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Nada ha cambiado y, sin embargo, todo existe de otra manera. El Complejo Municipal Ruth Beitia y el campo de golf de Mataleñas, ambos en Santander, abrieron sus puertas y los deportistas tuvieron acceso a sus instalaciones por primera vez en dos meses, pero faltaban el bullicio, las conversaciones durante los calentamientos o los comentarios en los estiramientos finales. La nueva normalidad es mucho más silenciosa y cuenta con daños colaterales, como férreos protocolos y la ausencia del componente social tan ligado a la actividad deportiva, que convirtieron el día del regreso en una experiencia tan novedosa como extraña.
El primer día, alrededor de 300 usuarios confirmaron las expectativas que había sobre la reapertura. «Hay muchas ganas de hacer deporte y el goteo fue continuo a lo largo de la jornada. A primera hora sólo entró una pareja a jugar al tenis, pero después ya empezó a tomar su pulso habitual», cuenta Fortunato Porras, director del Instituto Municipal de Deportes de Santander.
Ese es el único resquicio de aquella cotidianidad anterior a la llegada del Covid-19: las costumbres en cuanto a los horarios se mantienen. «Por las mañanas, igual que antes de la crisis sanitaria, es cuando hay menos actividad y después se concentra todo por las tardes, ya que la gente acaba su jornada laboral y busca la forma de hacer deporte», añade Porras.
De momento, la pista de atletismo, las de tenis -dos o tres simultáneas, dependiendo de la hora- y pádel -tres a la vez- son las instalaciones a las que se puede acceder en el Complejo Municipal Ruth Beitia, que se enfrenta a una normalidad «delicada y muy entrecomillada», define el director del IMD, mientras pide «paciencia» tanto a usuarios como a organizadores.
Con las instalaciones al 30% de su capacidad, el primer día fue «extraño», define el tenista Joe Cobo. Seguir los itinerarios de circulación distribuidos para cada deporte, tanto de entrada como de salida, para que no coincidan los usuarios en el único acceso abierto, la necesidad de avisar en caso de usar los servicios para que acudan inmediatamente los encargados de limpieza o la restricción del tiempo de la sesión de tenis a una hora -con la necesidad de liberar la instalación cinco minutos antes de la llegada del turno posterior para evitar coincidencias-, son algunos de los puntos del protocolo que Cobo, como el resto de usuarios, no duda en seguir: «respeto las normas, pero un 30% de ocho pistas de tenis no es razonable».
En su caso, llegó ayer al Ruth Beitia «sin haber cogido una raqueta durante las semanas» que lleva el Estado de Alarma y se notó. «Es como volver después de estar lesionado. En mi caso, no fue hasta el final de la hora cuando ya empecé a mostrarme un poco más competitivo, pero al principio ha sido un desastre». Así todo, Cobo es consciente de lo transitorio de la situación y espera que «en unas semanas estemos otra vez disfrutando».
A media mañana el fondista David Blanco tenía hora en la pista de tartán y fue el primero en pisar las instalaciones atléticas, ya que la mayoría de los corredores eligió el turno de tarde. «Había ganas de empezar a entrenar en la pista, ya que hasta ahora hicimos lo que pudimos», comentaba Blanco, quien reconoce que «ahora va a costar un poco empezar porque en dos meses se pierde bastante la forma, pero espero que en un mes esté parecido a como estaba antes del parón». Ahora, con posibilidad de hacer entrenamientos de calidad, solo queda esperar noticias del nuevo calendario. «Igual para final de verano hay algo, pero no se sabe nada seguro».
Si en el Complejo Municipal Ruth Beitia había movimiento en la primera jornada de apertura, en el campo de Mataleñas los golfistas demostraron las ganas que tenían de sacudir el polvo de los palos y volver al green. Con la reducción al 30% del aforo, la agenda ya estaba completa para ayer y hoy. Ni un hueco para jugar por los nueve hoyos de las instalaciones, «ya que para dar cabida al mayor número de usuarios no se permite dar dos vueltas como era habitual», puntualiza Miguel Ángel Raba, director del campo. La reserva es vía telefónica y con un día de antelación, así que «en un ratito por la mañana se acaban las plazas porque la gente está deseando jugar», añade,
Francisco Javier Sánchez, uno de los habituales, no faltó a la cita y tampoco dudó en encontrar la nota positiva a la nueva situación: «te encuentras un poco raro porque sueles ver el campo lleno con partidas de cuatro y algunas veces tienes que esperar, así que ahora es una maravilla ya que vas jugando de dos en dos, tienes todo libre y no esperas. Además, al hallarse cerrado dos meses, ahora está extraordinariamente bien». En la misma línea estaba Maite Galván, que «no había tocado los palos durante este tiempo y para ser el primer día se ha dado bastante bien», comentaba sonriente fuera de las instalaciones mientras subía la bolsa de los palos al coche. Una normalidad diferente, pero, desde luego, muy deseada.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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