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«¡Los últimos 1.000 kilómetros!». El mensaje que llega al whatsapp trae la voz inconfundible de Itziar Abascal (Santander, 1989). Inconfundible porque la cántabra ... siempre transmite, a la vez que simpatía a raudales, optimismo. Lo de los 1.000 kilómetros puede sonar a una 'tirada' de las buenas. Y más si se va sobre una tabla que se impulsa solo con la fuerza de las manos, remando, de quien va sobre ella. Pero la cosa cambia si a la estela de esa tabla queda medio océano Pacífico. La expedición Cap Optimist, de la que forma parte Itziar junto a otras cinco 'oceanwoman' francesas, encara ya su tramo final. Salieron de Lima, la capital de Perú, el pasado 4 de enero camino de Moorea, en Tahití. Y ya están en Hao, un atolón de las Tuamotu, ya en la polinesia francesa. Detrás de esa tabla queda la friolera de 7.000 kilómetros.
La voz de la cántabra resuena llena de ánimo. «Ya hemos hecho 7.000 kilómetros. Ya no queda nada. Los últimos 1.000 kilómetros. Ya vemos Moorea cerca». Tras más de dos meses de navegación, la expedición ha llegado a tierra. Pero no es más que una parada técnica. Aunque las oceanwoman –esa era una parte del trato– no pisarán tierra firme hasta que lleguen a su destino. Así, se quedarán en esta escala en el barco que les sirve de soporte. «Hemos hecho una parada técnica en la isla de Hao, para coger comida fresca y sobre todo por el tema de la gasolina, por si tenemos una emergencia o algo. Ya no teníamos mucha gasolina para el barco», relata la cántabra.
La previsión meteorológica hará que la estancia en Hao se prolongue algún día más de lo previsto, debido a las corrientes muy fuertes. Y cuando se reanude el reto, desde el mismo punto desde el que lo dejaron, lo harán con una pequeña particularidad: la palabra que más a venido a la mente –por temida– de todos los que siguen este reto único en la historia. «Esta vez vamos a parar durante el amanecer y el atardecer, por los tiburones», añade Abascal. «Los especialistas, los polinesios de aquí de la isla, nos han dicho que son los momentos más peligrosos, porque es cuando comen. Y que lo bueno sería que parásemos durante esas horas. Lo haremos, por cuestión de seguridad. Pero seguiremos remando por el día y por la noche», remarca la santanderina.
Pero ni esa precaución obligada le resta un ápice de optimismo: «Con ganas, queda poquito. Espero que en dos semanas o así ya veamos Moorea. Estamos con muchas ganas y emoción. Con fuerza para los últimos kilómetros». El reto entre Perú y Tahití tiene como objetivo dar visibilidad a la asociación gala Hope Team East, que persigue mejorar, a través del deporte, la salud de personas que pasan o han pasado por una enfermedad, sobre todo el cáncer.
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Ana del Castillo
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