"Sin la medalla de bronce de Los Ángeles trabajaría en una fábrica"

Aquel triunfo que protagonizó el 11 de agosto de 1984 aún está en la retina de muchos españoles que presenciaron atónitos cómo el joven atleta cántabro se alzaba con la primera medalla para el atletismo español en pista.

Tres décadas después, Abascal ha podido seguir vinculado al deporte que le ha dado todo, plenamente dedicado a la preparación de jóvenes atletas, entre ellos las hermanas Zulema e Iris Fuentes Pila y el mediofondista David Bustos. Durante los últimos 20 años Abascal ha trabajado por el atletismo en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Bezana y después ha "emigrado" para trabajar por el deporte de Calafell (Tarragona), desde donde probablemente seguirá a los atletas españoles en los Juegos Olímpicos de Río.

"Salir de Brasil con tres medallas sería extraordinario", opina. "La marcha podría sacarnos otra vez del apuro", añade Abascal, quien desea que su paisana Ruth Beitia logre la medalla olímpica que le falta en su "extenso y rico palmarés". Los saltadores de longitud Pablo Torrijos y Eusebio Cáceres son otros atletas a los que Abascal ve con opciones de podio.

No obstante, Abascal cree que no hay que caer en la "medallitis", porque es "injusto" que no se dé la importancia que tiene alcanzar un "puesto de finalista". Y lo dice sabiendo de lo que habla: "Si yo hubiera sido cuarto no estaría aquí, sino en una fábrica trabajando a destajo".

Jose Manuel Abascal (Alceda, Corvera de Toranzo, Cantabria, 17 de marzo de 1958), reconocido como el mejor atleta español en 1984 y con numerosos éxitos nacionales e internacionales en la considerada "prueba reina" del atletismo, revive especialmente con la llegada de cada cita olímpica las distintas experiencias que atesora en los Juegos, para él "el mejor escaparate del deporte y la competición más importante que existe".

Abascal explica que ha "vivido de todo" en los Juegos Olímpicos: la ilusión de debutar y la amargura de caer en primera ronda en Moscú 80; la gloria de subir al podio en Los Ángeles 84; el dolor de verse lejos de Seúl 88 al no recuperarse a tiempo de una operación por una osteopatía de pubis; y la "indescriptible" satisfacción de desfilar como abanderado (junto a Jordi Llopart) en Barcelona 92.

Recuerdos

Ahora, 31 años después del bronce de Los Ángeles y con la vista puesta en los próximo Juegos Olímpicos de Río 2016, Abascal evoca con detalle cómo logró una medalla que "no esperaba", porque, en principio, creía que solo podía "aspirar a entrar en la final".

Con la experiencia de Moscú, donde se vio "atenazado por los nervios" para acabar cayendo "por un puesto" en primera ronda pese a estar en "muy buena forma", Abascal se presentó en Los Ángeles "más confiado y con más fortaleza tanto física como psicológica".

Aunque accedió a la final tras ganar dos rondas clasificatorias con buenos registros, en la carrera decisiva sabía que sus posibilidades eran escasas ya que "había tres británicos prácticamente imbatibles" (Sebastian Coe, Steve Cram y Steve Owett), sin olvidar al estadounidense Steve Scott y al keniano Joseph Cheshire).

"Mi ilusión era quedar entre los cinco primeros", reconoce Abascal, quien sabiendo que no tenía un final explosivo, para "evitar un sprint masivo", hizo un "ataque largo", con la "sorpresa" de que a falta de 200 metros iba en cabeza.

"Luego me pasaron Coe y Cram (oro y plata) y me puse detrás para aguantar lo más posible", con lo que entró en tercer lugar (3.34.30), evitando "por poco" que Cheshire le superara.

Empezó a tomar conciencia de su gesta al llegar a España "reventado", primero al ver que la atención de la prensa se centraba en él al bajar del avión; más tarde en Santander cuando al ir a cenar a la cafetería de un amigo "toda la gente se levantó aplaudiendo"; y, finalmente cuando a la mañana siguiente su madre fue a despertarle diciéndole "levántate, que está el salón lleno de periodistas".

Aunque Abascal es consciente de que la medalla de Los Ángeles ha sido determinante en su vida y de que ha "abierto el camino" a otras figuras del medio fondo español como Fermín Cacho, a quien ve como "el mejor atleta español de todos los tiempos", considera que hay dos personas que han sido claves en su carrera, su entrenador Gregorio Rojo y su "gran rival", Jose Luis González.

Del primero destaca que fue una "persona extraordinaria" a la que veía como su "segundo padre", que siempre estuvo "al pie del cañón" y que nunca le abandonó pese a que "escuchó cantos de sirena".

En cuanto a José Luis González, Abascal lamenta que "no se le ha valorado como merece", porque, a su juicio, "sin duda ha sido uno de los mejores atletas de la historia de España".

Han pasado 23 años desde que Abascal decidió retirarse "relativamente joven", pero con la seguridad de que "ya no podía mejorar". Nunca se arrepintió de su decisión y ahora su meta es inculcar a los jóvenes que "quien está cerca del deporte vive mejor y se forma y educa para la vida".