Lo que los bolos esperan de 2023

El primer nombre que surge a la hora de apostar por los favoritos para los grandes títulos el próximo curso es el de Víctor González. El de Peñacastillo ha dominado los últimos años en cuanto a números, aunque no logra el doblete en el Regional y en el Nacional desde 2019. El culpable de ello ha sido un Junco surgido a orillas del Miera, en Liérganes concretamente, que ha sido capaz de sobrevivir en los dos últimos Regionales para dar un poco de color a la campaña. Sin vivir su mejor momento Óscar González es un animal competitivo que lidera un pelotón de aspirantes que completan Jesús Salmón y Carlos García, que no cejará hasta quitarse la espina del Regional perdido en la última mano hace apenas seis meses.

Dice el refrán que a la tercera va la vencida. De cumplirse esa máxima 2023 será el año de Andros, que asalta la muralla de un título liguero de División de Honor que los guardianes de Peñacastillo defienden de manera inmaculada. Tras las dos últimas campañas, en las que han arrasado en la segunda vuelta, nadie se atrevería a apostar contra los de Cañas pase lo que pase en el comienzo de la competición. A 26 jornadas vista los de Las Fraguas y los capitalinos no parecen tener rival, aunque Camargo o Riotuerto parten con aspiraciones de dar alguna sorpresa. Por la parte baja los dos recién llegados de Primera, La Rasilla y Comillas, llegan con plantillas de garantías para pelear con cualquiera, lo que abre el abanico de peñas que tendrá que pelear por mantener la categoría.

Gran parte del futuro de la madera pasa por la Carmelo Sierra. El equipo que dirige Edu Ingelmo ha unido en el mismo cuarteto a las dos mayores promesas bolísticas, Mario Pellón y Néstor Viar, los llamados a tomar el relevo de los grandes y sentarse en pocos años en la mesa con Víctor. El torrelaveguense y el de Guarnizo son los dos mayores exponentes de una hornada de varias generaciones que cuenta con bolistas como Miguel Hernando, Javier Caicedo o los hermanos Ángel y Marcos Lavín, que están ya en edad de asomarse a las primeras plazas de las grandes competiciones. Junto a ellos vienen bolistas como Álvaro Mier, que en 2023 militará en San José; Marcos Sobejano, también de la Bolística; o Toño Sordo, de Quijano, que también apuntan a prospectos de grandes jugadores dentro de poco tiempo.

Posiblemente el año clave dentro de una competición que no acaba de dar el estirón en cuanto a peñas se refiere. A nivel deportivo Peñacastillo se sacudió las ganas de título con un nivel de juego estratosférico obligado por Camargo, la Bolística y Campoo, por lo que en 2023 partirá como favorito para revalidar el título, sobre todo si Judit Bueno regresa a la partida. El mayor reto lo tendrán sus rivales, que necesitan repetir registros para aspirar a revalidar los títulos alzados estos meses, la Copa Cantabria en caso de las del Besaya y la Copa FEB en caso de las camarguesas. La otra gran arista para las peñas femeninas será afrontar por primera vez el pago de los arbitrajes, un desembolso compartido con la Federación y que supondrá una piedra en el camino para varias peñas modestas.

Dos son los principales retos que afronta la Federación que preside Norberto Ortiz: Lograr la unión de los diferentes estamentos bolísticos y obtener recursos para los bolos. El primer punto lo tiene complicado, toda vez que pese a sus intentos por pedir unión y confianza en su gestión el grupo de asamblearios de su candidatura que queda sin dimitir en la asamblea no cesa en sus ataques, descalificaciones incluidas, a través de redes sociales. Todo ello encabezado por una persona que no tiene cargo ni es asambleísta y a la que, eso sí, Ortiz llamó al orden y retiró las credenciales federativas. Pese a ello, el comienzo de la competición debería servir como bálsamo. En cuanto a la obtención de recursos, la falta de los patrocinadores prometidos es el principal debe de la gestión de Norberto Ortiz, que tiene por delante dos años para cambiar las cosas.

El comienzo del cambio. El tiempo dirá si para bien o para mal, pero a partir de 2023 los bolos serán diferentes. Será el último curso con la Primera Categoría tal y como se juega ahora, con un grupo y los 19 metros. Esa distancia desaparece, junto a la Segunda Especial, para dar paso a una antesala de División de Honor con dos grupos y 18 metros de tiro máximo. La idea de los creadores de la reestructuración es dotar a la competición de mayor dinamismo, menos partidos e implicar a un mayor número de peñas hasta el final del torneo. Una modificación polémica y sin consenso que tendrá una segunda parte en 2024, cuando finalice el convenio con Apebol y se abra el melón de los descensos de la máxima categoría.

Al menos, que me quede como estoy. Ese es el pensamiento que año a año pasa por la mente de practicantes y dirigentes de pasabolo losa, pasabolo tablón y bolo pasiego, que se mantienen vivos gracias al ingente trabajo de peñas y directivos. Esa es la primera tarea, la de mantener viva la llama de tres modalidades en 2023 y por muchos años.