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Desafío en el corazón de los Alpes

El Tot Dret, un ultratrail de 132 kilómetros, comienza en la noche de hoy en la localidad italiana de Gressoney

Marcos Menocal

Santander

Miércoles, 13 de septiembre 2017, 07:20

Gressoney es una pequeña localidad italiana en el corazón de Los Alpes, a los pies del Monte Rosa, uno de los cuatro colosos alpinos con más de 4.000 metros de altitud del Valle de Aosta. Desde hoy es el epicentro del ultratrail mundial; a las 21.00 horas, sus calles se convertirán en un enjambre de corredores pertenecientes a 66 países, mochila a la espalda y bastones en mano, con la mirada perdida en lo alto.

Arranca el Tot Dret; una carrera de 132,7 kilómetros de recorrido con 12.000 metros de desnivel positivo que finaliza en Courmayeur, junto al imponente Mont Blanc, Monte Bianco para los italianos. Hoy es el día elegido por El Diario Montañés para adentrarse en un desafío periodístico y deportivo sin parangón. Comienza la aventura.

Contador a cero. Para quien escribe estas líneas, su hermano en esta aventura –Pablo Criado– y los más de 500 participantes comienza un día que no tendrá fin. La jornada enlazará con la siguiente y quién sabe si con la próxima. El límite para cubrir el recorrido es de 38 horas. Cada corredor luchará contra sí mismo. La dureza de las rampas, la meteorología y los misterios de las montañas más altas e imponentes de Europa se encargarán de dotarle del misterio necesario al reto para convertirlo en una auténtica búsqueda del límite.

A las 21.00 horas estaremos en esa salida con todo preparado. La mochila no sólo portará ropa de abrigo y comida, también móviles de última generación, una cámara de acción y otra de grabación 360 grados… Con todo ello trataremos de dar cobertura desde dentro a la carrera. Las páginas del periódico y su página web se convertirán en un cuaderno de bitácora para que los amantes de este deporte, así como aquellos que sientan curiosidad por conocer una de las modalidades deportivas extremas más demandadas en la actualidad conozcan sus entrañas. Todo lo que ocurra allí arriba desde hoy será contado.

El Diario Montañés contará desde dentro una carrera que tiene un límite de 38 horas para completarla

Las horas en Gressoney son de goma; se encogen y se estiran. Las que van desde hoy por la mañana hasta las 21.00 horas son frenéticas, mientras que después, una vez que se da la salida, el reloj se duerme, se estanca… Eterno suplicio vertical. Esta mañana, los participantes caminan alborotados por sus calles de un sitio a otro preparando el equipaje: zapatillas con tacos en la suela, crampones de nieve, GPS, ropa impermeable… Baterías cargadas para la linterna frontal. Hay prisa. Parece mentira, cuando más de la mitad de los participantes tienen por delante un reto superior a las 30 horas. Los nervios tienen rostro de corredor; un ultratrail es una carrera eterna que se puede arruinar en un suspiro y todos los que se colocan un dorsal en una cita como el Tot Dret lo saben. Las sorpresas aquí están mal vistas.

La zona donde se cogen los dorsales es una especie de parlamento popular; familiares y amigos acompañan a los protagonistas y los vecinos se mezclan entre ellos con una naturalidad que impone ¿A nadie le resulta extraña la ‘locura’ que planean completar sus nuevos 500 visitantes? En Gressoney nada está prohibido.

«Hay que tener las cosas claras y evitar cualquier imprevisto. A pesar de la previsión del tiempo siempre hay que cubrirse las espaldas y protegerse con ropa de abrigo. Las cosas pueden cambiar», sugiere Pablo Criado. El guía de esta expedición ha sido el encargado de hacer las dos mochilas a primera hora, la suya y la mía. Después, el ritual de siempre. Nada de experimentos; cereales, tostadas y café, para desayunar, y algo de pasta e hidratos para comer. En este caso, al darse la salida a las 21.00 horas –algo poco habitual en el resto de modalidades deportivas– tendremos que volver a rellenar los ‘depósitos ‘antes de partir. Todo es poco cuando desde Gressoney se mira para arriba; la vista se cansa. Los picos rozan el cielo y la energía para llegar allí está en el cuerpo. Si la energía se acaba, el reto se esfuma.

