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Bronce en el Mundial de Lanzarote, triunfos en el 'Sofía' y en Hyeres... El 49er de Diego Botín y Florian Trittel llegaba lanzado a los Juegos de París. En su primera campaña olímpica juntos, el barco sonaba a gran favorito en la 49er. La clase, ... igualadísima en los últimos tiempos, se prestaba más a que ganase en aguas de Marsella –la sede de los Juegos en vela– una tripulación que fuese regular, más que a una que brillase en plan estelar ganando un montón de regatas. Así lo hicieron Diego y Florian. De menos a más, una jornada con un tercero y dos segundos puestos les encumbró en lo más alto. Defendieron su primer puesto en la última jornada de clasificación, antes de afrontar una gran prueba a nivel mental. La medal race, la regata por las medallas, se aplazó por hasta dos veces y se trasladó al día siguiente. Pero el 'ESP' solventó la presión de la mejor forma. Botín y Trittel daban una lección de regateo a sus rivales y ganaban esa prueba, para amarrar a lo grande el título olímpico. Tras debutar en Río con un noveno puesto y quedarse con el más amargo –el cuarto– en Tokio, llegó la gran recompensa para el patrón santanderino.
Los que saben de deporte dicen que una medalla de bronce se empieza a ganar muy poco después de perder una semifinal. Que quien primero empiece a pensar en ella, tiene mucho ganado. Cristina Bucsa lo tuvo clarísimo tras perder, junto a Sara Sorribes, la semifinal del dobles femenino ante las neutrales –rusas– Andreeva y Shnaider. «Sara, vamos a ganar el bronce», le dijo a su amiga y compañera en el túnel de vestuarios. La castellonense pedía un poco de pausa a una torrelaveguense que no podía tenerlo más claro. Eso fue un 2 de agosto. Dos días después, Bucsa y Sorribes saltaban a la Philippe Chatrier, la catedral de Roland Garros, para medirse a las checas Karolina Muchova y Linda Noskova. Y ese torrente de optimismo de la cántabra arrasó con todo. Las checas apenas entraron en el partido para sucumbir por 2-6 y 2-6. Sorribes lo decía en televisión. El momento de duda para Cristina Bucsa no existió. La cántabra se había despedido en segunda ronda en el torneo individual, pero en el de dobles volvió a demostrar, junto a Sorribes, que es una pareja de éxito para el tenis español. Con ella, Bucsa ha logrado el mayor hito de su carrera.
Pifia en el Europeo, clasificados en el preolímpico... Los Hispanos, la selección española masculina de balonmano –con los cántabros Álex y Dani Dujshebaev en sus filas–, no llegaba con las mejores sensaciones a los Juegos de París. Y ni mucho menos en el grupo de candidatos para luchar por las medallas. Pero quizá todo el mundo se olvidó de una cosa. Desde hace mucho tiempo, en ese equipo hay algo que se transmite de generación en generación. Da igual los que vengan. Y es que ahí no se rinde nadie hasta el último segundo. Por mal que pinten las cosas. Triunfo sobre la bocina ante Croacia, victoria más que agónica –en la prórroga– ante Egipto en cuartos... Se perdió ante Alemania la posibilidad de lograr lo único que le falta al balonmano español, una final olímpica. En el encuentro por el bronce, los Hispanos hicieron lo que en todos los anteriores encuentros: competir hasta el último segundo. En los últimos instantes, apareció el líder. Un Álex Dujshebaev que allanó el camino hacia la medalla de bronce. La segunda, y además consecutiva, para él en un palmarés olímpico en el que se estrena su hermano Dani.
Los Redsticks, la selección masculina de hockey, se presentaba en París con dos cántabros en la formación. Álex Alonso participaba por segunda vez en el torneo olímpico –lo hizo en Tokio–, mientras que Nacho Rodríguez debutaba en unos Juegos. Además, la selección entrenada por Max Caldas era la más joven de las doce participantes, con una media de edad de 24 años. La cuarta plaza de su grupo, el A, les abocó a un durísimo cruce de cuartos. Bélgica, la vigente campeona olímpica, esperaba a los españoles. Parecía que el muro de los cuartos de final, la fase que más sonaba como objetivo principal, sería infranqueable. Pero España dio el gran golpe. Un 2-3 valía el pase a semifinales. A la lucha por una medalla olímpica. Con los dos cántabros asentados en el once inicial en el tramo final de la competición, España cayó en esas semifinales (4-0) con la selección a la postre campeona, Países Bajos. Faltaba por disputar el encuentro que valía una medalla de bronce. Y por 2-1, los Redsticks cedieron en un apretadísimo partido ante India. Aún así, un resultado mucho más que bueno para una selección que ya mira a Los Ángeles.
