postigo es uno de los inseparables que recuerda a la golfista en el documental 'Todas las cartas a Celia', de Movistar +, que se estrenó el pasado mes de febrero.
En 2018, cuando iba a convertirse en profesional, tuvo que pasar por quirófano de nuevo. Había jugado mucho. Demasiado. Le dolía horrores la cadera. Se la había roto. Le pusieron una prótesis que luego se infectó y estuvo tres años sin tocar un palo. Pero volvió con fuerza. Con tanta que ganó tres Europeos seguidos. Ahora, entre viaje y viaje, tiene una segunda casa profesional cerca de la Seve, y es que el Golf de Pedreña lo nombró socio de honor, algo de lo que solo pueden presumir Ramón Sota, Severiano Ballesteros y ahora, él.
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