«Nos está costando por el viento y las olas»

Por unos minutos, un satélite -su modo de contactar con familiares y amigos unos minutos los martes, jueves y sábados- permite la magia desde el medio de ninguna parte. La cántabra hace un pequeño resumen de cómo va la expedición Cap Optimist, que así se llama. «Ya pasamos los 2.000 kilómetros», apunta. Tantos días ya le hacen perder la noción del tiempo. «Eso ocurrió el sábado o el domingo a mediodía». El Pacífico, aunque sin condiciones que obliguen a parar por seguridad y salirse a una zona más tranquila para retomar el reto donde se dejó, no está haciendo honor a su nombre y no lo está poniendo fácil. «Está siendo un poquillo duro. Empezamos los primeros días con buen tiempo, pero luego se metieron el viento y las olas y lo están haciendo un poquito complicado. Nos está costando», reconoce la cántabra, que marcó una época en el salvamento y socorrismo regional. La contrapartida positiva es la velocidad. «Vamos a buen ritmo. El viento no es de popa, es un poco girado y nos permite avanzar bien», admite. Las condiciones duras de la mar lo dificultan todo aún más cuando se oculta el sol. «Las noches son súper complicadas, con estas condiciones. Se va haciendo más duro». A la par, los ya 22 días de travesía empiezan a hacer mella. «Van pasando las semanas y se va notando el cansancio».

Itziar Abascal, junto a las francesas Emmanuelle Bescheron, Alexandra Lux, Margot Calvet, Marie Goyeneche y Stéphanie Geyer Barneix, se turnan en la tabla en los relevos. Junto a ellas, un catamarán de 18 metros de eslora en el que viajan otras cinco personas -un enfermero, un fisio, dos marineros y el capitán- les sirve de apoyo. Pero también tienen otros 'acompañantes'. «Hemos visto ballenas, algún tiburón, delfines...». Los problemas no han sido con los animales más grandes o peligrosos. «He tenido más de un accidente con las medusas, que al final ha sido casi lo más peligroso», admite Itziar Abascal entre risas. «Que me están reaccionando un poquito las picaduras». Lo más espectacular hasta el momento son otros animales. «Por las noches, los peces voladores, que se estampan contra nuestras luces y es una locura. Parece esto una autovía de peces voladores».

Las condiciones algo adversas van minando poco a poco la fortaleza física de las 'locas de la tabla', como así las bautizaron en la Patagonia en su primer reto, en 2015, cuando estuvieron por la zona del Cabo de Hornos ante la imposibilidad de llegar a la Antártida. Pero la moral sigue intacta. «Aquí seguimos. Día a día. Remada a remada», afirma Itziar Abascal. «Recibiendo muchos ánimos y mucha energía de todo el mundo». No en vano, su reto, inédito en la historia, es por una buena causa. Con él, tratan de dar visibilidad a la asociación Hope Team East, cuyo objetivo es mejorar, a través del deporte, la salud de personas que pasan o han pasado por una enfermedad. Sobre todo el cáncer. La creó en 2015 una de las compañeras de Itziar, Stéphanie Geyer Barneix, que ha superado hasta cuatro cánceres de mama. Y eso es una hazaña más grande que cruzar medio Pacífico sobre una tabla.