La decisión no es propia de un 'calentón', de una pataleta por algo en concreto o por un enfrentamiento con alguien. Porque José Ignacio Marcos ... Salazar (Valladolid, 1974) es un apasionado del análisis. En su deporte, el voleibol. Pero también en la vida. Junto a la directiva del Textil Santanderina durante una década ha construido, paso a paso, la trayectoria de un club pequeño hasta llevarlo a estar en la Superliga Masculina durante las últimas seis campañas. Pero esa mente analítica de Marcos ha dicho que hasta aquí. Durante años ha intentado paliar varias carencias que acucian al club de Cabezón. Y como no cree que puedan solucionarse, prefiere apartarse a un lado. Junto a la petición de una mayor profesionalización en el club, la fundamental es solucionar una disparidad de horarios que impide entrenamientos de calidad. El 'no' del gran gurú del Textil deja abierto un resquicio. Si esas limitaciones se subsanan en gran medida, «estaré encantado de volver a trabajar. No me voy porque no disfrute de esto».
-¿Por qué ha tomado la decisión de marcharse del Textil Santanderina?
-Hay una serie de problemas y amenazas para el club. Y he intentado solucionarlas para poder crecer. Llevo años con ello. Hace años planteé, si se puede llamar así, un ultimátum. Pero no se han conseguido. Es una serie de cosas necesarias. Lo de ahora es trabajar con pies de barro. Podría seguir y cuando se caiga el chiringuito, se acabó. Pero eso no va con mi forma de ser. Prefiero irme ahora, que hay margen para que alguien lo arregle, ser coherente. Nadie va a venir a darnos un millón de euros ni un pabellón nuevo. El mayor problema que hay es la falta de espacio. He propuesto alguna cosa, aunque entiendo también que el ayuntamiento tenga que satisfacer a todo el mundo. Pero tenemos que trabajar de una forma diferente para conservar lo que tenemos e intentar crecer.
-Todos los años ha entregado un informe a la directiva ¿Qué ha cambiado esta vez?
-He intentado anticiparme a esos problemas. Y veo que lo he intentado, no lo he conseguido y no lo voy a conseguir. No he sido capaz. Y en alguna cosa que habíamos mejorado, hemos vuelto a empeorar. Igual tiene que venir alguien que lo haga mejor que yo. El marcharme ha sido una decisión difícil de tomar. La clave ha sido el ver carencias que no se pueden arreglar y que creo que no se van a arreglar.
-Siempre ha señalado a los horarios de entrenamiento como el mayor inconveniente ¿Nadie ha podido hacer nada?
-Lo hemos intentado y conseguido ciertas mejoras. Pero a costa de empeorar la escuela.
-¿A qué horas entrenan?
-Los lunes y los miércoles, de ocho de la tarde a diez de la noche. Y por ejemplo el capitán, Fran Calzón, se levanta a las seis de la mañana para trabajar. Los martes, de 15.30 a 17.30 horas. Los jueves, de 18.30 a 20.30 y los viernes, de 19.30 a 21.30 horas. Horarios así no ayudan a la alimentación y el descanso de los jugadores. No somos profesionales, ni mucho menos, pero intentamos que el trabajo sí lo sea.
«Los horarios que tenemos no ayudan ni a la alimentación ni al descanso de los jugadores»
«No me he cansado de entrenar, si no de hacer otras cosas y de estar en estas condiciones»
-¿Ocurre algo parecido en otros equipos de la Superliga?
-Pasa algo similar en Palma, porque comparten pabellón con otros equipos. Pero esas instalaciones son perfectas. Tienen un gimnasio, sala de vídeo. Es un presupuesto diferente al nuestro.
-¿No hay otra instalación en el Ayuntamiento de Cabezón de la Sal en la que puedan entrenar?
-Solo hay otro pabellón municipal, en un colegio de Cabezón, pero el suelo es de cemento. Yo hice una propuesta para habilitar un campo de voley en el propio recinto del Matilde de la Torre, que ahora sirve de almacén. Eso casi solucionaría todos nuestros problemas. Pero el Ayuntamiento dijo que acondicionar aquello costaba más que una instalación nueva.
-La mayor profesionalización y los mayores medios que reclama, ¿se pueden conseguir en un club de voleibol de Cabezón de la Sal?
-Para mí hay margen de mejora. Hay cosas que se pueden hacer mejor. Y conseguir esas cosas que propongo.
-¿Su decisión es irreversible?
-Me lo ha preguntado también la directiva, que siempre ha confiado en mí. Sería reversible si se consiguiese la mayoría de las cosas: esa profesionalización del club y un horario de trabajo. No lo dejo porque me haya cansado del trabajo de entrenador. Lo que me he cansado es de hacer otras cosas y de estar en estas condiciones.
-Le habrá costado tomar la decisión porque su familia ya está arraigada aquí...
-Sí. Mi esposa es de Cantabria y yo ya soy un cántabro adoptado. Pero me voy a quedar aquí. Me gusta el voley, entrenar, pero también emplear mi energía y trabajo en algo que me ilusione. Me quedaré en el paro, viendo voley y animando al Textil los sábados. Pero la decisión está meditada. Le he dado muchas vueltas. Esta temporada fue muy rara. Bien al principio y luego con un bache muy malo. Y es en ese tiempo de debilidades cuando te das cuenta de lo que te falta.
-¿Qué balance hace de estos diez años en el club?
-He aprendido muchísimo, como entrenador y a nivel personal. La directiva siempre me ha apoyado. Y el ver ese pabellón los días de partido, que era una fiesta... Ver allí a gente que no sabía nada de voley es una satisfacción grandísima. Me da pena que este aprendizaje no siga.
-¿Qué planes tiene de futuro? Porque es difícil imaginarle sin el voleibol...
-Tengo el tejado desmontado en casa... (risas). Voy a seguir aprendiendo de cosas que no he hecho. Yo siempre analizo cosas, me planteo retos, el poder hacer cosas en otras situaciones. Haré algo distinto. A ver qué depara el futuro.
-Y si cambian las cosas, ¿volvería al Textil Santanderina?
-No me voy porque no disfrute con esto. Me plantearía cómo está la situación. Si se dan las circunstancias, yo encantado de volver a trabajar en Cabezón.
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