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Son la 18.00 horas. En el gimnasio Konk de Torrelavega casi no hay sitio para aparcar. Dentro, la actividad cotidiana no cesa. En la ... sala de pesas se escucha el 'hierro' resonar. Hay quien se esfuerza encima de una bicicleta estática con los cascos de música y otros deambulan de un lado a otro. Se abre la puerta y entra Sergio García. «¿Qué pasa, Niño?», se escucha. Zapatillas deportivas, chandal y encima de la chaqueta una sudadera y una cazadora. Abrigado. Muy abrigado. «Hay que sudarlo», explica. Se le intuyen los pómulos en el rostro cuando sonríe y eso que con la dieta el humor va y viene. «Bueno, cada vez lo llevo mejor. Ya no es como cuando empecé», admite. Al Niño le quedan dos días para bajar apenas un kilo, el que ayer le sobraba para dar mañana en la báscula los 69,9 kilos que le permiten estar al límite del peso superwélter. «Vamos muy bien, estoy bajándolo perfectamente, con energía, con fuerza y sin ningún problema». El tortuoso ritual del púgil de reducirse durante los días previos al combate para luego llenarse antes de subir a la lona es para muchos un máster de boxeo. El cómo y en cuánto puede significar el éxito o el fracaso de un sacrificio agonístico. Para Sergio García ya no es más que «un trámite que se pasa bien, y mejor en casa».
Ya están los deberes hechos. Ahora hay que recordar los conceptos y sudar sin cansarse. «No hay que gastar energía, no hay que exigirse. Dar el peso y tener fresco lo que hemos trabajado», añade mientras se enfunda los guantes y se sube al ring con su ángel de la guarda, Víctor Iglesias. La del sábado en el Vicente Trueba ante Fouad El Massoudi será su tercera defensa del título del Campeonato de Europa, que consiguió hace un año (30 de septiembre de 2018) en el mismo escenario. El rival es el actual campeón de Francia y desde hace siete semanas ha sido objeto de estudio en el cuartel general del Niño. «Al principio no conocíamos al rival, pero una vez que supimos quien iba a ser lo hemos analizado a fondo». El cántabro es discreto. Quizás más de lo que suele ser un boxeador; es honesto y sensato, dos virtudes a valorar dentro y fuera de las doce cuerdas. Tuerce el gesto cuando le toca hablar del francés. «Viene a por todas. Tiene mas que ganar que perder». No suena a excusa, ni mucho menos, sin embargo su trayectoria, con 17 victorias y once derrotas, es un dato envenenado. «No es muy limpio. Cuando entra al choque, suele meter la cabeza de manera inconsciente. No digo que lo haga queriendo. Eso es lo que hemos visto de él y esto es boxeo y te puede llegar una mano...». Ni más ni menos. Para el Massoudi, la pelea del sábado puede ser el salvoconducto, a sus 32 años, a un escalafón que aún no ha conseguido y para el Niño casi una obligación en la antesala del Mundial. Peligroso. Porque es muy difícil abstraerse de esa aureola que tiene muy cerca. Casi la toca con los dedos.
Hace quince años entró el gimnasio en busca de «algo nuevo, por probar», y ahora encabeza la lista de aspirante al campeonato del mundo. «Si todo va bien haremos una eliminatoria Mundial en 2020, pero eso es después, ahora hay algo entre medio y que no puedo fallar». El combate del sábado es, por tanto, la llave para seguir donde está, para que nada cambie, pero para ello debe subirse al ring y «ahí arriba todo puede pasar». A El Niño no le asusta nada a estas alturas, quizás le preocupa «no fallar».
La delgada línea que separa la risa del llanto en un deporte como este le hace ser siempre precavido. «Ahora sabes lidiar con las situaciones. No es lo mismo que antes, pero siempre quieres hacerlo bien y no fallar. No son nervios ni miedo, pero no quieres fallar», admite. Ese es el sentimiento que le recorre estos días mientras se aísla bajo esa cantidad de ropa que le ayuda a dar el peso; al tiempo visualiza los 48 minutos que como mucho estará en el cuadrilátero. Porque, además, al Niño le gusta, pero le infunde respeto pelear en casa.