Si el cuarto puesto de los chicos del hockey es más que loable, el de la selección femenina de fútbol seguro que sabe a muy poco. La famosa 'medalla de chocolate' con la que se define a quien se queda fuera del podio, esta vez es de un chocolate amarguísimo y malo de solemnidad. Porque la selección en la que formaba la cántabra Athenea del Castillo era uno de los equipos que apuntaba claramente a medalla de oro. Era una de las que se contaba para ese medallero que al final se ha quedado un poco escuálido para lo que se esperaba. La selección femenina llegó a semifinales, sí, a la lucha por las medallas. Pero ahí recibió uno de los mayores correctivos que las vigentes campeonas del mundo y de la Liga de Naciones se han llevado en los últimos tiempos. La selección de Brasil llegó a vencer por 3-0 a una España sin ideas y con errores en defensa. El 4-2 final dejó muy tocadas a las de Montse Tomé. Tanto que en el encuentro por la medalla de bronce, el asunto seguía sin pintar nada bien. Un error grosero de Cata Coll al ir a atajar un balón derivó en un penalti para Alemania. No hizo falta más para que las germanas se llevasen el bronce.
La segunda y tercera mejor marca de su vida, quinto en una final olímpica en la que se ganó con el segundo mejor tiempo de la historia de todos los Juegos... La actuación de Mohamed Attaoui, un torrelaveguense de 22 años, se puede calificar de simplemente soberbia. En su estreno en lo que era su gran sueño desde niño, los Juegos Olímpicos, Attaoui ha demostrado que, aparte de un estado de forma más que bueno, tiene una capacidad para competir donde sea y ante quien sea que sorprende al más pintado. En su primera carrera, se impuso de forma rotunda. Sufrió más en la semifinal, pero al ser la tercera y última de ahí salió con un pase a la final por tiempos, al controlar el ritmo necesario para batir los registros de los anteriores clasificados.En la final, se voló. El keniano Wanyonyi puso un ritmo asesino. El cántabro leyó la carrera a la perfección y se dejó todo lo que tenía. Le dio para ser quinto en la segunda carrera más rápida de la historia olímpica del '8'. Wanyonyi ganó con 1.41.19, una marca solo por detrás de los 1.40.91 de David Rudisha –es el récord del mundo– de Londres 2012. Attaoui hizo 1.42.08. Con ese tiempo, hubiese sido campeón olímpico en Río y Tokio. Una carrera memorable.
La gesta de la selección masculina eliminando a Bélgica en cuartos de final no la pudieron emular las jugadoras de la selección femenina. Las Redsticks, de las que forman parte las cántabras Patricia Álvarez y Beatriz Pérez, caían ante las belgas en los cuartos de final por 2-0. Pero las de Carlos García Cuenca plantaron cara, y mucha, a la tercera mejor selección del mundo, según el ranking de la Federación Internacional de Hockey. Porque las belgas solo pudieron doblegar a las españolas en el último cuarto. En la fase de grupos, dos victorias, un empate y dos derrotas fue el balance de la selección femenina. Ante las belgas en cuartos, Beatriz Pérez, con 267, se convertía en la jugadora que más veces ha vestido la camiseta de España. Nadie puede poner un pero a la actuación de la selección femenina en el torneo. «Estamos satisfechos con el rendimiento del equipo porque lo ha dado absolutamente todo. Hemos demostrado que estamos muy cerca de los equipos de arriba, pero nos falta ese pequeño punto que te da estar compitiendo regularmente con este tipo de selecciones 'top', que es lo que da competir en la Pro League», señalaba García Cuenca.
El listón que traía de los Juegos de Tokio, donde fue sexta junto a Aina Cid en dos sin timonel, estaba alto. Un diploma olímpico. La astillerense, en su segunda participación olímpica, se estrenaba en la competición individual. Y al menos alcanzó las semifinales de su prueba, aunque se tuvo que conformar con remar en la denominada final B. La astillerense pasó con solvencia en la primera serie, al ser segunda. Una prueba en la que sacó a relucir su principal cualidad. Un gran final le hizo superar a la tercera clasificada. De forma directa –lo hacían las tres mejores–, Díaz pasaba a cuartos.
En esa ronda, la astillerense tiró de la misma estrategia. Apenas a 125 metros del final no estaba clasificada como una de las tres mejores para la semifinal, pero justo ahí atrapó a la serbia Arsic. Díaz se metía así en las semifinales.
Pero en la penúltima ronda, en una serie en la que bogaba la que sería a la postre campeona, la neerlandesa Karolien Florijn, Díaz no pudo hacer valer ese buen sprint. En la final B, que repartía diplomas olímpicos para las dos primeras clasificadas, la astillerense no pudo optar a repetir ese premio que se trajo de Tokio.
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