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Kristal'S Beauty B, una yegua a la que la palabra elegancia hasta se le queda corta, observa todo con sus grandes ojos marrones. Al ... igual que su dueña, Celia Cobo Terán (Obregón, 2007) posa para una inusual sesión de fotos en el centro hípico Heras Horses&Events. Más tranquila que las que usualmente les suelen sacar, volando sobre obstáculos. Kristal, como si supiese lo que está pasando y que hay que estarse quieta para la foto, está de lo más calmada. '¿Salimos bien así?', parece decir. Miradas, gestos, poses... La sesión es como uno de sus muchos recorridos en un concurso. Sin fallos. Perfecta.
Kristal es uno de los caballos que lleva en volandas a Celia Cobo. Aún a sus 16 años, ya no es una gran promesa -que obviamente, también-, sino ya una gran realidad de la hípica cántabra. El ranking nacional juvenil de 2023 se cerró con Celia en lo más alto, con 1.022 puntos. El segundo clasificado, Carlos Borho, sumó 544... Esta trayectoria de éxito arranca en el año 2013. «Al cumplir los seis años me regalaron un poni», rememora la amazona cántabra. El flechazo fue instantáneo con la hípica. Empezó a dar clase «en Guarnizo». Obregón, Gornazo, Güemes... Cobo pasó por distintos centros hípicos hasta que su abuelo empezó a construir el Heras Horses&Events. «En principio iba a ser para pocos clientes, pero luego se ha ampliado», señala Celia en referencia a un centro hípico que llama la atención por su tamaño y lo completo de sus instalaciones. En ellas Celia pasa las tardes, de cuatro a siete, tras acabar en el colegio Castroverde donde estudia primero de Bachillerato. Los fines de semana, la hípica ocupa toda la mañana. Y en ocasiones no solo montando, sino también «cepillando a los caballos, duchándolos...». Por allí está también su hermano Nico (13 años), que también ya destaca en este deporte.
Con ponis se puede montar hasta los 16 años, pero Celia decidió dar el salto -nunca mejor dicho- a los caballos antes, «a los 13 o 14 años. Se nota mucho la diferencia», reconoce. Desde lo alto de esos atletas de élite con cuatro patas ha llegado una carrera meteórica, que la ha llevado a codearse con jinetes mucho más veteranos y expertos en los concursos más variados y a representar a España en «Copas de Naciones o Campeonatos de Europa» en su categoría.
En la relación ya de miles de años que mantienen seres humanos y caballos, hay algo inmutable. La base para que esa relación funcione y se pueda hablar de un binomio y no de dos seres por separado. «Es muy importante tener confianza», relata Celia. De eso había y mucho en los ojos marrones de Kristal cuando posaba junto a su dueña. «Confianza en que va a saltar, en que nunca va a hacer un feo». El ir junto a otro ser vivo implica «que hay que sentir cuándo va a hacer cada cosa».
Hay que sentir y también comprender. Porque aunque la inteligencia de los caballos es casi legendaria, no hablan para quejarse. «Claro que tienen días malos», comenta la amazona cántabra. «Hay veces que se les nota que están bajos», incide, y entonces hay que consultar al veterinario. Aunque también puede darse el caso contrario. «También tienen días de exceso de euforia».
Pero esa confianza y nivel de compenetración hace que los caballos también detecten el día malo de turno de la parte humana del equipo. «Yo he tenido más días malos que ellos», añade con una sonrisa Celia. «Pero al final lo intentas».
A diferencia del turf, las carreras de velocidad, en las que los jockeys bajan del caballo con una 'jabonada' de sudor y con algún kilo perdido en un par de minutos, la hípica es algo más relajada. «¿Cansado? Depende del caballo. Hay algunos con los que cuesta más y otros, con los que no». Aunque hay factores que aumentan ese nivel de cansancio. «En los concurso, influye la altura a la que saltes, los nervios propios de la competición...». Aún así, reconoce que todos los que hacen este deporte «tenemos dolor de espalda», añade entre risas. «Y también duelen las piernas». Por suerte, la exigencia de estar fino como en el turf no es tal. «El peso es importante, pero no tanto como en las carreras».
A Celia le cuesta destacar a uno de sus caballos sobre otro. «Los elijo yo. Todos tienen buen carácter», a la vez que recalca que «no hay dos caballos iguales. Todos tienen una personalidad distinta». Mientras Kristal salía de los boxes para posar junto a Celia en el exterior, Alto du Roc movía su enorme cabeza como queriendo decir 'y yo, qué'. «Necesita mucha atención en la cuadra», apunta. El imponente animal se ha ganado un cariño especial de Celia. «He saltado con él en varias competiciones internacionales. Me entiendo muy bien con él. En la pista es una máquina. Le pides algo y te responde».
En un deporte en el que se lucha contra un cronómetro volando sobre obstáculos, los accidentes son de lo más frecuentes. «Trompazos me he llevado muchos», afirma con otra media sonrisa. «Una clavícula rota, un pie... Y una vez nos caímos el caballo y yo. Se me puso la pierna izquierda...». Aún así, hay que seguir adelante. «No hay que coger miedo».
Celia Cobo no tiene otro objetivo que hacer en este 2024 lo mismo que en 2023. «Saltar en la Copa de las Naciones y en el Campeonato de Europa, hacer buenos campeonatos». En el Campeonato de España de su categoría el objetivo es mucho más ambicioso. «Ganarlo», señala sin dudarlo. En un deporte al que le gustaría dedicarse, -«aunque también iré a la universidad»-, el logro más grande sería saltar «en los Juegos Olímpicos. Aunque para ello hay que clasificar a todo el equipo nacional», comenta.
Mientras tanto, Alto du Roc o Kristal'S Beauty B serán algunos de los caballos que lleven a volar a Celia Cobo por encima de los obstáculos y en menos tiempo que sus rivales. La amazona cántabra se ríe para explicar el por qué de nombres tan raros. «Se ponen en el criadero. Y la mayoría de la gente se basa en el nombre del padre y de la madre, y hace como una mezcla. Los ponis tienen nombres más normales, pero los caballos no».
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