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Claudia Negrete, con la universidad de Miami con la que juega la Liga de EE UU. C. N.
Claudia y su insobornable voluntad
Hockey

Claudia y su insobornable voluntad

Superación. A sus 20 años, la cántabra con TDAH ha conseguido estar becada en EE UU y ser internacional con España

Marcos Menocal

Santander

Lunes, 21 de febrero 2022, 07:57

«Me voy a Ohio a estudiar a la universidad». Hubo miradas cómplices en casa, pero realmente no fue necesario decir más. Claudia Negrete (Santander, 2001) aceptó el reto, uno más en su azarosa vida, y con eso bastó para convencer a sus «imprescindibles». Su vida es un incesante desafío en el que superar barreras se ha convertido en su hoja de ruta, guiada por un espíritu de esfuerzo que abruma, y aquel fue uno más. Con apenas siete años pidió ayuda.

Sus dificultades para mantener la atención y comportamiento impulsivo e inquieto se combinaban con su baja autoestima y los malos resultados escolares. Todo formaba un cocktail que minaba su personalidad. «Me podía pasar horas delante de un libro sin pasar las páginas», recuerda. No sabía por qué, pero algo no marchaba bien. Fue diagnósticada de TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) y entonces... Todo cambió. El camino que va desde que recibió aquella noticia y supo qué le pasaba hasta hoy, becada por la Universidad de Miami (Ohio) y estudiando Kinesiología, es la película de un ejercicio de superación de manual y de un convencimiento personal ejemplar. Superó con ayuda de psiquiatras, médicos especialistas, medicación específica y horas extras de apoyo sus estudios primarios en el Colegio Peña Labra; Primero de ESO en Kent (Inglaterra), el 2º de bachiller en el Instituto Pereda, la selectividad española y la estadounidense y los distintos estudios de idiomas.

Paralelamente, ha logrado ser internacional con la selección española de hockey en todas las categorías desde los doce años hasta la sub 21 -solo le falta la absoluta-. Su historia se escribe al dictado de sí misma, de sus incombustibles ganas de progresar y aprender. «Mis hermanos jugaban al fútbol al principio y luego al hockey. Yo les veía; me quedaba fuera y luego, cuando acababan, entraba al campo y en un córner me ponía a jugar sola», explica con la nostalgia recorriendo su cara. Sus padres, que junto a sus tres hermanos más son «las otras partes de este proyecto», le acompañaban estoicamente cada sábado y domingo en ese córner. Lloviera o hiciera frío. Y así empezó a darle con el stick. A los cinco años, a Claudia todo le costaba más que a los demás y, sin embargo, a nada le decía que no. «Las clases empezaban a las 9.00 horas, luego tenía clases de apoyo con los tutores, a casa, merendar, a entrenar... Muchas veces estudiábamos en la cafetería del Complejo de La Albericia antes de volver por la noche a casa». Y así un día tras otro.

La medicación fue para ella un bálsamo. Acostumbrarse a ella también precisó un esfuerzo. «Se me olvidaba; no me acordaba... Pero me vino muy bien», explica. Claudia ingresó en un curso de madurez acelerado. Su necesidad por esforzarse para conseguir las cosas que otros alcanzaban por inercia le hizo «crecer y madurar», ganar en responsabilidad y exigirse «un poco más cada día». A Claudia se le olvidaba todo. Era incapaz de fijar su atención «un rato» en cualquier cosa. Revoloteaba de un lado a otro como una abeja de flor en flor. Su mente y su deseo fluctuaban y todo «quedaba a medias».

De la necesidad, virtud

La excesiva dependencia familiar «para los medicamentos, ir a clase, las charlas con los tutores, los entrenamientos...» la mantenía sierva de la mano de sus imprescindibles -sus padres, además de sus médicos y profesores, como ella misma dice-. Pero de repente, «explotó» y comenzó a moldear el carácter ganador y de liderazgo que dirige su destino desde entonces. Empezó a ganar en confianza y a «fijarse en los demás y a ayudar a que nadie se quedase atrás», irrumpe su padre Ramón Negrete, que no quiere aparece en estas líneas pero que -nobleza obliga- no deja de ser juez y parte de esta historia. Toma conciencia de ese compañero al que no invita al cine, al que no aprueba aquella prueba o no salta aquel obstáculo. «Es probable que esa capacidad de liderazgo estuviera ahí, pero ella no lo sabía», añade su progenitor.

