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Aunque el paso del tiempo se muestra en los bolos como el aplicado sepulturero que todo lo entierra, las historias que buscan sostener nuestra memoria recuperando y contando la épica de los viejos desafíos del primer tercio del siglo pasado, honran la memoria de Federico ... Mallavia significándole como el mito inmortal que trasciende de entre todas las épocas para otorgarle la consideración de jugador más completo de todos los tiempos. Al hablar de las figuras previas a su generación, Cabello siempre recordaba la tremenda impresión que, siendo un niño, le causó cuando le plantó un concurso en la bolera de Charterina en Maliaño. Tanta que después le imitaba hasta en su forma de andar por la bolera. Contaba que era muy completo tirando a las dos manos y un birlador excepcional, por lo que enseguida entendió porque ganaba más concursos que los demás. Considerado como el mejor torneador de todos los tiempos por el efecto que daba a sus bolas, Mallavia fue un ilustre de los bolos que aprendió a hablar cantando los que pinaba en las boleras de La Llama que regentaba su padre.
En 1911, con 16 años, debutaba en la competición considerada entonces del más alto nivel formando con su padre, Augusto Miguel y Pedro García, la partida que se adjudicaba en Barreda un concurso organizado por la empresa Solvay. Solo dos años más tarde ganaba en Renedo de Piélagos su primer concurso individual, un triunfo que le anunciaba como la promesa que poco después se confirmaría al juntarse con Augusto Miguel y los hermanos Varillas en la partida que ganaría varios concursos en Torrelavega y Santander. A partir de entonces su figura se hace notar consiguiendo sonados triunfos que le dan un prestigio cuestionado por quienes decían que sólo ganaba en la bolera de La Llama, donde jugaba favorecido por la coteruca que le facilitaba embocar golpe en tierra en aquellos tiempos donde no había fleje, el emboque se situaba un metro pasados los bolos y los cutíos presentaban tales irregularidades que eran normales los surcos por donde encarrilar las bolas. Una apreciación muy pronto desmentida por el jugador al ganar con su partida de Puente San Miguel un desafío contra los de Vargas, en la bolera de estos y gracias a los dos emboques golpe en tierra que metía desde 18 metros.
Así de joven se convertía Federico Mallavia en el gran referente de un juego que quería despertar de su letargo cuando los premios de los concursos comienzan a mejorar, al resultar de un porcentaje de las inscripciones que los jugadores pagaban por disputarlos. Son los mejores momentos del jugador que se encuentra su plenitud cuando se proclama Campeón de La Montaña en los años 1920 y 1921, al ganar en La Llama los dos magnos torneos de ámbito provincial organizados por la Federación Bolistica Montañesa de Darío Gutiérrez, títulos que cuarenta años después le fueron homologados como campeonatos nacionales por la Federación Española. Nadie le cuestiona como el dominador absoluto, y todos ensalzan su figura y destacan lo completo de su juego en unos tiempos que parecían prometer grandes progresos en los bolos. Pero todas las expectativas se vinieron abajo cuando fracasa aquel amago de federación, y la dinámica del juego retorna a su anterior estado de precariedad como consecuencia de que las competiciones vuelven a jugarse de nuevo sumidas en la dispersión reglamentaria provocada por los caprichos de quienes las organizaban y patrocinaban.
La poca y dispersa competición que ese escenario imposible podía generar no le impide a Ico Mallavia mantener su dominio ganando la mayoría de los concursos que juega. Hasta que a principios de los años treinta regresa de Cuba el Zurdo de Bielva para poner en entredicho su hegemonía y abrir una nueva época donde sus desafíos mano a mano por todas las boleras de la provincia conforman lo mejor que de la historia de los bolos. Desafíos jaleados por la prensa, que impulsa de manera decisiva el juego y consigue recuperar en el ánimo de la afición el ambiente de bolos que hace muy visibles a los dos jugadores y aviva la porfía sobre quién es el mejor, sin que el balance final de aquellas épicas partidas le permita a ninguno decantar de su lado la discutida supremacía. Tras el paréntesis de la Guerra Civil, Federico Mallavia regresa a las boleras formando pareja con Manolo Gándara para seguir ganando grandes competiciones, como en 1942 dentro de la Semana Bolistica Montañesa, donde consiguen ganar en la plaza de toros de Santander el primer premio del concurso provincial en el que participaron más de 200 parejas. O tres años después, cuando ganaban el III Concurso Nacional de Primavera que se disputó en Sevilla.
La llegada de las federaciones y sus campeonatos oficiales le permitió poner el broche de oro a su carrera deportiva el 14 de septiembre de 1946 en Santander, cuando en bolera de La Arboleda batía a Cianín en la final del Campeonato Provincial que le valía un título oficial, aunque en parte empañado por la ausencia de las grandes figuras debido a la polémica del estacazo. Aunque seguiría jugando hasta pasados los 60 años, el paso del tiempo mermaría las facultades de aquel maestro en todas las suertes del juego al que todos los aficionados llamaron Ico 'el Grande' y el mejor torneador de todos los tiempos, como recogía El Diario Montañés en su crónica de bolos del 25 de septiembre de 1956, en la que contaba de la que fue su última actuación en el concurso de San Mateo de Reinosa: «A sus 61 años el gran Federico Mallavia dio toda una lección de juego y de saber estar en la bolera, metió dos emboques y puso las bolas en la caja como mandan los cánones bolísticos. Lástima que sus pequeñas bolucas le impidieran alcanzar la bolada que por lo bien tiradas se merecían».
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