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Son los soldados de la madera. La guardia pretoriana que mantiene la actividad en muchas boleras de diferentes rincones de Cantabria que, sin ellos, estarían abandonadas. Los que mantienen intacto el juego de perra y porrón que no acaba con la última bola. Jugadores que este año, a causa del coronavirus, se han encontrado con el emboque más difícil de sus carreras, uno para el que no hay estacazo que valga. Son los más modestos y este año tendrán que hacer un esfuerzo extra para sacar adelante las Ligas que vienen por debajo de la División de Honor.
«Yo al principio era optimista, pensaba que para finales de mayo igual empezábamos la Liga, pero me he vuelto bastante pesimista, la sensación que tengo es que no va a haber Liga», señala Lorenzo Guerra, capitán de Tanos Hakensa, que este año afronta su primer curso en Primera Categoría. En una situación similar se encuentra Calderón de Oreña, formada por jugadores mayoritariamente de la localidad como José Ignacio Gutiérrez, que también se muestra pesimista. «Veo difícil que se pueda jugar. Hasta que se pueda garantizar un riesgo cero de contagios lo mejor sería no empezar las competiciones, porque estarían muy condicionadas por las bajas. Hay un protocolo para los que estén en contacto con un enfermo y algunas peñas se pueden quedar sin jugadores».
Peligran las tardes de partida, convite, cena y lo que surja, el santo grial de los bolos para muchos de sus practicantes y para muchos aficionados, que los fines de semana se reúnen en torno al tópico de iglesia, bar y bolera. Un tópico que se cumple a la perfección en Lloreda de Cayón, donde juega la peña El Mato. «Lo veo complicado», asegura Pedro Gutiérrez, jugador y presidente de la entidad, «pero a nosotros lo que nos conviene es jugar la Liga. Aunque fuera de otra manera, estos pueblos son la base de los bolos. Si les quitas la partida de peña que hay los sábados se pueden perder los cimientos de los bolos».
Pedro va más allá y pone el dedo en una herida que si se abre puede que no se cierre. «Los pequeños estamos sujetados casi por hilos. Si perdemos un año completo la gente se puede desenganchar y dejar de jugar o de ir. Igual se acaba eso de ver a 3.000 personas en la final del Campeonato de España. Si descansamos año y medio igual rompemos la base de los bolos».
Antonio Fuarros, jugador del equipo de Segunda Categoría de La Portilla, no cree que un año de parón rompa el ecosistema bolístico actual. «La mayoría de los que jugamos no sacamos beneficio económico, es más vocacional. Lo mejor es encontrarte con alguien con el que has jugado, recordar anécdotas. Eso no creo que se pierda». Fuarros es además Campeón de España de MMA y Kombat Sambo, donde «se han suspendido todos los campeonatos», y cree que para disputar la Liga la Federación va a tener que innovar. «Si se pudiese llegar a jugar podría ser a una vuelta, por el espacio de tiempo que tenemos, o alargarla hasta octubre. Pese a ello no veo viable que se juegue, al menos las peñas que somos más humildes».
El pesimismo lo dicta la cabeza, el optimismo el corazón. Y es que, pese a todo, las ganas de saltar a la bolera están latentes. «Hablamos de que puede haber riesgo, pero miedo no tenemos», señala José Ignacio. Para Lorenzo las mayores consecuencias de la situación se van a notar en la grada. «Nos va a dejar las boleras vacías. Es gente mayor, ahora se lo pensarán».
Unos aficionados que, casi seguro, se perderán al menos el comienzo de la temporada. Boleras vacías o con los espectadores contados con los dedos de una mano. Para jugar los bolistas también tendrán que tomar medidas: geles hidroalcohólicos, mascarillas e incluso la medida extrema de que cada jugador birle sus bolas. «Cuando jugamos todos queremos ganar, no va a estar el árbitro mirando si yo birlo mi bola o hago la 'trampuca' para birlar otra», reconoce Pedro. «Se podría llegar a jugar con mascarilla, pero es hacerlo muy complicado», asegura Fuarros, que añade que «tampoco sería suficiente, porque una bola pega en el tablón, después pega la mía, luego las amontonamos todas atrás. El riesgo seguiría».
Ninguno de los cuatro cobra ficha de su peña, lo que también puede decantar la balanza a la hora de equilibrar la afición y el riesgo. «La situación económica va a ser muy complicada y yo creo que hay dos velocidades», apunta Lorenzo. «Hay peñas que tienen unas obligaciones económicas y jugadores con retribuciones. Para ellos es un problema serio porque además no tienen derecho a ayuda. Para el resto también va a tener su dificultad pero se manejan otros números». José Ignacio entiende «la postura de los jugadores de División de Honor, es un dinero con el que cuentan para la temporada y ellos por todos los medios quieren jugar».
En estas circunstancias, y aunque la Liga es la competición predilecta, parece más sencillo disputar este año las competiciones individuales. «Tienen menos riesgo», cree Lorenzo. «Se puede hacer como se hacía antiguamente, que en un fin de semana se tiraba la clasificación del Provincial en varias boleras y se clasificaban los dieciséis mejores para la final». Así lo cree también Fuarros, puesto que «en las tiradas estás prácticamente solo, apenas cinco personas, hay margen de distancia y de seguridad».
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