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MARTÍ PERARNAu
Viernes, 5 de agosto 2016, 21:52
La liturgia olímpica se instauró gradualmente durante la primera mitad del siglo XX, cuando se incorporaron los rituales que conforman el núcleo de la ceremonia de inauguración: el desfile de los deportistas, el solemne himno, el juramento, el encendido de la llama, el traspaso de ... la bandera de los cinco anillos y su izado, la liberación de las palomas En las últimas tres décadas del siglo se incorporó el folklore. Un leve escarceo musical en México-68, las fanfarrias bávaras en 1972 y los bailes canadienses en 1976 preludiaron una avasalladora parada militar en Moscú-80, antes de que Los Ángeles inaugurase el formato actual de ceremonias músico-festivas.
Tres décadas más tarde el cambio es radical y los rituales olímpicos aparentan ser casi un estorbo, en especial el desfile de los participantes, que ha pasado de ser la esencia del evento a molestar a las televisiones, que exigen reducir las delegaciones, amontonar a los deportistas y acelerarles el paso cual película de cine mudo. Pocos eventos simbolizan tanto el cambio olímpico como esta modificación en el equilibrio interno de la ceremonia, convertida hoy en un evento formidable y espectacular, pero al que los anillos pesan como un lastre. Disfrutamos con la ceremonia, pero reconozcamos que podría ser la inauguración de cualquier otro acontecimiento. Aprovecharé para anotar que la calidad de la organización de unos Juegos no tiene ninguna relación con que nos guste o nos desagrade la ceremonia, nos parezca mágica y superlativa o simplemente correcta. Organizar bien nunca es un espectáculo.
Para comprender hacia donde se dirige el COI es significativo lo ocurrido en Río: se disputó la calificación para la final de tiro con arco y, tal como hace cuatro años en Londres, un arquero coreano batió el récord mundial. En 2012 fue Donghyun Im (699 puntos). Este viernes, su compatriota Woojin Kim alcanzó por primera vez en la historia los 700 puntos disparando 72 flechas. Esto es una barbaridad: 52 de ellas se clavaron en el diez, con el añadido que la mitad (26) dieron en el centro absoluto de la diana, en la X. Una actuación colosal. Pero como ocurriera en 2012, el COI tampoco se preocupó de que el evento pudiera verse por televisión. Los indicios muestran una tendencia hacia el folklore en detrimento del deporte.
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