«Puede que te añada presión. Escuchas a los tuyos, los ves como sufren... Siempre empujan y eso es lo mejor, pero no quieres fallar». El Vicente Trueba es su talismán particular; lo fue ante Maxime el 'Conquistador' cuando se alzó con el cinturón europeo y lo fue ante el veterano Sergei Rabchanka (Mayo 2019), que llegó a Torrelavega ansioso de recuperar el cetro continental que ya había lucido en varias ocasiones. «Es verdad que es mejor estar con la familia, estar en tu casa y comer en tu casa, pero hay veces que...».
El Niño es un púgil de costumbres porque «si las cosas salen bien, para qué cambiarlas». El cántabro, junto a Víctor Iglesias, ha mantenido una línea ascendente desde que decidieron caminar de la mano. Tienen un manual y van «incorporando detalles según van surgiendo», pero la base es la misma. Trabajo y una dosis de análisis aplicado a cada piedra en el camino.
Los entendidos le han regalado el oído con numerosas virtudes. Han destacado su enorme talento, pero siempre le han señalado una de sus chinitas en el zapato: no es un pegador. El púgil sonríe -muy levemente- cuando escucha una vez más su talón de Aquiles. «Bueno, estos meses hemos trabajado la agresividad, pero cuando vas ganando diez asaltos de doce no hay que jugársela». Es evidente. Le ocurrió en varias ocasiones, sin ir más lejos en el mes de mayo ante el bielorruso. «Vimos las cartulinas, sabíamos que lo llevábamos bien y decidimos no ir a por él. Podíamos cazarlo, pero también él a nosotros». Desde la esquina le templaron, «es bueno tener a alguien ahí que te lleve adelante cuando toca o que te frene cuando hay que ser más conservador».
Su fama de fino estilista y púgil dotado técnicamente le antecede, así como esa excesiva ligereza en el golpeo. «Pega mucho, pero le hace falta hacer más daño», destacaban los boxeadores históricos de Cantabria después de que el torrelaveguense defendiera su título en el O2 (Inglaterra) ante un ambiente en contra. El sábado se subirá al ring «con más pegada», pero sin cambiar la escuela que le ha dado lo que tiene y que espera que le dé lo que le queda.
«La preparación ha ido perfecta. Hemos guanteado con todo el panorama nacional. Fuimos a Valencia, Bilbao, Asturias y han venido aquí. No ha habido contratiempos... No me puedo quejar. Todo bien», explica. Después de mayo se tomó quince días de vacaciones para después sumar horas, madrugones y trabajo. Todo enfocado al sábado, en el que hay que rematar. «La gente me dice que la eliminatoria del Mundial está ahí, me hablan de ello, pero realmente sólo he pensado estas semanas en esta pelea. Te puedes llevar un chasco si piensas en otra cosa».
Hoy volverá a las 18.00 horas al gimnasio. A su gimnasio. Saludará como siempre y se aislará en su particular silencio. Van pasando los años y el púgil cada vez tiene más lona, más asaltos... Sin embargo si echa la vista atrás observa que ha variado lo que tiene que cambiar. Ni más ni menos: «Mi manera de ser no ha cambiado, pero en el boxeo sí que algo habremos cambiado». Es cercano, sencillo y le gusta lo que hace. «Estoy abierto a críticas. La cosa es que se hable de uno, sea bien o mal. Te beneficia, aunque lo hagan mal».
Mañana se subirá a la báscula y después a recuperarse para no fallar. Para sumar una página más en su historia particular y en la de esta región que ve cada vez más cerca algo grande. Algo muy grande aunque uno sea muy Niño.
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