Pocos descansos

Anticiparse a las cosas siempre resta algo de romanticismo al destino. El perfil del Tot Dret habla por sí solo. Sus 132,7 kilómetros tienen pocos respiros; se parte de Gressoney a 1.329 metros de altitud y sus primeros tramos ascienden al Col de Pinter (2.776 metros). A continuación se desciende al Valle de Ayas para sin respiro acometer otra ascensión al Col de Nana (2.770 metros). Tras un largo y técnico descenso la carrera afronta la parte más dura, ya que se recorren 35 kilómetros a una altitud que va entre los 2.200 y los 2.700 metros. El oxígeno escasea. Falta el aire.

Así se llegará al ecuador de la prueba donde el corredor comenzará a restar. Sin embargo, la dificultad no hará más que crecer ya que precisamente se deja para el final el imponente Col de Malatrà, el techo de la carrera con sus 2.936 metros. Desde allí se adivinará el Mont Blanc. Un tramposo descenso repleto de tachuelas e infinidad de imprevistos, de más de 20 kilómetros, será el ‘paseo’ triunfal de todos los supervivientes. A esas alturas la vista se nubla, el día y la noche se van fundiendo y el dolor forma parte de una mochila a medio hacer.

El Col de Malatrà, con sus 2.936 metros, es el techo de esta prueba en el valle de Aosta

Para Pablo Criado todo esto es conocido. El consumado especialista y guía de esta expedición sabe lo que es llegar a este punto disputando la victoria final en ediciones anteriores de la versión larga, el Tor des Geants, la masacrante carrera de más de 330 kilómetros. Sin embargo para mí todo es nuevo. Papel en blanco. Las sensaciones serán las letras musicales a una partitura increíble de creer. Nuestra intención es acercar, a través de nuestros testimonios, a los amantes de este deporte lo que significa enfrentarse a un reto así. A pesar de habernos preparado mucho y a conciencia. Aunque Pablo se ha preocupado de que no falle nada, es imposible no estar nervioso. Supongo que un ultratrail implica esa sensación de temor. Ese sentimiento es el que engancha a los participantes. Afortunadamente en El Diario vamos a contarlo. Desde hoy ya no será un temor tan desconocido.

A la suerte nadie la echa un pulso por aquí. Se prefiere no escatimar, ser precavidos y prudentes. La primera tentativa en algo así tiene que ser cauta. «Es obvio que habrá que salir con mucho respeto. La noche puede ser fría y encierra muchas cosas incontrolables. Hay que dejarse llevar sin preocuparse de lo que resta. La mente debe de ir viajando y ya en el kilómetro 70 empezar a poner los ojos en la meta», describe Criado. Por el camino, a mí le tocará cambiar de disfraz. Pretendemos recoger con imágenes y sonidos lo que suceda. Queremos que el lector y el internauta –intentaremos en la medida de lo posible contar con fotos y vídeos muchos instantes de la carrera– se lleven una impresión lo más fiel posible de lo que pasa en un ultratrail como este, tanto al momento como una vez finalizado. Contamos con el material apropiado y una compañía de lujo. Millán Criado, el padre de Pablo, será nuestro particular ángel de la guarda. En varios puntos del recorrido, será quien nos dé ropa de abrigo, comida, bebidas energéticas... Pero nada dará más energía que unas palabras de ánimo y mucho cariño. Sin él, todo esto sería más difícil.

Ir, ver y contar. A una de las frase más representativas de lo que significa el arte del periodismo, desde el respeto esta aventura le da una vuelta de tuerca más: «Sentir». El Diario va más allá e incorpora una visión mucho más real del acontecimiento con la figura del periodista como protagonista indirecto de la noticia. Junto a Pablo, la intención es que el lector, además de ser informado, también pueda dar rienda suelta a sus sentimientos. Las noticias echan a correr en #DesafioLosAlpesdm. Tras más de cinco meses de preparación, hoy comienza nuestra aventura.

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