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Jugar al balonmano y llevar el nombre de Dujshebaev es como jugar al fútbol y apellidarse Maradona, solo que en este caso la historia termina bien. Es la de Álex y Dani Dujshebaev, dos hermanos trotamundos a los que les ha tocado peregrinar por ... toda Europa y que son ya dos de los jugadores franquicia de los Hispanos. Dani se perdió los Juegos por una lesión que le ha tenido inactivo media temporada, pero no así Álex, que es junto a Ángel Fernández uno de los dos cántabros que se ha coronado como bronce olímpico de balonmano.
Álex Dujshebaev Dovichebaeva nació en Santander el 17 de diciembre de 1992. Como su hermano, cinco años menor, en la Residencia Cantabria. Donde nacían hasta hace no tanto tiempo todos los santanderinos. Su padre, Talant, era el mejor jugador de balonmano del planeta. Nacido de la talentosa escuela soviética en Biskek, en el actual Kirdistán, ya en pleno Asia, sus hijos conjugan sus raíces con un acento forjado entre Cantabria y La Mancha.
Talant llegó en verano de 1992 como campeón olímpico para jugar en el Teka, que en constante crecimiento apostó fuerte por incorporar al líder del CSKA de Moscú con un objetivo que cumpliría dos años después: convertirse en el mejor equipo del mundo. Con él llevo su mujer, Olga Dovichebaeva, ya embarazada, que el 17 de diciembre de 1992 dio a luz a un chaval al que llamaron Álex.
Su éxito en el balonmano tiene mucho de trabajo. Muchísimo. Pero está claro que la genética era buena. No solo la de su padre, que pasó de soviético a ruso antes de nacionalizarse español, sino la de su madre, que también debía haber competido en esos juegos con el Equipo Unificado que representó a las diferentes repúblicas exsoviéticas tras el colapso de la URSS. No pudo hacerlo precisamente porque descubrió poco antes que estaba embarazada de Álex.
Pasó sus primeros años en Santander, eterna ciudad de regreso, aunque de paso, para Talant, para después, siendo aún un niño, comenzar el mismo peregrinaje de su padre cuando regresó de Alemania. Así fue como cambió Santander por Ciudad Real, donde se formó y con cuyo equipo debutó en Asobal en 2010 precisamente con Talant como entrenador.
No le regalaron nada y decir que el apellido le ayudó resultaría atrevido. Tal vez incluso fue al contrario, aunque a cambio tuvo el mejor tutor posible en Ciudad Real, en el Atlético de Madrid y ahora en Polonia: «Siempre y desde que era pequeño ha existido esa comparación. Con los años he ido evolucionando y yo creo que somos diferentes, pero es normal que ahora se hagan esas comparaciones», reflexionaba tras ganar el Campeonato de Europa. Normal. El apellido pesa, para bien y para mal -por lo de la presión añadida-, Álex lo sabe de sobra.
En Ciudad Real vivió y convivió con la élite del fútbol europeo en la época dorada del club manchego, y después pasó por La Rioja y el recuperado Atlético de Madrid antes de arrancar su aventura europea en el Vardar y después en el Kielce polaco, donde le entrena de nuevo su padre.
«Vine aquí soñando por el oro. No pudo ser, pero creo que el bronce era lo menos que nos merecíamos», decía ayer a la Cadena Cope mientras tenía un recuerdo para su hermano Dani, que vivió desde casa un torneo al que estaba llamado, pero al que su rodilla no le permitió acudir: «Aparte de que la medalla es suya, le he prometido que volveremos y ganaremos algo importante juntos. Voy a cumplir esa promesa. Él sabe que lo significa todo para mí».
Y es que a sus 28 años es un tipo muy familiar y unido a Dani, con el que ha crecido en todos los sentidos aunque en ocasiones las carreras de ambos les hayan separado, como cuando el menor de los Dujshebaev estuvo en el Barça. Ahora son una auténtica colonia en Kielce, donde Talant entrena a sus dos hijos y puede presumir de jovencísimo abuelo. Porque en esa ciudad polaca del tamaño de Santander vive Álex con su mujer y su hijo Hugo.
Todos estos días se ha intercambiado mensajes con su hermano desde Japón. Sin dejar pasar ni uno solo. «He ido hablando con él a diario y ahí he estado; apoyando y animando. Es una alegría inmensa porque sé cómo él quería esta medalla y las ganas que tenía de hacerlo bien», explicaba Dani poco después de la victoria ante Egipto que certificaba el podio de los Hispanos.
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