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Hay algo en Cristina Romaña (Castro Urdiales, 2000) que va más allá del movimiento, más allá de la técnica perfecta. Cuando sube al escenario, la bailarina y profesora cántabra parece dialogar con cada obstáculo que la vida le ha puesto en el camino. A sus ... 23 años se ha convertido en una figura internacional de la danza. Ha competido y actuado en escenarios de Nueva York, Dubái, Grecia y Tailandia, entre otros, sin embargo, lo que pocos ven es el proceso: un viaje marcado no solo por aplausos, sino por caídas, lesiones y una férrea voluntad de levantarse.
Este octubre Cristina se presentará en el Mundial de Danza en Punta Cana (República Dominicana) que se celebra del 17 al 21 de ese mes. Para cualquier otra bailarina esto sería un hito importante, pero para ella es mucho más. Después de un año de lesiones, la competición se convierte en una victoria personal, en una demostración de que su cuerpo, aunque no esté todavía en las mejores condiciones, sigue respondiendo a esa pasión que la impulsa desde niña.
Todo comenzó hace un año, cuando, mientras recibía una formación en una de las mejores del mundo, la prestigiosa Escuela de Danza de Martha Graham, en Estados Unidos, una fisura en el ligamento lateral del tobillo la dejó fuera de combate. La lesión, que parecía menor al principio, resultó más seria de lo esperado y la alejó de los escenarios. «Estuve lesionada durante más de tres meses, pero no dejé de entrenar», comenta con serenidad. Tiempo después, cuando comenzaba a ver la luz al final del túnel, el infortunio le asestó un golpe aún más fuerte: durante unas vacaciones en Tailandia un accidente en la playa la dejó con una fea herida en el pie que se infectó. «Estaba con la Compañía Nacional de Bangkok y me tuvieron que dar siete puntos en la planta del pie», recuerda. «La recuperación fue lo más duro, porque me quedé sin poder entrenar justo antes de las competiciones más importantes», cuenta. Y es que tenía por delante el Europeo, que se celebró en junio en Hungría. Acortó los plazos de recuperación y se presentó al Continental. Quedó quinta. Y eso a pesar de haberlo preparado durante menos de un mes.
Cristina nunca dejó de soñar con volver a competir y esa perseverancia es la que la lleva ahora a Punta Cana. El 18 de octubre, competirá en tres modalidades: danza contemporánea, lírica y clásica, todo en un solo día. Para alguien que ha pasado meses con el pie inmovilizado, el simple hecho de estar sobre el escenario ya es una hazaña. «Prefiero hacerlo todo de golpe», dice con una risa que esconde la magnitud del reto. Pero no es la primera vez que enfrenta desafíos aparentemente insuperables: en el último Mundial su apuesta por la danza contemporánea la llevó a colgarse nad menos que el bronce.
Este año, el escenario parece diferente. «No puedo girar como antes», confiesa con honestidad, «pero he logrado recuperar bastante bien». Lo dice sin victimismo, con una humildad que caracteriza a los grandes. Para ella, el objetivo no es solo el podio. «El nivel es altísimo, ya en el Europeo fue difícil, y un mes antes de competir aún tenía los puntos en el pie», cuenta Cristina. Su voz, sin embargo, no transmite inseguridad sino la experiencia de quien sabe que el éxito está en seguir adelante pese a las dificultades. En encontrar cada día un nuevo motivo para seguir bailando.
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