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«Yo quiero hacer lo que hace este tío». Marcos Garnica (Treto, 1980) lo tuvo claro. Dicho y hecho. A Joseba Azkarate (Oñati, 1987) le bastó con subirse a una hand-bike. Primero se la prestaron y después organizó una rifa para poder comprarse una. ... Dicho y hecho. Desde entonces su vida es otra. La de los dos. Y la de quienes les rodean. Le retorcieron el cuello al destino, pero gracias a ello, de nuevo, son dueños de sí mismos. Marcos y Joseba le ponen un dorsal a sus emociones y se saltan las barreras sin preguntar. «A veces les cuento lo que hago y no se lo creen», reconoce el guipuzcoano, que de vez en cuando se acerca a colegios y colectivos a contar su historia. Ambos compartieron carretera en el Campeonato Regional de Duatlón hace unos días en Reinosa. Una de tantas guerras que tienen encima.
Marcos sufre retinosis pigmentaria, una enfermedad degenerativa de la vista que le reduce el campo visual. Lo que se llama visión de túnel. A Joseba, un accidente de tráfico le dejó con una tretraplejia severa a la que ha decidido llevar la contraria. En Reinosa, los dos apuntaron una muesca mas en su hoja de servicios, que desde que empezó pasa y pasa páginas.
«Iba por la calle y me tropezaba con una farola o cosas así. Decía, yo: '¿Estoy bobo o qué?'», explica Marcos. Eran los primeros síntomas de una mala compañera con quien le iba a tocar lidiar por mucho tiempo. Su campo de visión fue reduciéndose y su vida entró en vía muerta. «No sabía qué hacer. Yo era mecánico, conducía y... Hasta que vi esa película de '100 metros' -añade- y al acabar me eché a llorar. Quiero hacer lo que hace este tío», se dijo y así fue. La película contaba la historia real de Ramón Arroyo, enfermo de esclerosis múltiple que se propone hacer un Ironman, un triatlón de larga distancia, sin apenas saber nadar. Aquella historia real le metió el hormigueo en el cuerpo a Marcos y se puso a correr, comenzó a nadar y se subió a la bicicleta.
A Joseba, la misma que le asestó el golpe más fuerte ahora le da pastillas de ilusión. Fue en la carretera donde su reloj se paró y ahora le da cuerda. «Yo jugaba a pelota mano, allí en mi pueblo. También corría maratones, carreras de mountain bike y jugaba al rugby... Hacía de todo», recuerda. Un accidente de tráfico le mandó al hospital de tretrapléjicos de Toledo. Después de siete meses de rehabilitación se hizo amigo de la handbike, una bicicleta adaptada para personas con discapacidad. «Me dejaron una para que compitiera durante un año. Y después hicimos una rifa con boletos para recaudar fondos y comprar una». Cuesta alrededor de 12.000 euros. Y la compraron. «Y lo que sobró lo repartimos para dar oportunidades a otros». Habla en plural porque su amigo Aitor Rementería es su compañero de viaje. Un ángel de la guarda con quien hacer camino y se empeñan en darles esquinazo a los obstáculos.
Y Joseba le dio otra vez al botón: 'Ready'. El vasco es el paratriatleta con mayor hándicap del mundo, catalogado por las federaciones internacionales. Es el paratriatleta con mas alta disfunción corporal que se cuelga un dorsal. «Queremos darle visibilidad para ver si podemos sacar una nueva categoría», señala, ya que se ve obligado a competir contra rivales que no tienen tantas dificultades como él. «Yo necesito tres personas que me ayudan para la transición; cuatro sillas distintas para ir a nadar a la playa... Pero todo sale». Sus palabras suenan con una contundencia que abruma. «Es todo carísimo. Es una pena». A Joseba le preocupa la falta de recursos para hacerse con un material tan caro y la ausencia de ayudas que existen. Es toda una hipoteca. Sin embargo, ni una pega a su trabajo de superación diario con el que le hace frente a todo lo que se le presenta. «Tenemos que nadar siempre de espaldas, con un guía; en bici doy pedales con las manos, frenó contrapedaleando, cambio de marcha con el mentón... Además, nadando, como mi cuerpo no regula la temperatura también tengo que tener cuidado para no entrar en hipotermia. O cuando hace calor, necesito que alguien me vaya echando agua por encima».
Para Marcos compartir con Joseba dorsal fue una experiencia que no olvidará. «Es alucinante. Estar con gente así es una pasada. Me hizo feliz y me dio más ganas todavía». Marcos fue el domingo a Reinosa y el día antes había corrido los 10 kilómetros de Laredo. «Madre mía. El año que viene la preparo bien. Es una carrera rapidísima», indica. Tardó apenas 42 minutos en recorrer la distancia. Dobló, sábado y domingo a la carrera. Le parecía poco al cántabro. Como poco le parece lo que hace. Tenía 26 años en 2013 cuando le concedieron la Incapacidad Permanente Absoluta. En 2016 ya se puso el mono para debutar en un Campeonato de España. «Fue en Avilés. Lo recuerdo como si fuera hoy».
Marcos Garnica
Paratriatleta
Joseba Azkarate
Paratriatleta
En el primer estadío de la enfermedad, Marcos vivía en Madrid y no tenía un guía con quien entrenar. «Allí veía que se organizaban para poder coincidir, se montaban colectivos... Siempre había gente con quien trabajar y entrenar. Y dije: 'Tengo que montar algo así en Colindres'». Y dicho y hecho también. Habló con Sergio Benítez y montó una escuela. «Él -Sergio- tenía la titulación necesaria y tiramos para delante. Hoy en día tenemos 18 personas, nueve son escolares y nueve adultos». A Marcos le llena ayudar a quien lo necesita. Es la otra misión que se ha impuesto. «El triatlón siempre he dicho que es un deporte donde compites contra ti mismo. No importa quién esté delante. Tú puedes pelearte contigo y ya está y es lo que les digo a los chavales», explica. Quizás por eso su vida ahora es como un puzzle donde encajan sus entrenamientos y esa admirable tendencia a no decirle que no a nada.
«En la piscina es donde mejor me encuentro; puedo entrenar solo, no necesito guía ni nada. En bici, el 90% de lo que hago es en rodillo y en la pista de atletismo nos vemos con el guía cuando toca. Y luego la escuela... No me aburro, la verdad».
A Joseba, por su parte, se le verá el mes que viene otra vez por Cantabria. El 13 de abril se disputa un 'nada-corre' en Potes y se ha empeñado en estar presente. «Estamos intentando conseguir una grúa Blueone para poder llevarme hasta la piscina». Un artilugio que le pueda acerca hasta el vaso y después hasta su silla, donde completará el trazado en el segundo sector. Tratándose de este guipuzcoano será difícil no contar con él. «Hay que ser un cabezón como yo para hacer estas cosas, pero quiero darle visibilidad porque se pueden hacer muchas más con un poco de ayuda. La gente no sabe todo lo que se puede hacer en mi condición o en la de otros chicos».
Joseba y Marcos acabaron en Reinosa contándose el uno al otro las 'locuras' que tienen pendientes. El guipuzcoano es otro que no sabe decir que no. Y entre una y otra le pone música a la vida. «También toco la batería. A veces cuando conozco a alguien y se lo digo me mira y no se lo cree». Joseba ha logrado que en cada competición que participa no se mueva nadie de la cuneta hasta que llega él.
Su tremenda fuerza de voluntad ya no es noticia para quien les conoce. Sin embargo, a quien le presentan a uno o a otro necesita un tiempo necesario para asimilar lo que le cuentan. Son las cosas que tiene la gente extraordinaria.
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