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uVictoriaEugenio López-Chacarra, con el trofeo que le acredita como ganador en Bangkok. EFE
Un madrileño forjado en Pedreña
Golf

Un madrileño forjado en Pedreña

Eugenio López-Chacarra ·

Su victoria en el Torneo de Bangkok ha colocado en la élite a aquel niño con una infancia muy cántabra al que Ballesteros dijo que siguiera jugando al golf

Aser Falagán

Santander

Miércoles, 12 de octubre 2022, 08:09

Saben que el deportista español que ha logrado el mayor premio en metálico empezó en el Real Golf de Pedreña? Sí; todos conocemos a Seve Ballesteros, pensarán. Se equivocan; aquí no opera la Navaja de Ockham. El nombre de Eugenio López-Chacarra (Madrid, 2 de marzo de 2000) no le sonaba a casi nadie hace solo dos días en España. Apenas a los entendidos del golf y, eso sí, en Pedreña. Hoy eclipsa en el ruido mediático la figura de Jon Rahm y, como siempre que emerge un nuevo golfista, se le liga a Seve Ballesteros. Lo que pasa es que en el caso de Chacarra la referencia es, más que justa, necesaria. Tanto por Seve como por Cantabria.

  • 4,75 millones de euros se ha embolsado el español por su victoria en la competición del circuito asiático LIV, enfrentado con el Europeo y la PGA.

Aunque madrileño de La Moraleja y madridista, fogueado en el circuito estadounidense y tiene previsto instalarse en Florida tras graduarse en Finanzas y Psicología en la Universidad de Oklahoma, no fue en ninguno de esos lugares donde aprendió a jugar al golf, sino en Santander y Pedreña, de donde procede su familia, donde pasaba los veranos en su infancia, donde le entrenó Vicente Ballesteros y donde, por supuesto, aunque siendo aún un niño, conoció a Seve, que siempre tuvo buen ojo: «Dile que siga jugando», le comentó en 2008, cuando el último de los Eugenios (el nombre se repite en la familia) le dijo a su padre el pedreñero, que ya enfermo no había perdido sin embargo su pasión por su deporte.

«Tuve la suerte de poder empezar a jugar en Pedreña porque la familia de mi padre es de ahí, y aunque en aquella época Seve estaba ya enfermo, pude hablar con él. Fue a través de mi padre, que cuando yo tenía siete u ocho años le dijo a Seve que le gustaba mucho el golf y si me podía enseñar. Vio que me gustaba, que tenía un buen swing. y empecé dando clases con su hermano Vicente en Santander. Después ya me marché». A Madrid en primer lugar. A Estados Unidos después. Había hecho lo que le dijo el pedreñero: «Con siete años Seve me dijo que siguiera jugando y que siguiera trabajando con mi padre»

Desde entonces se ha curtido en las competiciones universitarias estadounidenses antes de ingresar en el LIV saudí, ese circuito creado con el dinero del petróleo que aspira a competir con la PGA y el World Tour. Lo hace a través de unos premios casi obscenos que necesariamente atraen a jóvenes valores. El domingo en Tailandia -lunes en España- ganó el Torneo de Bangkok, dotado con 4,75 millones de euros. Sí, cuatro punto setentaicinco. Rafa Nadal apenas cobra la mitad cuando gana un Grand Slam. Se convirtió así en el deportista español que mayor premio en metálico ha recibido por una sola victoria en toda la historia. Y aunque el Asian Tour está en guerra con los grandes circuitos a los que amenaza, hasta el punto de no permitir a los jugadores disputar los 'majors', las circunstancias del español son otras. Él sí puede, o eso asegura, conseguir tarjeta para los grandes y aspirar a estar en el equipo de la Ryder Cup. En el europeo, por mucho que viva en Estados Unidos.

