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José Carlos Rojo
Miércoles, 9 de noviembre 2016, 09:28
La historia deportiva de María Cruz Rodríguez (Santander, 1976) viene forjada por un desengaño: el atletismo. Con 15 años dejó las pistas de La Albericia y a su entrenador, Ramón Torralbo, para aceptar la beca que la llevaría hasta Madrid para continuar con su preparación ... como especialista en salto de altura en el Centro de Alto Rendimiento Joaquín Blume. «Fui muy pequeña, con apenas 15 años. Dejé de entrenar con Torralbo, que me entendía muy bien, y pasé cuatro años en Madrid mejorando el salto», cuenta.
Un día acompañó al equipo nacional de esgrima a una competición. «Fue alucinante. Me quedé prendada de aquel deporte, fue maravilloso», recuerda. Influye también que el salto de altura no gozaba en España de un gran nivel, mientras que aquel combinado femenino era ya campeón del mundo. «Recuerdo cómo fue estar con ellas, con las mejores de todo el planeta. La ilusión era muy grande».
Hizo la prueba para ingresar en el equipo y logró su oportunidad. «Las condiciones físicas ya las tenía porque era una deportista de elite. Pero claro, con 19 años tenía que empezar desde el principio y aprender todo un deporte». No fue tan complicado, pero sí trabajoso. María Cruz Rodríguez empleó ocho horas diarias en el entrenamiento. «Trabajé y trabajé todo lo que pude y mis compañeras me arroparon en todo momento». La tenacidad venció y la cántabra logró títulos. Primero superó a sus compañeras que durante un tiempo fueron sus maestras, en cuatro campeonatos de España. Después las acompañó hasta una plata en la Copa del mundo y varias medallas internacionales.
Un mundo con reglas
«Este deporte ha forjado mi manera de ser», explica. «El hecho de estar en un régimen disciplinario de un deportista de este nivel te marca. Era la mejor manera que tenía de focalizar mi tenacidad, mi ambición de lograr títulos. Eso es precisamente lo que más me descoloca de la realidad ahora, y les sucede a muchos deportistas. Que estamos acostumbrados a movernos por unos mundos que tienen una gran exigencia, que demandan dedicación al 100% y que te hacen padecer a veces dolor físico;pero al final sabes que todo se rige por unas reglas y que si haces el máximo por superarte, puedes ganar cosas. Eso en la vida no funciona así. Cada vez hay menos reglas y no siempre gana el mejor», lamenta. «Aunque la mayor parte de las veces, eso sí, sólo es cuestión de tiempo que todo vuelva a su lugar».
Durante dos años María Cruz Rodríguez estuvo luchando por configurar una Federación Cántabra de Esgrima democrática, abierta a los clubes y funcional. «Lo que había en Cantabria no tenía ningún sentido. Ni siquiera convocaron elecciones, era una cosa sin igual». Finalmente fue la propia Federación Nacional la que disolvió ese intento regional de agrupación.
El regreso
Hace tiempo que María Cruz prometió no volver a empuñar una espada; pero las cosas cambiaron hace 10 años, cuando junto a Armando González decidió fundar el Club de Esgrima Cesan, que ahora cuenta con 60 aprendices cántabros. Ella completa el equipo adulto femenino para mantenerse en Primera Nacional «y el año pasado he recuperado la competición individual. Quizá me anime de nuevo a estar ahí», avanza ahora, que nada más entrar de nuevo en el circuito ya se encuentra entre las 20 mejores del país.
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