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El 22 de febrero de 2009 la vida se detuvo para Saúl Peña (Santander, 22 de junio de 1991). De hecho, casi estuvo a punto de perderla. Sentado en un banco de su barrio, el Barrio Pesquero, alguien le agredió sin mediar palabra. Un amigo ... pudo auxiliarle y evitar que siguieran los golpes, pero algo no iba bien. En lugar de ir a casa, tomó rumbo al Hospital Valdecilla. Por el camino se cruzó con su madre y le dijo una mentira piadosa. Apenas llegado a urgencias, se desplomó. Operado de inmediato, estuvo un mes y medio en coma y salió del hospital dos meses y medio después. En silla de ruedas, sin masa muscular y con 35 kilos de peso, necesitaba ayuda para todo. «El Saúl de antes ya no existía».
El viernes, 31 de agosto de 2024, Saúl Peña estará a bordo del 'cuatro con' español en los Juegos Paralímpicos de París. Entre uno y otro momento han pasado años de sacrificio y de renuncias. A jugar al fútbol como hacía y a su vocación de ser bombero. Pero pasado un tiempo consiguió levantarse. Después, tener cada vez más movilidad y recuperar el tono muscular.
No fue sencillo. En un primer intento no pudo sacarse el carné de conducir ni prepararse para opositar para celador en una academia por la secuelas que le habían quedado en su retentiva. Pero encontró en el remo –en su madre siempre lo tuvo– otro apoyo para volver a ser él, entrenando en solitario en el Club de Remo Ciudad de Santander. «Podía aceptar muchas cosas, pero no el no poder volver a hacer lo que me gustaba», recordaba ya hace dos años, cuando lo apostó todo a estar en los Juegos Paralímpicos de París. Una visita de su vecino del barrio Pedro Munitis, el ídolo de aquel chaval hincha del Racing, fue un incentivo más.
Ahora compite en la modalidad PR3-PI, para personas que pueden mover todo su cuerpo, pero con alguna dificultad. Antes ya había conseguido salir al agua con Santander, pero el dolor en la cadera, otra de sus secuelas, le alejó, pese a una operación, de la trainera. Ahora lo hace con San Pantaleón, el club en el que ha preparado los Juegos y en el que descubrió que no necesita un barco adaptado, sino que puede compensar de otro modo sus problemas de equilibrio. También consiguió sacarse el carné –aprobó el teórico a la primera y sin fallos— con técnicas de estudio que fomentaban su retentiva y preparase al fin como celador. Todo un éxito de la perseverancia.
Cuando en 2017 comenzó a trabajar como vendedor de cupones de la ONCE en Torrelavega, el destino le puso otra zancadilla. Su puesto estaba frente al domicilio de su agresor, que, entonces también menor, solo pasó unos meses en un centro de internamiento y nunca le pagó la indemnización. Gestionó la ansiedad y solo pidió que le cambiaran de puesto. Así siguió su recuperación.
En 2022 tuvo que cruzar otro puente. «Trabajaba en la ONCE y durante una de las concentraciones que tuve de julio me mandaron un correo electrónico diciendo que mi contrato expiraba porque había regresado la chica a la que estaba sustituyendo. Después no me han apoyado en el proyecto que tenía de conseguir disputar unos Juegos y nunca me volvieron a llamar para trabajar». Fue el momento de «tomar una decisión»: «Tenía que buscar otro trabajo y dejar el remo, porque tenemos muchas concentraciones cada mes y un trabajo cualquiera no permite estar en ellas –la ONCE da permisos por concentraciones nacionales–, o aguantar con lo que tenía ahorrado y conseguir mi sueño desde que soy discapacitado de estar en unas Paralimpiadas. «Lo conseguí». A fuerza de tenacidad y de hacer cuentas, porque en el remo no se cobra.
Con perspectiva, recuerda el camino recorrido. Con emoción ante las innumerables dificultades que ha tenido que superar, pero orgulloso. «Siento mucha felicidad por poder hacer lo que me gusta. Este deporte, con la forma física a la que te obliga, me mantuvo con vida y por eso volví, para seguir con mi vida como era de antes. Los obstáculos que tuve, fáciles o difíciles, los he podido superar con esfuerzo. Son mis primeros Juegos Paralimpicos y llevo casi tres años en la selección, entrenando a diario y en muchas ocasiones en doble sesión, de mañana y tarde», recordaba ayer ya desde la Villa Olímpica parisina.
De nuevo, el pasaporte para Francia lo obtuvo evitando obstáculos. Tuvo que asirse a una última opción cuando los Juegos parecían lejanos. «En septiembre de 2023 –recuerda– quedamos novenos en el Mundial de Belgrado y solo se clasificaban seis países. Seguimos entrenando y en mayo de este año afrontamos la repesca olímpica, que repartía dos plazas. Aunque hicimos buena regata quedamos terceros, pero había dos invitaciones y en junio nos dieron una de ellas por decisión técnica, por la mejora que tuvimos. Llevamos desde el 21 de julio concentrados en Amposta, después en Banyoles, y de allí partimos hacia París, a donde llegamos el domingo». Después, ya se verá.
El ocho con timonel español afronta este viernes la primera regata de los Juegos con Saúl Peña a bordo. «Sabemos que las medallas son al 99% imposibles –asevera desde París–, porque en el deporte con discapacidades hay mucha diferencia entre países y las dimensiones que tienen los equipos ingleses, australianos, italianos, alemanes... son bastantes comparados con nosotros, así que nuestro objetivo será el diploma y volveremos mucho más que contentos si lo conseguimos».
«El día 30 –viernes– en la clasificatoria intentaremos no desgastarnos mucho, porque esa no es nuestra guerra. Solo se clasifican dos para la final y nosotros tenemos que pensar en la repesca el día 31 donde lo podremos intentar. Después, el día 1, en la final A o B lo daremos todo para dejar atrás a los botes que podamos. El domingo esa larga competición personal para llegar a los Juegos ya contará como un éxito vital para el santanderino, único representante cántabro en los Paralímpicos.
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