Con raíces

Ya no se le ve por Cantabria, pero su genealogía se escribe también en montañés. No solo por el López-Chacarra, asociado a la construcción en Cantabria durante toda la segunda mitad del siglo XX, sino por un apellido que ha quedado ya sepultado en su heráldica, pero muy sonoro por Santander: Quintana. La nueva esperanza blanca es bisnieto de Alejandro Quintana y sobrino bisnieto de Tomás. ¿No les dice nada? Piensen en su anagrama: Samot. Los hermanos fundaron la óptica santanderina, aún en funcionamiento en la calle San Francisco, pero hicieron más cosas. De Tomás es la colección más importante sobre el incendio de Santander de 1941, que por cierto quemó su estudio y miles de negativos. Alejandro, bisabuelo materno del hombre de moda en el golf, fundó también la Primera División, de la que fue árbitro desde su temporada inaugural hasta 1932.

Lo de López-Chacarra viene de la familia santanderina de constructores, de la que su padre es la cuarta generación. Su abuelo, también Eugenio, como todos los mayores de la saga, impulsó la empresa que había heredado. No le fue nada mal y el negocio se fue expandiendo a la promoción, explotación de canteras, construcción de carreteras e industrias afines. En 2004, cuando su nieto tenía cuatro años y no había oído hablar aún de lo que era el golf, recibió la medalla de la Asociación de Promotores Constructores de España al reconocimiento a su trayectoria profesional.

La siguiente generación culminó la evolución del negocio, ya en Madrid, hacia la administración de fincas, la agencia inmobiliaria y actividades financieras, donde nació y ha vivido hasta la etapa universitaria la nueva estrella del golf español. Ya a principios de año dejó ver que había pasado de promesa a realidad en el Amer Ari Invitational, un torneo inscrito en la Liga Universitaria de Estados Unidos que ganó con un resultado final de -19, empatando el mejor registro histórico de un golfista de su universidad.

Así fue como, de visita a sus abuelos Eugenio y Luisa -Luisa Quintana, hija y sobrina de los Samot-, el joven Eugenio se empapó de golf, de Pedreña y de Cantabria, como recorrió las calles de Santander y aprendió a jugar de la mano nada menos que de un Ballesteros. Mantiene su carné de socio del Real Golf de Pedreña, aunque ya más por empatía y desde la distancia: «He tenido la suerte de ganar tanto en España como en Europa, aunque compito en Estados Unidos y el resto del mundo y mi vida está allí, es mejor para mi carrera deportiva y golfística y ahora tiene pinta de que me vaya a Florida», explicaba a la Cadena Cope tras ganar el torneo.

Salto a la élite

Solo es profesional desde junio, cuando dejó la competición universitaria para fichar no por los circuitos europeo o estadounidense, sino por el LIV. Suponía renunciar, al menos a corto plazo, a la PGA, en la que se había ganado un hueco gracias a sus buenos resultados con la Universidad de Oklahoma State.

El caso es que con 22 años tiene la vida arreglada y una incipiente carrera por delante. No se forjó en una familia humilde como Seve, y quizá por eso no le deslumbra -o eso dice- el premio: «Una vez que te dan esas cantidades y sabes que tienes la vida resuelta no miras tanto el dinero». Sí que mira de reojo a los grandes torneos. No cree que le alcance el fuego cruzado de la guerra entre el petrodólar y los privilegios de clase: «Ningún major ni la Ryder Cup han dicho que -los jugadores que participan en el Asian Tour- no podamos jugar. Son todo especulaciones y al final el aficionado al golf quiere que los mejores estemos juntos y vernos competir entre nosotros. Quiero ganar a Jon Rahm; quiero ganar a Rory McIlroy».

Tiene incluso la esperanza de que se reconozcan los puntos de Bangkok. Tendría que ser hoy mismo, y le haría escalar en la clasificación mundial: «Puedo colocarme muy arriba o tener una invitacion para la Ryder Cup, pero no hay nada oficial, son todo especulaciones de la gente». Y todo comenzó en el mismo campo que vio emerger a Seve.

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