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Salir en la posición 269 de 270 embarcaciones y firmar el puesto 21 el maratón de remo tradicional más importante del mundo. No está nada mal, ¿verdad? Pues eso es lo que hizo la trainera 'Virgen del Mar', del Club de Remo Ciudad de Santander, ... en el Támesis durante la prestigiosa Great River Race, que recorre 32 kilómetros río arriba atravesando todo Londres. Los remeros santanderinos participaban por primera vez en la regata, pero ni cortos ni perezosos demostraron que se habían preparado a conciencia. «Adelantamos a 241 embarcaciones y llegamos en la posición 21», cuenta Álex Burjau, integrante de la tripulación de la 'Virgen del Mar', que salió en una posición tan retasada a causa de su envergadura. «Debido a nuestra mayor eslora y envergadura, tuvimos que salir los penúltimos. Las dos traineras cántabras salimos prácticamente a la vez, a la cola de todo», explica Álex.
Y es que la santanderina no fue la única embarcación de Cantabria en surcar el Támesis. La pedreñera 'Pilgrim', del Club Navigatio también acudió a la regata, donde es ya toda una veterana, porque ha acudido en múltiples ocasiones. Esta vez la 'Pilgrim', con 12 remeros -ocho mujeres y cuatro hombres- invirtió 2 horas 47 minutos en recorrer el Támesis y pasar bajo los 28 puentes desde Milwall hasta Richmond, con lo que acabó en la posición 109 por tiempos absolutos, pero logró un destacado puesto 35 de las 121 embarcaciones de tripulaciones mixtas.
La 'Virgen del Mar', con una tripulación masculina de 13 remeros realizó el recorrido en 2 horas y 31 minutos. «Fue muy emotivo. Tuvimos que parar prácticamente a cero velocidad unas 25 veces porque nuestra envergadura de largada de remo no nos dejaba esquivar las embarcaciones y hubiéramos colisionado», recuerda Álex. Algo que los santanderinos evitaron en más de una ocasión gracias a la pericia de la tripulación. «Sin esos numeroso parones, por nuestro ritmo de palada y velocidad habríamos hecho el tercer o cuarto puesto de la general», se lamenta Álex.
Los turistas y también los londinenses se aferraban a los puentes para disfrutar del espectáculo sin poder apartar los ojos de las dos traineras que habían viajado de Cantabria a Reino Unido. Era inevitable. Su porte, el mayor de la regata, hacía que todas las miradas se desviasen hacia ellas. «La fiesta final, con todos los barcos reunidos al final del río, en la zona de Richmond, fue espectacular. Con orquesta y todos descalzos bailando», sonríe con los ojos Álex.
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