Un corraliego lidera la selección española de ultimate frisbee

Fue medalla de plata en el último Mundial disputado en Los Ángeles, solo por detrás de la potentísima selección estadounidense. Y ya prepara su próxima cita, el campeonato planetario que se jugará en noviembre de este año en Portugal y en el que España aspira a lo más alto. Además, fue bronce en el Europeo y, a nivel de clubes, fue campeón continental hace dos años y subcampeón hace cuatro.

Siendo muy escueto e injusto, este deporte se basa en lanzarse un disco volador. No es raro verlo en las playas de cualquier lugar del mundo. O en algún parque. Pero el ultimate frisbee eleva ese entretenimiento al máximo nivel. Y ahí es donde brilla el corraliego, precisamente como lanzador. Algo así como el quarterback del fútbol americano o el apertura en el rugby, deportes que tienen semejanza en cuanto a la estructura de juego.

A Juan Fernández Troyano sus estudios de matemáticas en la Universidad de Cantabria le alejaron del atletismo, el fútbol o el baloncesto que practicaba en Los Corrales, pero le acercaron al deporte que llamaba a muchos de sus compañeros de Ciencias. Y es que el frisbee tiene mucho que decir cuando de cálculos se habla. Una cuenta fácil de hacer es el coste de ese deporte, «de los más baratos que se pueden practicar, porque un disco volador de competición, que es todo lo que se necesita, cuesta 17 euros». Y las playas en Cantabria están a disposición de cualquiera. De hecho, Troyano asegura allá donde va que en su tierra está «el mejor estadio del mundo»: la playa de El Sardinero.

Puede parecer una afición como otra cualquiera, pero es muy exigente. Juan entrena cinco días a la semana para estar a la altura de un deporte que combina velocidad, resistencia y técnica. Para hacerse una idea, en el Mundial que les llevó a la medalla de plata tuvieron que jugar cada día tres partidos de 45 minutos cada uno, con lo que reconoce que a la final llegaron «tocados».

Los partidos pasan por dos equipos de cinco jugadores, dos lanzadores o manejadores, como Juan, y tres corredores, los delanteros. «El disco se lanza como se hace con el balón de rugby, pero sin que se pueda caer, hasta llegar a la zona de anotación» de un campo de 45 metros de largo y 15 de ancho, cuando se practica sobre arena. Porque también están la modalidad de campo o pista cubierta. Y si el rugby es un juego entre caballeros, el frisbee ni siquiera tiene árbitros, con lo que la deportividad y el respeto son los que mandan.

Como lanzador, reconoce que el vuelo del disco tiene mucho que ver con la física, un cálculo en el que intervienen la fuerza y altura necesarias para que el contrario no lo intercepte, y la distancia al corredor tanto como la mayor o menor intensidad del viento en ese momento. Y desde luego, «no es un balón o una pelota sometida a la gravedad».

Está preparando el próximo mundial de Portugal y ya está entre los 25 preseleccionados por la Federación Española de Disco Volador, de los que llegarán 15 a ese torneo. Y todo apunta a que ahí estará el jugador corraliego, como uno de los capitanes más veteranos de la selección.