El diagnóstico de TDAH fue el timón que dirigió el rumbo de Claudia. Hasta entonces «todos creían que era un trasto, que no paraba», recuerda la cántabra, quien no duda en afirmar que «sin los profesionales que ayudaron nada hubiera sido posible». Tras la enseñanza básica, con una tutora que «tuvo presentes esas necesidades», optó por el servicio de enseñanza online del IES José María de Pereda. Comenzó a organizarse, a sacar tiempo para ordenarme y su vida tomó una velocidad más. Clases particulares, desplazamientos, concentraciones y competición con el Sardinero, con la selección autonómica y con la nacional. Y continuó abriendo y cerrando etapas, como su apuesta por acudir a Cobham Hall, un colegio en Kent (Reino Unido) para cursar Primero de la ESO. «Solo quedaba una cama y me la dieron a mí. Me costó por le idioma, pero me dejé la piel», indica. Fue elegida, precisamente, como ejemplo por su liderazgo y carisma. En un internado del estilo del famoso Hogwarts de Harry Potter, Claudia dio un paso más. «Aprendí ingles. Nadie hacía hockey y yo muchas veces me perdía alguna excursión por ir a entrenar, pero aprendí mucho», recuerda.

A su vuelta a España, cuando ya había reconvertido su necesidad de trabajo extra en un plus de autoestima, con varias internacionalidades en hockey a la espalda, llegó su último desafío. «Contactaron conmigo. Me vieron jugar en la concentración de un Campeonato de Europa de Santander y les gusté», explica. Y así fue como el destino preparó una de las suyas. Un vuelo de Ryanair Santander-Barcelona que se perdió propició una barbacoa en Somo. Y allí, Iñako Puzo le propuso la idea. «Me preguntó qué me parecía ir becada a Estados Unidos a una universidad a jugar al hockey. En principio no me gustaba nada, pero me fui convenciendo y le dije que sí». Entonces comenzó la prueba de las pruebas. Nada pudo con Claudia; ni la preparación de la selectividad española «por si acaso», ni la estadounidense. «Me supuso un esfuerzo enorme. Fue horrible. Me examiné en Bilbao. El nivel no era muy alto pero las matemáticas en inglés... Aprobé y dije en casa: 'Me voy'».

Claudia recibió en 2019 una beca que financia el 100% de sus gastos por los cuatro años que dure su carrera: material, matricula, manutención y residencia. Actualmente cursa segundo de Kniesología en la Miami University (Ohio), unos estudios centrados en la «recuperación de lesiones y estadísticas de cómo y cuándo se producen». Al principio «fue duro y chocante». «Acostumbrada a clases de apoyo me vi en un aula con 300 estudiantes, pero ahora no lo cambio por nada», reconoce. La filosofía y el sistema de estudio encaja con su leitmotiv de vida. «Aquí todo tiene un nivel enorme de profesinalismo. Las instalaciones, fisios, nutricionistas, entrenadores, médicos, pruebas de esfuerzo, mediciones... Esto no lo tiene ni el Real Madrid», bromea. Vive en un pueblo universitario «a siete minutos andando» del centro. Algunos están becados y otros no.

Su trayectoria de superación ha entrado en una nueva fase. Todas las trabas y esfuerzos extras, sus frustraciones superadas a base de tesón y coraje, son ahora su bagaje. «He visto cómo muchas de mis amigas no han llegado. Algunas tenían mucho talento, pero lo dejaron y ahora me dicen: 'Que envidia'. Siempre digo que no llegas a nada si no te quitas alguna alegría».

Una más en Ohio

Claudia ya es una más en el pequeño publecito de Ohio. Lleva camino de dos años y con un poco de suerte «quedarán otros dos y uno más de máster». Los gastos medios de un curso universitario similar a sus estudios ascienden a 60.000 dólares. Es una apuesta por la excelencia en el indisoluble binomio estudio y deporte. No hay uno sin el otro. «Sin el mejor rendimiento escolar, no hay partidos. Puedo entrenar y mantener el físico, pero los partidos están reservados al mejor rendimiento en los estudios. Mis notas permiten que mi equipo se clasifique o no y su valor en la clasificación depende también de mis notas. La propia clasificación en Liga es tan importante como la nota media que alcance mi equipo, y estos resultados son parte del logro común. Excelencia deportiva y curricular». Los valores colectivos de la universidad han contribuido en ampliar aún más su capacidad para no rendirse: «Todo se celebra en grupo; cada éxito de uno es un éxito del equipo y eso une mucho más». El lema de la universidad es 'Love and Honor'. Ahí es nada.

Claudia sigue padeciendo ese TDAH que la marcó desde niña, pero hace tiempo que lo controla y que lo ha convertido en su pócima secreta. «Aquí sigo teniendo apoyo extra para todo, pero es que aquí no nos falta de nada», admite.

La conversación termina con un «gracias por intersaros por esta historia» a través de una pantalla. Ha sido necesaria una videollamada; Claudia está confinada desde hace nueve días en su habitación y se sube por las paredes, pero ha aprendido a hacer de la necesidad virtud. «Pasará pronto. Hay que saber sacarle partido a esto y cuando acabe, seguiremos». Lección de vida.

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