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Virginia Díaz y Aina Cid buscarán en unas horas la medalla en dos sin timonel. De momento ya se han asegurado la sexta plaza ... y el diploma olímpico y el podio tiene a priori otras dueñas, pero tras la lección de competitividad que han ofrecido en las dos regatas disputadas saben que todo es posible. No probable, pero posible. La cántabra y la catalana, quien ya había estado hace cinco años en la final de Río de Janeiro con otra compañera, se han clasificado esta madrugada para la final de dos sin timonel en el Canal Sea Forest.
Con el diploma olímpico asegurado, a la astillerense le resta un último esfuerzo agónico para coronar lo mejor posible lo que ya ha sido una extraordinaria actuación y regresar después a España. Será esta madrugada del miércoles al jueves a partir de las 2.30 horas (en horario español) y con seis barcos en liza. Además de España (calle 6), Canadá (calle 1), Reino Unido (calle 2), Grecia (calle 3), Nueva Zelanda (calle 4) y Rusia (calle 5).
A tenor de lo visto hasta ahora, Nueva Zelanda, que ha dominado con tiranía las mangas clasificatorias, siempre emparejada con España, es la gran favorita junto a Grecia. Las helenas, que protagonizaron una extraordinaria progresión, se han reivindicado como aspirantes a un oro que parecían tener algo más lejos al comenzar la competición. De hecho, dejaron el nuevo récord del mundo en 6.48.70, frente al 6.49.08 que tenían las kiwis, aunque la alegría les duró poco, porque acto seguido Grace Prendergast y Kerri Gowler volvían a pulverizar la plusmarca mundial para dejarla en 6.47.41. Un mano a mano que no hace sino dar más valor a la clasificación de las españolas.
A partir de ahí todo es posible en una manga con gran igualdad. Por ejemplo, solo 39 centésimas han separado a España de Rusia en la semifinal. En unas horas se verán de nuevo las caras pensando ya en el podio.
Díaz, con su inconfundible visera blanca, y Cid, a la proa del barco español, llegaban a la semifinal, que ha cerrado a las cinco y media de la mañana en horario español el programa de remo de este miércoles (en Japón son siete horas más tarde), con una marca de 7.22.14.
Desde la calle 6 salieron fuertes, muy fuertes, a 42 paladas en la champa inicial, pero no con la suficiente potencia para evitar quedar ligeramente descolgadas. Tampoco era una gran novedad ni un excesivo problema para una tripulación muy acostumbrada a ir de menos a más a lo largo de los dos kilómetros. Es su forma de competir y no les va nada mal.
En el paso por los 500 metros se seguía el guion previsto. Una Nueva Zelanda enrabietada por haber perdido su plusmarca mundial y las españolas colistas a 4.50. Las kiwis mandaban, como había sucedido en la manga clasificatoria en una jornada moderadamente similar. Prendergast y Gowler, grandes favoritas al oro, no eran referencia dada la tiranía con la que están dominando este dos sin, aunque posteriormente se iba a comprobar que ellas también son humanas y se cansan.
En el paso por los mil metros Díaz y Cid seguían sextas a 7,83 pero navegando ya muy parejas a casi toda la flota y con la tercera plaza, la última que daba acceso a la final y que ocupaba aún Rumanía en la calle 3, ya a tiro. Comenzaba la fase crítica de la regata en la que la cántabra y la catalana suelen apretar.
Así fue. Al paso por los 1.500 metros las españolas, en plena remontada y con muy buenas sensaciones, ya eran terceras a 7.74 de las oceánicas. Ya con las rumanas a la zaga, comenzaron a subir el ritmo de paladas en busca de la última champa y se abrió un mano a mano con Rusia por la segunda plaza. Incluso con las neozelandesas, desfondadas, estaban de pronto bastante cerca, aunque nunca lo suficiente para aspirar a darles caza. Sí al barco que compite bajo las siglas de ROC, es decir, del Comité Olímpico Ruso, pero, como había ocurrido en la manga de clasificación, solo les faltaron a las españolas unas decenas de metros; un puñado de paladas, para ser segundas. Aun así, lo importante era la clasificación para la final tras demostrar ser extraordinariamente competitivas. La cara de Virginia Díaz (El Astillero, 1991), tan feliz como extenuada en su abrazo con su compañera, así lo dejaba ver.
Será la primera final olímpica para la cántabra, que debutaba en unos Juegos, pero no así para Aina Cid, que ya alcanzó la final en esta misma modalidad hace cinco años en Río de Janeiro, aunque con otra compañera. Entonces no pudo subir al podio y ahora tiene una oportunidad de desquitarse. Las españolas no son favoritas a los metales, pero Grecia ha demostrado que las sorpresas siempre son posibles y su gran rendimiento permite al menos imaginar la gesta.
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