Los cinco retos del mandato de Norberto Ortiz

La Federación Cántabra tiene nuevo presidente. O lo tendrá el 22 de enero, cuando la asamblea salida de las elecciones del pasado sábado elija a Norberto Ortiz como el encargado de comandar los bolos en la región durante los próximos cuatro años. Un cargo con un gran poder y una gran responsabilidad que tiene por delante varios retos de cara a los próximos meses y a los próximos años. Algunos son nuevos, impuestos tras un 2020 en el que bastaba con sobrevivir y en el que los bolos han obtenido un notable, y otros que se arrastran con el paso de los años. Ni siquiera son los únicos, pero sí los más notables.

Es la primera y más urgente tarea que tendrán que poner en marcha Norberto y su equipo. Complicada por su inmediatez y en la que serán parte fundamental Santi y Lidia, los dos empleados federativos, la ausencia de descensos el pasado año obliga a reestructuras todas las categorías para que en 2022 vuelvan a contar con el número de peñas habitual. De momento el primero paso lo ha dado la Apebol, que propone que en lugar de cuatro descensos directos en la División de Honor sean tres las peñas que bajen y una cuarta que promocione contra el segundo clasificado de Primera. A partir de ahí se ajustarían el resto de grupos hasta quedarse en doce cada uno.

Antes de ordenar cada competición llegará el turno de la inscripción de las peñas. Ahí tendrá trabajo también Ortiz, toda vez que de las 149 peñas que se habían apuntado a la Liga en enero de 2019 solo salieron a jugar en junio 94. Un total de 55 equipo menos que por culpa del covid no han pisado la bolera este curso y que, en algún caso, no lo harán en 2021. Otras que sí han jugado, como Renedo, no lo harán el año que viene, por lo que devolver el número de entidades en liza a los corros es el primer reto del nuevo presidente.

Probablemente, a corto plazo, la tarea más complicada. Este año, especialmente en la primera vuelta liguera, los espectadores no han fallado en las gradas pese a las restricciones, aunque la cosa tiene truco. A los bolos van, en un alto porcentaje, jugadores, directivos y árbitros. En 2020 el número de partidos cada fin de semana se ha reducido notablemente, por lo que eso ha dado la posibilidad a que bolistas y aficionados de peñas que no han competido hayan podido acudir a otros partidos y competiciones. En 2021 no se dará esa circunstancia, por lo que será una buena vara de medir si los bolos mantienen su afición o si el público abandona los corros.

El santo grial de los bolos, conseguir que las categorías más reducidas en cuanto a jugadores den, por fin, un salto hacia adelante. Por un lado la femenina, que cuanto más crece en calidad más problemas tiene de cantidad. El año que viene la Liga, a priori, volverá a contar con diez peñas, aunque en las competiciones individuales apenas son una treintena las que participan. La Liga Escolar femenina languidece y el relevo generacional a futuro parece complicado.

Entre las categorías menores masculinas ocurre algo parecido. Calidad, a raudales. Cantidad, la justa. El Aula Madera de Ser ayuda, pero no es suficiente para competir con el resto de estímulos que tienen a su alrededor los niños. Urge tomar riendas en el asunto, aunque en este caso trasciende más arriba de instancias federativas y necesita de la colaboración de las instituciones regionales para llevar el mundo de los bolos a la colegios, institutos y resto de centros de enseñanza de la comunidad.

Decía Norberto Ortiz en una entrevista concedida a este periódico el pasado lunes que su intención es que las boleras sean un punto de reunión para todos los cántabros. Los días de vino y rosas se acabaron hace años y, con el paso del tiempo, los bolos han ido saliendo de los temas de conversación favoritos de los cántabros, especialmente entre los más jóvenes. El reto más complicado de Ortiz a largo plazo es lograr que los bolos formen parte de la vida social de los ciudadanos, que se hable de los partidos del fin de semana en los desayunos de los lunes y que después de cada campeonato el registro del campeón corra de boca en boca. A primera vista, un imposible. A segunda, una ilusión que lograr, sobre todo en zonas como Santander y su entorno.

El quinto reto entronca con el anterior. Y es que para que se vuelva a hablar de bolos en el día a día es fundamental que el evento central de la temporada tenga la estructura que merece. El formato actual, con demasiados días, demasiadas competiciones y demasiado tiempo de bolos saturan a los no aficionados, que son los que tienen que engancharse a través de las competiciones más atractivas. Jornadas más cortas, con competiciones decisivas y algún desafío atractivo supondrían una variante que ofrecer al público más general y servirían además para llevar a otras boleras torneos con menos tirón o fases menos decisivas como los cuartos y las semifinales de la Copa Federación española.