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Amador Gómez
Viernes, 19 de agosto 2016, 09:33
Madrugada mágica para el taekwondo español en los Juegos de Río. Ni más ni menos que una plata y un bronce se embolsó una discilplina tradicionalmente fértil en los Juegos para los intereses de España. Los protagonistas, la debutante Eva Calvo y el campeón olímpico ... en Londres Joel González.
En la final con la británica Jade Jones empezó mal para la española con un 6-0 para la defensora del título. Pero la debutante madrileña respondió con perservarancia y decisión y una patada al casco rival colocó el marcador parejo (7-6) a falta de un período. Sin embargo, en la fase decisiva la leganense recibió una patada en el caso y todo se decantó para su adversaria. En su estreno olímpico Eva Calvo pudo celebrar una plata.
«La plata ya la tenía. Acabo de perder el oro», lamentó, aunque sin perder la sonrisa, Eva Calvo, después de haberse asegurado al menos el segundo escalón del podio tras haber derrotado cuatro horas y media antes, en las semifinales, a la egipcia Hedaya Wahba (1-0 en el punto de oro). Era otra de la rivales más poderosas a las que se podía enfrentar la taekwondista que ha entrado en la historia en su debut olímpico. La madrileña, de 25 años, campeona de Europa y también subcampeona del mundo, sufrió, pero también disfrutó sobre el tapiz del Carioca Arena 3, donde debió remontar un 3-0 en contra en sus dos primeros combates para alcanzar las semifinales y garantizarse después un merecido lugar en el podio. Un puesto en la final que se disputó durante la madrugada española.
En ese combate definitivo en la lucha por el oro la tranquila Eva Calvo reconoció que tras ir 6-0 abajo en el primer asalto y lograr acercarse hasta 7-6 en un segundo round magnífico de la española, en cuanto la británica volvió a distanciarse ya se le agotaron definitivamente las posibilidades. «Me ha costado la vida remontar, y después, con el cansancio, ya ha sido imposible. Ella ha sido mejor», admitió la joven de Leganés, que en ese momento sólo pensaba en irse a cenar con su familia después de tanto tiempo a dieta. «¡Ay! ¡Mi tortilla de patatas! Esa ya me la comeré cuando llegue a casa», suspiró entre risas cuando se le recordó el que dijo ser su mayor deseo, lo que esperaba de su abuela a su regreso a Madrid, si conquistaba una medalla en los Juegos.
«No hay límite. El límite es el oro», insistía Eva Calvo, segunda del ránking mundial, antes de llegar a Río. Se ganó el derecho a pelearlo tras imponerse en una emocionantes semifinales a a su adversaria egipcia. Antes, derrotó en cuartos a la rival a la que no había ganado nunca y en la que más había pensado, la gigante iraní Kimia Alizadeh. No se arrugó contra ella. Acabó con la iraní, a quien hizo llorar, por 8-7, con suspense hata el último segundo. «He dicho: Como me arrugue me arrolla. Con esa pierna...», comentaba radiente Eva Calvo tras plantarse en semifinales. El oro o la plata ya estaban a un solo paso y la española exhibió en su penúltimo combate una fortaleza envidiable de gran deportista. Todo el trabajo y sacrificio de diez años dedicados al taekwondo se resumían ya en ese combate, y salió triunfante. Poderosa de físico, y también de cabeza. Hasta el llamado punto de oro que le abrió las puertas del Olimpo para ser premiada después con una plata.
Con la cabeza fría
Ya en su primer combate también se vio obligada a remontar un 3-0 frente a la tailandesa Phannapa Harnsujin (6-5). Ahí comenzó su carrera hacia la gloria olímpica. Empezó a demostrar que estaba muy bien preparada mentalmente para la medalla. «Me ha costado, pero me he dicho: A remontar. Mantén la cabeza fría. No me suele pasar , pero he tenido calma y lo he conseguido. Sabía que iba a ser difícil. No he salido fría, pero me ha cogido con la guardia baja (para el 3-0 en el primer asalto). Los primeros combates siempre me cuestan», reconoció la número dos en menos de 57 kilos, «contenta» entonces por su reacción y rendimiento.
Después, tras haber ido de menos a más, le esperaba a la joven de Leganés la «chunga» iraní. Más difícil todavía, pero Eva Calvo volvió a exhibir lo mejor de sí misma. Otro 3-0 en contra, esta vez en el segundo asalto, obligaba a la española a tener que dar otra vez la vuelta el combate. «Parece que me he abonado al 3-0», declaraba radiante tras superar a la iraní, que en el último segundo reclamó el vídeo para intentar vencer, sin éxito, a la madrileña.
«He sufrido, pero a la vez he disfrutado»
«Yo estaba segura de que no me había dado. He sufrido, pero a la vez he disfrutado. Es difícil de explicar», aseguraba la espontánea Eva en la zona mixta con su simpatía contagiosa. Ella, a quien tanto le cuesta remontar, estaba tan convencida de sus posibilidades que nunca dudó de su triunfo para pasar a las semifinales y tener la posibilidad dee garantizarse ya al menos una plata. «Me he hecho daño en el dedo», decía la risueña Eva tras ganar a la iraní. Ello no impidió que en su encuentro con la egipcia se mostrase también valiente, aunque con más prudencia que en las anteriores peleas, porque entonces, lo que estaba en juego ya era muy serio. Eva decía que no le importaba ganar o no medalla en Río. Que ella sabe lo mucho que ha trabajado y eso lo que realmente cuenta. Pues ya tiene premio a tantísimo esfuerzo y tantas horas dedicadas a lo que es su vida, el taekwondo.
El campeón vuelve con fuerza
Joel González es frío, amante del ajedrez y campeón olímpico. Todas esas características le permitieron colgarse un bronce olímpico, una medalla en su salto al más difícil todavía, ya que tuvo que cambiar de categoría en mitad del ciclo olímpico con diez kilogramos más para enfrentar a unos rivales desconocidos. Por un lado pudo dejar sus ayunos de días antes -incluso de agua- que angustiaban a su pareja, la marchadora July Takacs, y por el otro, sorprender a los que ya se encontraban entre los combatientes de hasta 68 kilogramos.
El ajedrez le sirvió para ganar el bronce al venezolano Edgar Contreras, porque el sudamericano apostó por dormir el combate, por enfriar hasta intentar que perdiera la concentración su rival. Pasaron los minutos y ninguno de los dos puntuó, pero Joel González no perdió el foco en ningún momento. Por eso pudo desnivelar hasta el 4-1 en el último período y aguntar aunque su adversario se lanzó hasta el 4-3.
La frialdad también resultó clave, porque la derrota en semifinales ante una avasallador Ahmad Abughaush le arrolló 12-7 y le tocó el alma. El español abandonó el tatami afectado por quedarse a un paso de la final, pero su carácter le permitió recuperar la moral. A la lucha por el tercer puesto se presentó un Joel González nuevo, limpio de malos pensamientos y remordimientos.
Lo de ser campeón olímpico le sirvió para valorar lo que es una medalla. El bronce conquistado le encumbra en el taekwondo español y le sitúa entre los mejores porque nadie le puede igualar por el momento. No es un oro, pero es gloria olímpica.
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